En su último libro, escrito antes de la pandemia, Amin Maalouf concibió un mundo distópico que luego llegó con la covid-19.

Este universo cataclísmico concebido por el escritor franco-libanés no provino de ningún poder adivinatorio, sino de su desesperanza en la dirección que había tomado la humanidad.

"Necesitaba buscar en la ficción la esperanza que ya no puedo encontrar en la Historia real", dijo el autor al presentar su última obra: "Nuestros hermanos inesperados".

Este hombre que pasa la mayor parte de su tiempo en una isla francesa, nacido en el Líbano -país de dejó a los 27 años de edad en medio de una guerra civil- en una familia de origen egipcio, no es solo un escritor de ficciones.

En su bibliografía aparecen trabajos de no ficción fundamentales para entender el mundo árabe y las relaciones Este-Oeste como "Identidades asesinas", "Las cruzadas vistas por los árabes"y"El naufragio de las civilizaciones". Esto lo hace uno de los intelectuales árabes más importantes del Medio Oriente.

Por eso, su visión sobre lo que está ocurriendo en Afganistán es importante.

Hablamos con Maalouf en el marco del Hay Festival de Querétaro, donde presentó su última obra.


¿Lo sorprendió la velocidad con que se desvaneció la presencia de Occidente en ese país y el hecho de que el Talibán haya regresado al poder después de 20 años?

En realidad, no me sorprendí, por -al menos- una razón: las negociaciones del retiro estadounidense de Afganistán fueron hechas solo con el Talibán.

El gobierno afgano no fue parte de ese proceso.

Era obvio que la gente de Afganistán no iba a pelear por un gobierno que había sido excluido y humillado.

Por ese motivo no estoy seguro de que la sorpresa expresada por Estados Unidos sea genuina. Creo que es un tema de relaciones públicas.

Era obvio que los estadounidenses negociaron darle el poder en Afganistán al Talibán; nadie imaginaba al Talibán como un partido mayoritario en una coalición, mucho menos minoritario.

Creo que el presidente [Donald] Trump pateó la situación para después de la elección, si ganaba los comicios ya tenía lo que quería, si perdía la cita electoral era problema de otro.

¿Cómo describiría el rol de Occidente en Afganistán en estos últimos 20 años?

Para mí fue vergonzoso.

Ahora dicen que intentaron, pero que no tuvieron éxito; yo creo que ni siquiera intentaron. Ellos pensaban que estaban construyendo una nación, pero no lo estaban haciendo.

Todo el proceso fue fallido, no porque los afganos no puedan vivir en democracia, sino porque desde el inicio el camino tomado no fue el correcto.

Creo que debió existir una solución local real. Aunque no soy un especialista en Afganistán, pienso que había una posible salida para Occidente sin tener que permanecer 20 años.

Talibanes

EPA
Se estima que los talibanes tienen al menos 60.000 soldados.

Existía una dinastía que era aceptada por los afganos. Derrocada por una revolución en 1973, excluida luego por los soviéticos, podía haber sido el origen de una monarquía constitucional.

Este anciano que vivía en Roma (Mohammad Zahir Shali) podía haber lidiado con los grupos étnicos, con los partidos políticos.

Y los estadounidenses se hubieran dedicado realmente a construir una nación, a partir de levantar escuelas, universidades, caminos y vías férreas. Es decir, ganando los corazones y las mentes de los afganos.

Pero no lo hicieron.

Dicen que gastaron un trillón de dólares, pero ¿en qué? En tropas estadounidenses y en aparatos de seguridad. Todas las opciones incorrectas.

Yo estoy convencido de que en todo país, sea Afganistán, sea Irak, hay mucha gente que quiere vivir en democracia, quiere una vida mejor, educar a sus hijos, una economía floreciente.

Los estadounidenses sabían cómo hacer eso. Fueron excelentes en Europa, en Japón, incluso en Corea del Sur. Hicieron lo que tenían que hacer para que estos pueblos prosperaran.

Pero ahora no tienen, o el conocimiento, o la voluntad, o el respeto por la gente que realmente quiere vivir en democracia y son capaces de hacerlo.

Y no puedes decir que no tienes ninguna responsabilidad. Si eres un poder mundial tienes que asumir tu responsabilidad.

Una vez Colin Powell, como secretario de Estado, le dijo al presidente [George W.] Bush con respecto a Irak: "Tú lo rompiste, ahora el problema es tuyo".

Si uno va a un país y cambia las reglas del juego, tiene una responsabilidad. No puede decir "ahora me voy".

