Alexander Lukashenko este domingo.

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Alexander Lukashenko se encamina hacia su sexto mandato consecutivo.

"Mi posición y el Estado nunca me permitirán llegar a ser un dictador… pero gobernar con estilo autoritario es una característica mía y siempre lo he admitido".

Eso dijo Alexander Lukashenko en una entrevista en la radio bielorrusa en 2003. No en vano, sus críticos consideran que está al frente del último régimen autoritario de Europa.

Lukashenko, de 65 años, lleva gobernando el país desde 1994 y ahora se encamina hacia su sexto mandato tras ser declarado ganador en las elecciones del domingo.

El escrutinio oficial le da al mandatario más de un 80% de los votos mientras a su principal contendiente, Svetlana Tikhanovskaya, poco más del 9%.

Pero el resultado de las elecciones ha desatado las mayores protestas en su contra en años y la oposición no reconoce su victoria, alegando que hubo fraude.

Miles de manifestantes se echaron a las calles tras conocerse las primeras encuestas a pie de urna y entonaron cánticos contra Lukashenko y su gobierno.

La policía respondió con detenciones y granadas aturdidoras, balas de goma y cañones de agua contra los indignados.

Svetlana Tikhanovskaya durante una conferencia de prensa este lunes.

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La candidata Svetlana Tikhanovskaya reemplazó a su marido, Sergei Tikhanovsky, un famoso bloguero que fue encarcelado y su postulación vetada.

Para Tikhanovskaya, las protestas ya son una victoria en sí misma. "Hemos ganado porque hemos vencido al miedo, la apatía y la indiferencia", declaró.

Lukashenko y su "estilo autoritario" lo ha llevado a gobernar controlando los principales medios de comunicación, marginado voces críticas, y persiguiendo y encarcelando a sus oponentes políticos.

Desde el inicio de la campaña electoral, en mayo, más de 2.000 personas han sido detenidas, según el Centro de Derechos Humanos Viasna.

De hecho, Tikhanovskaya se presentó como candidata después de que su marido, el popular bloguero Sergei Tikhanovsky, fuese encarcelado y por tanto vetado de postularse.

Valery Tsepkalo y Viktor Babaryko, otros dos contendientes de Lukashenko, también fueron inhabilitados para presentarse a los comicios.

La policía lanzó granadas aturdidoras contras los indignados en Minsk.

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La victoria de Lukashenko desató las mayores protestas en Bielorrusia en años.

Ahora, bajo más presión social que nunca, Lukashenko se perfila a un nuevo mandato.

En BBC Mundo repasamos la consolidación en el poder del que muchos detractores llaman el "último gran dictador de Europa".

Orígenes y vida privada

Lukashenko proviene de una familia humilde. Fue criado por una madre soltera en un pueblo pobre del este de Bielorrusia.

Está casado con Galina Lukashenko, con quien tiene dos hijos adultos: Viktor y Dmitry.

En 2015, aseguró en una entrevista que no tenía intención de divorciarse de Galina, a pesar de que llevan décadas sin vivir juntos.

Tiene un tercer hijo, Nikolai, quien nació en 2004 producto de su relación con su antigua doctora personal Irina Abelskaya.

Consolidación política

Lukashenko, quien sigue siendo un nostálgico del desaparecido bloque soviético, era director de una granja estatal de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

Cuando en 1991 se produjo un intento fallido de golpe de Estado contra Mijaíl Gorbachov, Lukashenko fue de los que apoyó las corrientes más férreas del comunismo.

Lukashenko en 1995, un año después de llegar a la presidencia.

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Lukashenko es un nostálgico de la desaparecida URSS y en su momento apoyó las líneas más duras del comunismo.

Su primera victoria presidencial se produjo en 1994, después de liderar una campaña anticorrupción en el Parlamento bielorruso.

Diez años más tarde, en 2004, organizó un referéndum para suprimir el límite de dos períodos presidenciales, asegurándose la posibilidad de ser reelegido para gobernar Bielorrusia de forma indefinida.

En las elecciones de 2010, ganadas otra vez por Lukashenko, siete de los nueve candidatos presidenciales fueron arrestados.

Cinco años después, en 2015, asumió su quinto mandato con el 83% de los votos, en medio de reclamos y numerosas denuncias.

Ese año, la escritora bielorrusa Svetlana Alexievich, ganadora del Premio Nobel de Literatura, advirtió que su país es una "dictadura blanda". Lo vinculó a la era soviética y dijo que no era de fiar.

Heridas de guerra

Por más de dos décadas, Lukashenko ha tratado de convencer a los 9,5 millones de habitantes de Bielorrusia de que él es la mejor garantía de estabilidad y protección nacionalista.

