El contrato entre el Paris St. Germain (PSG) y David Beckham es notable por un hecho inusitado en el mundo del fútbol: el jugador donará sus honorarios a una entidad francesa de beneficencia que ampara a los niños.
Además de demostrar con esto que es capaz de sacrificar dinero (a despecho de lo que decían sus detractores) para seguir compitiendo en el más alto nivel, aunque sea por cinco meses, queda en evidencia que el jugador, igual que el club, está protegiendo una imagen pública con ribetes extradeportivos.
David Beckham es una fantástica adquisición para el PSG: virtualmente indestructible, de una precisión clínica, rápido, clarividente, ambicioso, con una voluntad de hierro y la determinación de agradar y ganar…
Todo esto, claro, en la parte de su personalidad como "celebrity", de luminaria de las relaciones públicas, porque ya en el plano futbolístico muchos personajes de segunda fila son bastante más competitivos que este londinense de 37 años, el más internacional de todos los futbolistas ingleses.
EL PSG no necesita al futbolista David Beckham, que de sus antiguas virtudes como jugador sólo retiene una formidable capacidad para colocar la pelota.
Lo cierto es que el club sólo tiene en su plantilla a un jugador más viejo que Beckham: Ronan Le Crom, el cuarto guardameta, de 38 años.
El PSG quiere a Beckham por su capacidad para cautivar al mundo de la publicidad, a los directores de canales de televisión, a los dirigentes del deporte y también a los gobernantes e influyentes, que siempre se quieren fotografiar junto a figuras de la aristocracia y del mundo del espectáculo.
Personalidad
El magnetismo universal de Beckham es muy difícil de entender: dista mucho de ser tan apuesto como Cristiano Ronaldo o Didier Drogba; tiene una voz de pito, desagradable; no se destaca por su sentido del humor; no canta, no baila… hasta sus numerosos tatuajes ya han dejado de cautivar a la audiencia.
Pero David Beckham se ha convertido en un personaje inevitable en los pasillos del poder, en las antesalas de los cenáculos que discuten temas deportivos y necesitan a una celebridad deportiva que venda la idea al público de habla inglesa y también a tantosanglófilos alrededor del mundo.
Muchos han elogiado sus méritos personales: dicen que David Beckham es un buen tipo, cortés, hombre de familia, que siempre recuerda el nombre de las personas importantes, no se monta en las narices de nadie, es de fiar como profesional y como amigo, es un gran embajador del deporte…
En esta última apreciación está el secreto de David Beckham: la gente, el público, lo escucha. Allí están, para probarlo, los resultados de las campañas publicitarias que utilizan su imagen, desde calzoncillos hasta perfumes.
Y es esa capacidad como embajador, como "vendedor de imagen", la que interesa a Nasser al Khelaifi, el presidente qatarí del Paris St. Germain, gerente general y director de deportes del canal de TV al Jazeera y también íntimo del jeque Tamim bin Hamed al Thani, jefe del fondo de inversiones qataríes.
Negocio
La suerte deportiva del PSG no es un capricho personal de al Khelaifi: es un objetivo estratégico del poder político en Qatar, entre cuyas motivaciones no convendría olvidar la amistosa rivalidad con los intereses de Abu Dhabi que controlan el Manchester City, otra cabeza de playa de los empresarios árabes en el fútbol europeo.
La dirigencia qatarí no se conforma con haberse asegurado la organización del Mundial de Fútbol de 2022: también quiere disponer de una buena porción de la torta deportiva y empresarial del fútbol europeo y también otras latitudes.
Al Jazeera es co-propietaria de beIN Sport, una red de canales deportivos que ya opera tres estaciones en Francia y dos en Estados Unidos (una en inglés y la otra en español).
Es obvio que beIN Sport se está colocando para rivalizar, en un futuro no muy lejano, con la poderosa red de Sky, que controla las transmisiones deportivas en varios países.
Esta mezcla de intereses comerciales, deportivos y nacionales forman "el proyecto" al que se refirió al Khelaifi en una entrevista con The Guardian, hace un par de años, cuando explicó el interés del PSG por los servicios de David Beckham.
"Es un gran jugador, un gran tipo, un excelente embajador (…) No es una cuestión de dinero, todo gira alrededor del proyecto", dijo el dirigente.
Para jugar y ganar partidos de fútbol, el PSG tiene a Ibrahimovic, Thiago Silva, Lucas Moura, Javier Pastore. Para ganar influencia y atraer la atención fuera de las canchas, tendrá el magnetismo y el nombre de David Beckham.
Ahora, aparte de su imagen como futbolista y celebridad en mercados tan dispares como América, Europa y Asia, David Beckham aparece asociado con "el proyecto" de Qatar, en circunstancias en que nadie podrá acusarlo de aprovecharse económicamente.
De ahora en adelante, además de embajador deportivo, Beckham tendrá una respetable "renta" de prestigio como filántropo y amigo de los niños.
Un negocio redondo para todos.