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Hillary Clinton saluda a Bernie Sanders, en uno de los momentos más comentados del debate demócrata.
Si algo demostró el primer debate demócrata es el beneficio de no tener más de una docena de candidatos entre quienes distribuir el tiempo y, sobre todo, no tener en el grupo a alguien como Donald Trump.
Los cinco aspirantes a la candidatura demócratas para la presidencia (Hillary Clinton, Bernie Sanders, Martin O’Malley, Jim Webb y Lincoln Chafee) tuvieron dos horas para contrastar sus propuestas para tratar los problemas de Estados Unidos.
Es algo que no ha podido hacerse en los dos debates entre los 16 precandidatos republicanos, en parte por el gran número de participantes y en parte por el efecto Trump, que ha hecho de la campaña un torneo de personalidad plagado de insultos y declaraciones grandilocuentes.
En contraste, Clinton y Sanders dándose la mano, sonrientes y solidarios, en un momento del debate presidencial demócrata, resume el tono de lo que vio la noche del martes en Las Vegas.
En el evento organizado por la cadena de noticias CNN y Facebook, no hubo insultos, zancadillas, cuchilladas traicioneras, ni sangre que llegara al río.
Tampoco hubo sorpresas, pero puede decirse que lo que pasó en el escenario de Las Vegas metió la campaña electoral por la nominación demócrata para la Casa Blanca en una nueva fase.
Dominio Clinton-Sanders
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Como era de esperarse, Bernie Sanders y Hillary Clinton dominaron las acciones.
Como se esperaba, Clinton, exsecretaria de Estado, ex senadora y ex primera dama, y el senador Sanders dominaron el careo.
Ambos concentraron la mitad de las dos horas que duró el debate, mientras que entre los otros tres -el exgobernador de Maryland Martin O’Malley, el senador Jim Webb y el exsenador Lincoln Chafee- sumaron 41 minutos.
Desde su podio central, flanqueada a su derecha por Sanders y a su izquierda por O´Malley, Clinton salió reforzada en el liderazgo del que goza en las encuestas, a juzgar por los primeros sondeos realizados por los medios de comunicación.
Pero Sanders también ganó, porque por primera vez tuvo una plataforma nacional para proyectar ese estilo "revolucionario" que ha estado cautivando a las miles de personas que acuden a sus presentaciones públicas y que lo ha convertido en la sorpresa de la campaña.
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Con sólo cinco candidatos en disputa, hubo mayor tiempo para elaborar los temas del debate.
Una demostración del buen efecto que para la campaña de Sanders puede haber tenido el debate se ve en cómo su nombre fue el más buscado en Google la noche del martes.
Puede decirse que eso es indicativo de que su nombre resuena menos que el de la exsecretaria de Estado, quien se beneficia además del ascendente que su esposo Bill todavía tiene entre los demócratas.
Pero la encuesta realizada por Facebook al final del encuentro, aunque no pretende ser un estudio científico y riguroso de opinión pública, colocó al senador por Vermont como ganador absoluto, con el 75% de los votos. Clinton logro el 13%.
Al final, el debate fue la amable presentación simultánea en televisión nacional de dos estilos: ese "revolucionario", más apasionado, de Sanders y la propuesta de cambios "pragmática" que hace Clinton.
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Sanders enfrentó la crítica que le hacen, particularmente los sectores conservadores y el partido Republicano, de ser un "socialista", palabra que tiene malas connotaciones en la jerga política estadounidense.
Explicó que el suyo es un "socialismo democrático" que se inspira en los países nórdicos europeos, quizá por si acaso alguien está pensando más en Cuba, Corea del Norte o la desaparecida Unión Soviética.
Sin embargo, su constante ataque contra los "ricos" y "superricos" y la promesa-amenaza de elevar impuestos a los multimillonarios y grandes corporaciones pueden hacer que muchos lo vean con desconfianza independientemente de que también admiren a Dinamarca.
"Basta de emails"
La amabilidad imperante no quiere decir que, contrincantes al fin, no trataran de aprovechar errores históricos y debilidades de los otros para promover sus opciones.
Lo más cerca que estuvieron de un choque fue cuando Clinton cuestionó el historial de votos que Sanders ha emitido en contra de propuestas que buscaban limitar el acceso a armas y profundizar controles y chequeos para los compradores.
Sin embargo, el tono cordial que caracterizó el encuentro lo simbolizó Sanders cuando dijo que el país "está harto de los malditos emails" que persiguen a Clinton.
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La candidatura de Sanders ha despertado la atención del electorado demócrata.
"Basta con los email, hablemos de los verdaderos asuntos que afectan a los estadounidenses", dijo Sanders en referencia al tema de las comunicaciones electrónicas que tuvo siendo secretaria de Estado y sobre las que deberá responder la próxima semana ante un comité del Congreso, que investiga si puso en riesgo la seguridad nacional al usar un servidor privado.
La sagacidad de Clinton quedó demostrada por la manera cómo se manejó a lo largo del debate, con natural tranquilidad que corresponde a una persona de su amplia experiencia política.
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Entre los demás candidatos, O’Malley parece haber sido el que más perdió, pues no logró presentarse como una opción suficientemente "presidenciable" en lo que muchos consideraban que era su oportunidad de trascender a lo nacional.
Por su parte, ni Webb ni Chafeee tuvieron oportunidad de engancharse en las discusiones, en parte porque la dinámica del debate y la moderación se empeñaban en centrarlo en Clinton y Sanders, una queja que un visiblemente molesto Webb hizo un par de veces.
Con todo y las quejas de Webb el debate demócrata contrastó con los republicanos por la posibilidad que ofreció a los candidatos de tocar con más tiempo y mayor profundidad varios temas de la agenda política.
Además, los aspirantes demócratas no tenían que preocuparse por atacar o defenderse del compañero del podio de al lado, como sucede con los que tienen que lidiar en esos eventos con alguien como Trump.