Chicago: "les digo que ver la muerte de un amigo de 14 años no es normal"
Armada de bandejas de comida, Guadalupe Cruz libra una batalla para prevenir que mueran más jóvenes en las calles de Chicago."Tengo que recoger el pollo y el pan en el camino", cuenta.Mejor conocida como Lupe, va rumbo al funeral de José de Jesús Aguilar, quien murió a los 14 años a principios de marzo en un tiroteo, mientras iba con un amigo en un auto robado y entraron en el territorio de una pandilla rival. Es el tercer funeral al que asiste en el último mes y medio.Va para disuadir a los amigos de José de vengar su muerte. Cruz trabaja para Cure Violence, un programa de salud pública creado en 2000 para prevenir y detener la propagación de la violencia.Los funerales son momentos clave en ese proceso. Y la comida, que tradicionalmente se sirve en los funerales mexicanos, es esencial. Quiere que los jóvenes estén tranquilos y no utilicen el hambre como una excusa para salir a la calle.
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"No es normal"
José, el chico de 14 años que están velando, perdió a su madre cuando era pequeño, y su padre no estuvo presente en su vida. Su muerte apenas se menciona en la prensa junto como parte del saldo de fallecidos del fin de semana. En Chicago hubo 650 asesinatos en 2017, un número mayor que eldeciudades más grandes como Nueva York y Los Ángeles.Como la lepra
El tipo de intervención practicada por Lupe es típica de Cure Violence. El epidemiólogo Gary Slutkin fundó la organización después de trabajar por años en África en la prevención del sida y la tuberculosis. El médico concluyó que la violencia sigue la misma trayectoria que las enfermedades contagiosas,y que la propagación debe ser detenida en la fuente.Slutkin propone una nueva manera de estudiar la violencia, que según él ha sido categorizada de manera errónea. "Cualquier persona que practique la violencia, ya sea un asesino en masa, o un joven en un barrio, se contagió viendo a otros hacerlo", argumenta. "Ponerle la etiqueta de 'mala persona' no tiene sentido y es francamente medieval.Es lo que se solía hacer con la gente que tenía lepra o la plaga".El trabajo incluye detectar conflictos, identificar los jóvenes en alto riesgo, cambiar su comportamiento, y plantear nuevas normas y expectativas."Clic"
Anna y Luis tienen dos hijos pequeños. Salieron de la calle después de que Cruz convenció al arrendador de darles una oportunidad. "Mucha gente no cree en nosotros porque somos muy jóvenes", señala Anna. "Tenemos que mostrarles un camino diferente".Luis cuenta lo difícil que es mantenerse en lo que él describe como "el buen camino"."Me cuesta no hacer otra vez las mismas cosas que hacía antes, porque sigo viviendo en el mismo barrio. Tengo momentos malos, pero Lupe siempre me anima y me dice que me mantenga positivo, que siga haciendo lo que estoy haciendo". Guadalupe los llama todos los días y los visita regularmente para ver cómo están, y los alerta para que no salgan si hay rumores de peleas.Para Luis, la clave para cambiar su estilo de vida fue recibir consejos de ella, en quien confía totalmente. "Necesitas a alguien que haya pasado por lo mismo que tú, para que lo que te diga haga 'clic' en tu cabeza".Las cifras
Es difícil medir el impacto de cualquier programa contra la violencia en Estados Unidos, y separarlo de una caída general en la tasa de criminalidad en los últimos años. Los resultados de Cure Violence han sido estudiados por universidades y organizaciones independientes, comparando las cifras en los lugares en los que la organización trabaja con sitios parecidos estadísticamente.En 2009, un estudio de la Universidad Northwestern de Chicago encontró una reducción general en los tiroteos entre el 41% y el 73% en siete de las comunidades estudiadas, lo que refleja los efectos combinados del programa y otras iniciativas locales. También halló que en cinco de las ocho comunidades estudiadas, los homicidios relacionados con las represalias entre pandillas bajaron un 100%.Además, la investigación indica que quienes trabajan en Cure Violence tienen que lidiar con problemas de fondo como desempleo, educación, relaciones familiares e interpersonales, y hasta problemas del día a día como conseguir documentos de identidad.Así se pasa el día de Cruz, con el teléfono siempre sonando. En el espacio de una hora habla con un joven que está en la cárcel, media en un conflicto entre una madre y una hija, y para un momento en una casa para dejar una carta crucial para que un joven pueda regresar a la escuela. Su nombre es Frankie, tiene 17 años y está listo para dejar la vida de la calle. "Estoy cansado de esto, de ver gente asesinada todos los días. De estar cuidándome la espalda".Frankie recibe a Cruz afuera de su casa. Lo acompaña su madre, Linda, quien está por comenzar un entrenamiento para ayudar a la gente joven de su comunidad, pues en su casa acoge a quienes no tienen a dónde ir.Ahora puedes recibir notificaciones de BBC Mundo. Descarga la nueva versión de nuestra app y actívalas para no perderte nuestro mejor contenido.
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