En la jungla urbana de bogotá, sobreviven los descendientes de los indígenas muiscas, quienes enfrentan problemas de discriminación y la expansión urbana que esconde bajo concreto sus otrora lugares sagrados.

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"Los muiscas estamos vivos. La historia oficial es la que nos mata y la institución educativa es la que nos ignora, pero nosotros siempre hemos estado ahí".

Claudia Yopasá resume así la situación del pueblo muisca, una de las 102 naciones indígenas que según la Organización Nacional Indígena de Colombia, ONIC, actualmente conviven en el territorio de este país suramericano.

Se trata del pueblo al que le debe su nombre Bogotá, el que le heredó a Colombia leyendas como la de El Dorado.

Pero también de un pueblo considerado "extinto" durante mucho tiempo, hasta que los descendientes de un viejo resguardo de tiempos de la colonia empezaron un proceso de reivindicación que les valió el reconocimiento del Estado a inicios de la década de los 90.

"A nosotros en algún momento nos empezaron a mirar nada más como campesinos, pero no porque nosotros quisiéramos", explica Yopasá, quien es la gobernadora del Cabildo Indígena Muisca de Suba, una localidad del norte de la capital colombiana.

Claudia Yopasá, gobernadora del Cabildo Indígena Muisca de Suba

Yopasá preside el más antiguo de los cinco cabildos muiscas reconocidos por el Estado colombiano.

"Fue la conquista y todos los cambios que se dan los que nos convirtieron en campesinos indígenas. Pero siempre mantuvimos usos, costumbres y tradiciones propias de la cultura muisca", le dice a BBC Mundo.

La Suba de hoy, sin embargo, es una localidad eminentemente urbana. Y a la sede del cabildo que preside Yopasá -el más antiguo de los cabildos muiscas reconocidos por el Estado colombiano- se llega por Transmilenio y luego de bordear modernos centros comerciales.

"Antes esto era más bonito, porque era mucho más verde, había mucha comida. Aquí se sembraba papa, alverjas, zanahorias, habas, mazorcas, cebollas", recuerda Dora Morán, de 66 años.

"Uno no tenía que comprar la papa ni la mazorca, porque los dueños de los lotes dejaban los potreros libres y uno los iba a rastrojear", le dice a BBC Mundo.

Indígenas urbanos

La expansión de la ciudad, sin embargo, no sólo acabó con una de las principales actividades económicas de los muiscas.

Según Yopasá, muy pocas de las 2.500 familias que conforman el cabildo pudieron conservar sus terrenos y ahora buena parte de sus 8.500 integrantes viven dispersos por Bogotá y otras localidades del departamento de Cundinamarca.

"La ciudad llegó a nosotros y nos quitó lazos, como por ejemplo el tema familiar, que es un tema que hoy se está descomponiendo. El principio de nosotros es que se come en familia y ahora no siempre se puede hacer. "

Claudia Yopasá, Cabildo Indígena Muisca de Suba

"La ciudad llegó a nosotros y nos quitó lazos, como por ejemplo el tema familiar, que es un tema que hoy se está descomponiendo", lamenta la gobernadora muisca.

"El principio de nosotros es que se come en familia y ahora no siempre se puede hacer. Y recuperar esas prácticas ha sido uno de los retos", explica.

Fue, sin embargo, la misma necesidad de defender la tierra de la presión de los urbanizadores la que desencadenó el proceso de auto-reconocimiento de los muiscas de Suba, allá por el año 1988.

Y alentados por la Constitución de 1991 -que por primera vez reconoció el derecho de los pueblos indígenas colombianos a su propia cultura, gobierno y tierra- los descendientes de los habitantes de otros resguardos pronto se sumaron al proceso.

Así, durante el censo del año 2005, más de 14.000 colombianos -en su mayoría habitantes de los departamentos de Boyacá y Cundinamarca, en el centro del país- se reconocieron como muiscas.

Y en la actualidad el gobierno colombiano reconoce a cinco de sus cabildos, ubicados en las localidades bogotanas de Suba y Bosa y los municipios cundinamarqueses de Chía, Cota y Sesquilé.

El derecho a llamarse muisca

Varias otras comunidades que se asumen como muiscas, sin embargo, todavía están buscando ese reconocimiento.

Y después de siglos de mestizaje, el determinar quién tiene derecho a reconocerse como indígena, y quién no, puede llegar a ser todo un problema.