Usted dice que no es un especialista en Afganistán, pero es un experto en identidades, y ha escrito que hoy, para todos los habitantes del planeta, modernización significa occidentalización."Cuando la modernidad lleva la marca del ´Otro´, no es de extrañar que algunas personas enarbolen los símbolos del arcaísmo para afirmar su diferencia", fueron sus palabras.¿Puede ser que estas palabras describan una "identidad Talibán" tan difícil de entender para Occidente?

No conozco tanto de la historia del Talibán, no más de lo que todos conocemos: su origen en el movimiento muyahidín, su condición de facción radical, su gobierno de extremos.

Creo que ellos no aspiraban a una modernización como otras facciones sí lo hacían.

Pienso que hay elementos dentro del mundo islámico que quieren esta modernización, a veces sin la participación de la religión, otras con aspectos religiosos.

Y creo que mucha gente en Afganistán quería encontrar puntos en común entre sus tradiciones y Occidente. Claro que existen conflictos entre una visión y otra, pero no son irreconciliables.

Desplazados talibanes

Reuters

Mucha gente en el mundo islámico se siente capaz de reconciliar su cultura, sus tradiciones, el alma de su pueblo, con lo que viene de Occidente; esto no es tan diferente a lo que ha ocurrido, por ejemplo, con Japón.

Creo que hay una idea, en mi opinión errónea, de que el mundo árabe e islámico es completamente diferente a lo que conocemos, de que se trata de otra humanidad. Esto no es cierto.

En toda sociedad árabe que he conocido, más allá de aquellos que se abrazan al pasado, hay una aspiración de modernización, pero esta aspiración nunca fue apoyada por Occidente.

Occidente, tradicionalmente y por razones muy distintas, ha apoyado a los regímenes menos progresistas y ha alentado a los grupos religiosos, ideológicos y políticos más radicales.

Y Afganistán es un ejemplo de esto.

Por supuesto entendemos que era la Guerra Fría, que cada bando tenía que usar aliados en contra del otro, pero es cierto que -en un determinado momento- Estados Unidos decidió apoyar a extremistas religiosos en Afganistán.

Un día estos extremistas fueron abandonados, porque -como suele ocurrir con Occidente- el gobierno estadounidense prestó atención a otras regiones y a otros objetivos.

Y luego tuvo que volver después de los ataques del 11 de septiembre.

El día que el último soldado de Estados Unidos dejó Afganistán yo miraba en Twitter a varios de mis colegas y amigos en Occidente expresando su preocupación por el futuro de las mujeres afganas y de la educación y la cultura en ese país.De golpe me encontré con un tuit de un comandante Talibán que celebraba "la liberación de las cadenas de la ocupación extranjera" y recordé lo que usted había escrito en "Las cruzadas vistas por los árabes": la idea de que existe "otra historia".¿Comprendemos en Occidente qué motiva al Talibán?

Bueno, yo también estoy preocupado por lo que va a pasar con las mujeres en Afganistán y con la población en general.

No haría una dicotomía entre nuestra visión y la visión del Talibán. Yo creo que uno debe ver a la Historia desde muchos puntos de vista.

El otro lado no es un solo lado. Los grandes perdedores en Afganistán son los que querían una sociedad abierta y democrática.

Ghazni

AFP

Uno de los problemas es que los estadounidenses no lograron convencer a la mayoría de la población afgana de que estaban ahí para construir algo valioso para su nación.

Todavía recuerdo la cantidad de veces que bombardearon bodas en Afganistán y después decían que fue un error. Pero no fue un error, no fueron dos errores, fueron docenas de errores de esa naturaleza.

Ellos crearon una reacción de rechazo a su presencia en el país que fue utilizada por el Talibán. Si hubieran sido cuidadosos a lo largo de estos años, si no hubiesen antagonizado a la gente, pienso que el Talibán no hubiera regresado.

Regresando a su último libro, usted lo escribió antes de la pandemia, pero anticipó varios de los aspectos que vivimos en la cuarentena.Y al momento de publicarlo usted expresó su pesimismo con respecto a la dirección en la que se dirigía el mundo.¿Hay algo en la forma en que, lentamente, estamos dejando atrás la pandemia, que le haya dado esperanzas?

Justo antes de la novela yo había escrito un libro sobre la situación en el mundo ("El naufragio de las civilizaciones") en donde decía que nos dirigíamos hacia la catástrofe. Y la novela fue una forma de balancear esta idea.

