Todo comienza cuando la pelota es lanzada a una multitud que esperaba atiborrada para dar inicio a uno de los partidos de fútbol más emocionantes, caóticos y dramáticos en Inglaterra, el Royal Shrovatide.
A partir de allí comienza la batalla entre los habitantes del pueblo de Ashbourne, en el centro del país, que durante dos días queda dividido entre las fuerzas de Up’Ards (los que nacieron al norte del arroyo Henmore) y los Down’ards (los representantes del sur).
Se trata de una tradición que se sabe se viene jugando desde 1667, pero que se cree data de unos mil años pese a que sus orígenes exactos permanecen desconocidos debido a que los antecedentes quedaron destruidos en un incendio en 1890.
Se llama fútbol, pero lo cierto es tiene muy poco del deporte que se ha convertido en el más popular del mundo, y en lugar de patear el balón -que también está permitido- la pelota se suele acarrear en gigantes hugs (abrazos) al otro del pueblo, con aglomeraciones similares al scrum o melé en rugby.
El equipo ganador es el equipo que logra llegar con el balón a uno de los molinos que están a cinco kilómetros de distancia (los del sur tienen que anotar en el molino Clifton y los del norte en el Sturston).
Pero convertir no se trata de un simple disparo a la distancia.
Para que el gol sea válido se tiene que golpear la pelota, que está rellena de corcho para que pueda flotar en el agua, tres veces contra el "arco", un monumento de piedra que se encuentra en la ribera del río.
Y de las miles de personas que participan sólo una tiene el honor de anotar el gol, que por lo general se decide en un sorteo entre miembros de las familias con más tradición del pueblo cuando se van acercando a la meta rival.
Otras limitaciones en el reglamento es que la pelota no se puede transportar en un vehículo motorizado o esconder en una bolsa, mochila o debajo del abrigo.
Está estrictamente prohibido pasar por cementerios, iglesias y los jardines conmemorativos del pueblo, así como jugar después de las 10 de la noche.
De allí surge la regla que si se anota un gol después de las cinco de la tarde el juego se detiene, pero si ocurre antes de esa hora se vuelve a lanzar la pelota desde el centro.
Cada tiempo dura ocho horas y se divide entre el martes de carnaval y el miércoles de ceniza, vínculo religioso que se cree tuvo que ver con el nacimiento de la tradición.
Sin embargo, de todas las versiones que se manejan, la más popular es la teoría que afirma que la pelota era en verdad una cabeza que se lanzaba a la multitud luego de una ejecución.
La popularidad del encuentro aumenta cada año y es tal su importancia histórica que en 1928 el entonces príncipe de Gales, quien posteriormente se convertiría en el rey Eduardo VIII, fue el responsable del lanzamiento inicial.
Honor que repetiría en 2003 el príncipe Carlos y en otras ocasiones leyendas del fútbol inglés como Stanley Matthews, Brian Clough y Roy McFarland.