"Nosotros reconocemos como miembros del cabildo a todas las familias o hijos de los muiscas que descienden del padrón que tenemos como resguardo, el que claramente identifica la existencia de clanes poblacionales por apellidos: Yopasá, Caita, Cabiativa, Nivia, Neuta, Piracum…", explica Yopasá.

Pero en el vecino departamento de Boyacá, el autodenominado "Cabildo Muisca de Suamox", conformado en el año 2008, aboga por un reconocimiento basado en la identificación con los valores y tradiciones indígenas.

"Nosotros somos los muiscas de ahora, porque aquí hubo un mestizaje", le dice a BBC Mundo Alexandra González, quien también responde al nombre muisca de Huisga.

"Y llevamos muchísimos años trabajando y recuperando la parte ancestral, toda la sabiduría de nuestros abuelos, incluso la misma lengua", afirma.

Yopasá, sin embargo, observa con recelo las reivindicaciones de éste y otros grupos "neo-muiscas", como se ha dado en llamar a los grupos de mestizos que abrazan con mayor fuerza el lado indígena de su herencia.

"Han llegado muchos jóvenes, que pueden ser de Medellín o de otras partes del país, que adquieren ciertos saberes porque uno les da la autorización de un acompañamiento o porque hacen una investigación, y después ellos se asumen como indígenas y no lo son", le dice a BBC Mundo.

"Es una falta de respeto a un ejercicio que viene de años, a los abuelos que nos dieron la posibilidad de volvernos a reafirmar y reivindicar nuestros derechos como cultura y como pueblo", afirma.

Valores y derechos

En peligro de extinción

Según el gobierno colombiano en el país hay 87 pueblos originarios, aunque para la Organización Indígena de Colombia en realidad existen 102.

Y, según la Corte Constitucional, hay 35 pueblos indígenas en claro peligro de extinción por causa del conflicto y el desplazamiento.

Los pueblos mencionados por la Corte en los autos 004 de 2009 y 382 de 2010 son los Wiwa, Kankuamo, Arhuaco, Kogui, Wayúu, Embera-Katío, Embera-Dobidá, Embera-Chamí, Wounaan, Awá, Nasa, Pijao, Koreguaje, Kofán, Siona, Betoy, Sicuani, Nukak-Makú, Guayabero, U’wa, Chimila, Yukpa, Kuna, Eperara-Siapidaara, Guambiano, Zenú, Yanacona, Kokonuko, Totoró, Huitoto, Inga, Kamentzá, Kichwa y Kuiva.

El debate tiene todavía más aristas. Bajo la legislación colombiana los pueblos indígenas gozan de varias prerrogativas en materia de salud, educación y autogobierno.

Aunque la otra cara de la moneda es la discriminación que todavía afecta a la mayoría de los indígenas en Colombia.

Y varios pueblos originarios se han visto especialmente afectados por el conflicto interno armado, hasta el punto que la Corte Constitucional determinó que 35 de ellos están en claro peligro de extinción por causa del conflicto y el desplazamiento forzado.

Ésa no es la mayor amenaza que pende sobre los muiscas de Bogotá.

Pero tampoco resulta fácil asumirse como indígena en una metrópoli de casi ocho millones de habitantes.

"Eso es un gran reto, es sufrir la discriminación y el irrespeto por parte de la sociedad mayoritaria, pero también hay una gran satisfacción de volver a rememorar todo lo de los ancestros", dice Claudia Yopasá.

Jorge Yopasá, Cabildo Indígena Muisca de Suba

Para Jorge Yopasá hay valiosa lecciones en las costumbres y tradiciones muiscas.

Y Jorge David Yopasá Cárdenas, de 26 años, cree que toda Bogotá –y de hecho, Colombia- también podrían beneficiarse de esas enseñanzas.

"Nosotros, por ejemplo, hemos hecho un proceso de reivindicación de los antiguos lugares sagrados, como cerros, humedales, ríos y yacimientos de agua, los que hoy se están deteriorando por las grandes construcciones o planes urbanísticos", le dice a BBC Mundo.

Y a la distancia señala algunas de esas fuentes de agua, apenas pequeñas manchas de verde en medio de las numerosas construcciones que hoy ocupan sus tierras ancestrales.

Las tierras que todavía hoy son el hogar de los muiscas.