El primer ministro de Italia, Enrico Letta, intentará salvar su gobierno en los próximos días, pero Italia está inmersa en una tormenta política.

Durante la reciente campaña electoral en Alemania, el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schaeuble, dijo: "El mundo debería regocijarse por las señales económicas positivas que la eurozona emite casi continuamente estos días".

Sus comentarios atrajeron ciertas críticas; después de todo, el término "alegrarse" parece algo inapropiado si se tiene en cuenta que algunos países lidian con una tasa de desempleo juvenil que ronda el 50%.

Otros, como Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, se expresaron en otra línea. "Soy muy cauteloso respecto a la recuperación", dijo, "no puedo compartir el entusiasmo…".

Es difícil saberlo, pero parte de su cautela puede haber tenido raíces en su Italia natal.

Los políticos italianos nunca están lejos de una crisis. La casta política que habita en el Palacio Montecitorio se deleita con la intriga. Italia ha tenido más de 60 gabinetes de gobierno desde la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

Durante un largo período, las idas y venidas de los primeros ministros pasaron inadvertidas. Ya no es así.

Italia es la tercera economía más grande de la eurozona. Tiene una deuda de US$2,7 billones y es el tercer mercado de valores más grande del mundo. Sigue siendo cierto que, pese al Mecanismo de Estabilidad Europeo (el gigantesco fondo de rescate de la eurozona), Italia es demasiado grande para ser rescatada. El país está todavía en recesión, la más larga desde la Segunda Guerra Mundial.

Hace siete meses, Italia libró una contienda electoral inconclusa. No hubo un claro ganador. El presidente del país, Giorgio Napolitano, consciente de que los mercados se podían volver contra Italia, ayudó a forjar una coalición improbable entre la izquierda y la derecha.

Pidiendo a gritos una reforma

Silvio Berlusconi, exprimer ministro italiano

La Corte Suprema ratificó en agosto la condena a Berlusconi por fraude fiscal.

De repente, el Partido Demócrata se vio en una coalición con el partido Pueblo de la Libertad, del exprimer ministro italiano Silvio Berlusconi.

Italia pedía a gritos una reforma. Tenía un sistema político que no funcionaba con una clase política sobrepagada. En la elección, el comediante Beppe Grillo ganó más del 20% del voto con una plataforma para desmantelar la corrupción política.

Durante el mandato del anterior primer ministro, Mario Monti, hubo un intento de liberalizar el mercado de trabajo, pero se necesitaban reformas más radicales.

Hubo un intento de combatir la evasión de impuestos, pero a menudo las acciones parecían trucos publicitarios de alto perfil, en los que se detenía a conductores de Ferraris para pedirles que explicaran cómo podían permitirse esos vehículos.

Sobre todo, Italia necesitaba crecimiento. La economía había estado en línea plana durante una década y acumulado altas deudas. Desde el inicio, la nueva coalición fue un frágil matrimonio, marcado por riñas políticas.

Había concesiones difíciles y diferencias sustanciales. Berlusconi y sus aliados lucharon fuertemente contra un impuesto a la propiedad pero, sin él, hubo un agujero de US$6.700 millones en las finanzas. Otras medidas, incluido un aumento del Impuesto al Valor Agregado, eran necesarias si Italia quería cumplir con sus compromisos de gasto.

Cualesquiera fueran los desacuerdos, Berlusconi parecía entender que los votantes querían estabilidad y no tenía hambre de otra elección.

Tensiones en la coalición

"Si persistiera la inestabilidad y afectara a la eurozona, las autoridades internacionales podrían poner mucha más presión sobre las autoridades nacionales"

Enrico Giovannini, ministro de Trabajo italiano

Una tensa relación surgió después de que la Corte Suprema italiana ratificara la condena por fraude fiscal contra Berlusconi a comienzos del pasado agosto. Esto se traduce en que Berlusconi hace frente a su posible expulsión del Senado, al arresto domiciliario durante un año y a la prohibición de desempeñar cualquier cargo público.

Durante los últimos dos meses, sus seguidores han intentado encontrar un camino para eludir estas sanciones. Ha habido numerosas amenazas de derribar al gobierno, aunque nunca ha estado claro de qué forma puede ayudar algo así a Berlusconi. Por momentos, el gobierno de Letta parecía paralizado.

Al fnal de la semana pasada, Letta concluyó que no se pueden aprobar nuevas leyes si no se resuelve la crisis política. Decidió someterse a un voto de confianza.

Senado italiano

Un comité del Senado italiano decidirá esta semana sobre la expulsión de Berlusconi

Berlusconi no quería esto e instó a cinco de sus ministros a abandonar sus puestos en el gabinete, con lo que destruyó la coalición. Letta lo calificó de "gesto loco" para cubrir los asuntos personales de Berlusconi. Según su punto de vista, no tenía nada que ver con la oposición a una subida del IVA.

El futuro es incierto. Los ministros italianos son recelosos de la respuesta de los mercados. Algunos dicen que si hay un largo período de inestabilidad, las agencias de calificación de crédito degradarán a Italia.

El presidente Giorgio Napolitano dice que sólo disolverá el Parlamento como "último recurso". Está explorando la posibilidad de formar una nueva coalición. Berlusconi quiere una votación "lo antes posible". En su 77° cumpleaños, parece determinado a apostar su futuro a un aumento de su influencia en las urnas.

Letta y NApolitano

El presidente Napolitano desea evitar la convocatoria de nuevas elecciones.

Movimiento arriesgado

Es una apuesta arriesgada. Puede que incluso tenga dificultades para mantener unida a su formación política. Algunos de sus ministros se opusieron al colapso de la coalición.

Es muy probable que asistamos a días de negociaciones para alcanzar acuerdos y que haya un voto de confianza. El ministro de Trabajo, Enrico Giovannini, dijo: "Si persistiera la inestabilidad y afectara a la eurozona, las autoridades internacionales podrían poner mucha más presión sobre las autoridades nacionales".

Era una advertencia de que Bruselas y Berlín pueden empezar a presionar si la crisis de la eurozona regresa.

Tal como ha ocurrido durante el último año, Italia está protegida por la promesa de Mario Draghi de hacer lo que sea necesario para defender la moneda común, el euro. Estas palabras, nunca puestas a prueba, han mantenido a los mercados bajo control, sin voluntad de apostar contra el banco central. Draghi estará observando para ver si la promesa del año pasado todavía disuade a los mercados.

Se ha dicho muchas veces antes que estamos ante el último acto de la carrera de Berlusconi. Su influencia política está en declive y puede que los votantes ya no tengan la voluntad de arriesgar la estabilidad como parte de una batalla sobre sus convicciones legales.

Aún así, una vez más, el futuro de Italia está ligado al drama personal del hombre que se llama a sí mismo Il Cavaliere. Pero si los mercados se vuelven contra Italia, Berlusconi y sus aliados pueden ser forzados a hacer concesiones.