Este mensaje sigue calando en muchos bielorrusos de mayor edad.

Lukashenko tras dejar su voto en su centro electoral.

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El discurso de Lukashenko sigue calando en buena parte del electorado bielorruso de mayor edad.

El país había quedado devastado por el avance nazi en la Segunda Guerra Mundial y perdió a casi un tercio de su población.

De ahí que el discurso antiextranjero y orgulloso de las fuerzas de seguridad nacional haya funcionado tan bien en muchos votantes.

En 2005, el gobierno del entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush, calificó a Bielorrusia como "la última dictadura que quedaba en el corazón de Europa".

Lukashenko no rehuye de esas críticas.

De hecho, en una ocasión advirtió que cualquiera que participara en una protesta opositora sería tratado como un "terrorista".

"Les torceremos el pescuezo de la misma forma que a un pato", añadió.

Bielorrusia es el único país de Europa donde la pena de muerte sigue vigente.

Pancarta pidiendo libertad para "presos políticos" en Bielorrusia.

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Varios candidatos a la presidencia han sido encarcelados y vetados de postularse.

En los últimos años, sin embargo, la crítica a los métodos de Lukashenko se ha extendido hacia otros gobiernos.

Desde occidente se ha denunciado las acciones de Vladimir Putin en Rusia y de Viktor Orban en Hungría por perseguir oponentes y buscar extender su poder de Estado.

Sin miedo a la covid-19

La crisis del coronavirus ha alimentado la tensión política en Bielorrusia por la forma en que Lukashenko la ha afrontado.

Sus oponentes consideran que su actitud temeraria es un síntoma de que está ajeno de la realidad.

A finales de mayo, Lukashenko defendió no haber impuesto cuarentenas en su país.

Aficionados tomándose la temperatura antes de entrar a un estadio de fútbol en Bielorrusia.

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La gestión de la epidemia de coronavirus de Lukashenko creó descontento en buena parte de la población.

"Miren cómo está occidente, con el desempleo fuera de control. Las personas organizan caceroladas porque quieren comer. Gracias a Dios no cerramos el país y evitamos esto", expresó.

En marzo, cuando muchos países europeos imponían confinamientos para combatir el coronavirus, Lukashenko dijo estar "convencido de que sufrirían más de pánico que por el virus".

Además, afirmó que la epidemia se combatía con "trabajo duro, sauna y vodka".

De hecho, cuando toda Europa canceló los eventos deportivos, la liga bielorrusa de fútbol seguía disputándose.

Tensiones con Rusia

En medio de la campaña electoral, los jefes de seguridad de Lukashenko han acusado a fuerzas anónimas rusas de ayudar a sus oponentes y fomentar la agitación social.

Rusia y Bielorrusia han sido aliados durante años. Ambos han llevado a cabo acciones militares coordinadas y la débil economía bielorrusa depende del comercio con su poderoso vecino.

El presidente ruso, Vladimir Putin, junto a Alexander Lukashenko.

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Rusia y Bielorrusia llevan décadas de alianza política y económica, pero la relación se ha enfriado en los últimos años.

Sin embargo, en años recientes, las relaciones se han enfriado desde que Moscú pusiera fin a los subsidios de gas y petróleo.

La pasada semana, las autoridades bielorrusas arrestaron a 33 rusos cerca de Minsk, la capital. Los capturados aseguraron pertenecer a Wagner, un misterioso grupo mercenario ruso activo en Ucrania, África y Oriente Medio.

Rusia negó las alegaciones de Bielorrusia sobre que los detenidos organizaban actos de terrorismo, insistiendo en que solo se encontraban de paso y que su destino era Estambul, en Turquía.

"Mejor ser dictador que homosexual"

Lukashenko no se esconde ante los que lo llaman dictador y autoritario.

En una entrevista en 2003, reconoció que el autoritarismo era su estilo de gobierno y que necesitaba "controlar el país".

Años más tarde, en 2012, la Unión Europea amenazó con sanciones por presuntas violaciones de derechos humanos.

Una de las voces más críticas era la del entonces ministro de Exteriores alemán, Guido Westerwelle, abiertamente homosexual.

Lukashenko, en lo que se consideró una alusión a Westerwelle, afirmó que era "mejor ser dictador que homosexual".

Recientemente, el mandatario dijo que los bielorrusos "no estaban listos para votar por una mujer" y que la "constitución no está hecha para las mujeres".

Sus comentarios provocaron protestas y se vio obligado a explicar que no tenía intención de ser misógino o irrespetuoso.


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