La imagen que tenía en la mente, y que aún tengo, es la del Titanic dirigiéndose hacia el iceberg. Y en la novela imaginé una suerte de milagro que nos salvara de todo lo que hemos hecho mal en estas décadas.

¿Ha cambiado mi idea con la pandemia? En ciertos aspectos.

Lo que hemos tenido este último tiempo es una pausa mundial, tiempo para parar y reflexionar. Y esto no ocurre muy seguido en la Historia: tener al mundo en suspenso, con la oportunidad de mirar a nuestro alrededor y preguntarse hacia dónde vamos.

Militares afganos

EPA

¿Vamos a aprovechar esta pausa? Creo que mucha gente lo va a hacer. ¿Será suficiente? Pienso que las cosas se pondrán peor antes de mejorar.

En el corto plazo vamos a tener problemas en todos los niveles: con el clima, con las relaciones internacionales, con la carrera armamentística.

Pero en algún momento tendremos que despertar y darnos cuenta de que tenemos un solo planeta.

En este tiempo de pandemia hemos tenido científicos corriendo contra el reloj para encontrar una vacuna y personal médico combatiendo en la primera línea contra la enfermedad.¿Ha encontrado usted algún Alec o alguna Eve, los personajes principales de su libro, en estas historias?

Hay muchísimos héroes anónimos en este tiempo.

Pienso que una de las cosas más importantes en la pandemia es la importancia que han cobrado los temas médicos.

Creo que hemos incorporado una obsesión con el tema de la salud que no va a terminar con la pandemia, y que es muy importante para nuestro futuro.

Esa obsesión está presente en la novela, pero no imaginé que llegaría tan pronto.

escritor

Getty Images

Me parece que de aquí en adelante nuestra principal preocupación será cómo enfrentar enfermedades y preservar la vida. Y eso puede ayudarnos a entender qué es lo importante.

Al final del libro un personaje dice "tenemos un solo enemigo: la muerte".

El enemigo no es el otro, no es otra nación, el enemigo de toda la humanidad es la muerte.

Y quizás la pandemia nos ayude a entenderlo.

Un aspecto de la pandemia, vinculado al tema de la salud, es la presencia de grupos que no han creído en la medicina, ni en las vacunas, lo cual no ha contribuido a superar la situación.¿Por qué cree que han cobrado tanta fuerza estas identidades de la conspiración?

Yo lo veo como una lucha entre racionalidad e irracionalidad.

Pensamos que todo es racional, pero siempre habrá islas de irracionalidad, en toda sociedad y en cada persona.

Y debemos tratar esta irracionalidad con amabilidad, no con agresividad ni con arrogancia. Tenemos que explicar, no mandar a callar. Tenemos que ser pedagógicos.

La resistencia a las vacunas se remonta al origen de las vacunas. Gente que se preguntó cómo se podía inocular una enfermedad para combatir una enfermedad.

No es una idea obvia. Y este aspecto tiene que ser explicado una y otra vez.

Otro aspecto es que mucha gente se siente completamente abandonada y perdida en un mundo que se mueve tan rápido.

Entonces tenemos que detenernos y explicarles a estos grupos que son parte del mundo, que no son marginados y que no tienen que permanecer en los márgenes de la sociedad.

Y hay otro elemento que me parece importante. Estamos en un mundo de comunicaciones. Demasiada comunicación. Y los políticos no construyen políticas, se apoyan en las relaciones públicas.

Talibanes

BBC

Muy seguido la gente reacciona a esta forma de presentar la realidad, que parece muy eficiente, con la sensación de que todo es una basura. Y a veces lo es.

Porque los políticos nos venden derrotas como victorias. Y si uno se da cuenta de que se trata de una derrota lo acusan de conspirador.

Y no podemos llamar conspiración a todo lo que va en contra de las relaciones públicas. Esta es una misión de la comunicación en general y del periodismo en particular.

Mira lo que ocurre en Afganistán. Nos dicen "no podemos permanecer indefinidamente en una guerra eterna". Esa frase es de relacionadores públicos. No tiene sentido. La pregunta es cómo peleaste esa guerra.

Otra frase hecha: "gastamos un trillón de dólares". ¿Pero en qué?

Debemos ir más allá de esta clase de comunicación para recuperar la confianza de la gente sana. Algunos no están sanos y no los vas a poder convencer.

Pero hay otros que sinceramente ya no creen en lo que escuchan. A ellos tienes que recuperarlos.


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