En Miami resulta fácil encontrar a alguien con anécdotas sobre inundaciones.
"El sótano de mi padre se inundó por primera vez poco tiempo después de mudarse a un rascacielos frente al mar en un barrio de Miami Beach llamado Sunny Isles Beach", recuerda la periodista Amanda Ruggeri en un artículo que publicó en BBC Future.
Desde entonces, las conversaciones con su padre sobre el garaje lleno de agua, las calles sumergidas y los charcos a evitar en el estacionamiento del supermercado se han vuelto frecuentes.
La subida del nivel del mar no solo afecta a parajes remotos del Pacífico como Kiribati o las Islas Salomón. Miami es la ciudad costera donde las inundaciones causarán más daños en términos económicos, según un informe reciente de la organización Federación Nacional de la Vida Salvaje (NWF, por sus siglas en inglés).
Con una población que en 2015 crecía a un ritmo del 8% (casi el doble de la media nacional), Florida es el estado de Estados Unidos con más residentes expuestos a los peligros del cambio climático, según varios estudios.
El derretimiento de glaciares en Groenlandia y la Antártida ha provocado que el nivel de los océanos aumente en 3 milímetros cada año desde los 90. En cambio, en Virginia Key, al sur de Miami Beach, las mediciones registradas alcanzaron los 9 milímetros anuales.
Inundaciones en Mar-a-Lago
El mar, que no hace distinciones entre ricos y pobres, consigue colarse en cocheras llenas de BMW y Mercedes como la del edificio donde vive el padre de Ruggeri.
Y de continuar así, dentro de 60 años alcanzará las lujosas paredes del resort del presidente de EE.UU., Donald Trump, en West Palm Beach, llamado Mar-a-Lago. Aunque él no crea en el calentamiento global.
A lo largo de esa línea costera, entre West Palm Beach y Miami Beach hay otros seis edificios residenciales ubicados en Sunny Isles que llevan el nombre del mandatario, uno de los cuales aún le genera ingresos, así como otro complejo residencial en la pequeña ciudad de Hollywood.
"No importa si eres un demócrata o un republicano cuando un vecino te llama para decirte que su jardín está inundado. Al agua no le importa la política. El agua va adonde va", dijo a la BBC Nancy Gassman, responsable de sostenibilidad de la ciudad de Fort Lauderdale, ubicada al norte en la misma franja costera que Miami Beach.
"A quien tiene un problema con una inundación que impacta su calidad de vida y el valor de sus propiedades no le importa de qué tendencia es el político. Lo que le interesa es que la ciudad esté pensando en ello y en que están planificando para hacer algo al respecto", agregó.
La mayoría de zonas pobladas en Miami Beach se encuentran a solo entre 60 y 120 centímetros por encima del nivel del mar.
Pero pese a que los científicos llevan décadas advirtiendo de la subida del nivel de los mares, no fue hasta hace pocos años que la administración pública y el sector empresarial de la zona empezaron a preocuparse por sus consecuencias.
Uno de los motivos es que muchos quitaban importancia al problema. Entre ellos, el gobernador de Florida, Rick Scott, cuya administración llegó a prohibir el uso de la frase "cambio climático" en el Departamento de Protección Medioambiental de la región, según afirmaban antiguos empleados.
Vivir en un pantano
No es necesario esperar para ver las consecuencias del cambio climático. La costa de Florida ya sufre tormentas y mareas extremadamente altas. Entre 1998 y 2005, hubo 16 inundaciones en Miami Beach, según un estudio de la Universidad de Miami. Entre 2006 y 2013, se registraron 33.
El sur de Florida se levanta sobre un pantano. "El único motivo por el que vivimos aquí es que aprendimos a drenarlo, a matar a los mosquitos y creamos el aire acondicionado", señala Jim Murley, quien encabeza la respuesta del condado de Miami-Dade ante los retos del cambio climático.
Sus habitantes realizaron canales para drenar la zona interior y construir en ella. Ahora, estos funcionan como puertas abiertas para las inundaciones ocasionadas por las lluvias y la subida de la marea. También talaron los manglares y nivelaron las dunas de arena, que actuaban como barreras naturales ante el aumento del nivel de las aguas.
"El desarrollo que se ha vivido en la zona durante los últimos 40 o 50 años no ha ayudado. Hemos pavimentado demasiado en los Everglades y demás zonas verdes. Hemos hecho muchas cosas que, en retrospectiva, hubiésemos hecho de forma diferente de haber sabido lo que sabemos ahora", admite el alcalde de North Miami Beach, George Vallejo.
Medidas preventivas
Pero no todo son malas noticias. Municipalidades, habitantes y parte del sector privado se han puesto manos a la obra. Una de las iniciativas surgidas es la plataforma The Compact, que coordina acciones para adaptar la región del sureste de Florida al cambio climático y sus datos han resultado muy útiles para tomar medidas de prevención.
Algunos los están teniendo en cuenta a la hora de plantear nuevas infraestructuras. Como el túnel que va desde el puerto de Miami hasta la carretera I395 inaugurado en 2014. Tiene unas compuertas gigantes que, en caso de huracanes, sellan ambos extremos del conducto.
"Este es un ejemplo de adaptación. Hace 10 años, no las hubiéramos incluido. Lo hubiéramos dejado descubierto y tal vez tendríamos algunos sacos de arena", explica Murley.
Muchos habitantes están invirtiendo en la construcción de diques más altos en sus propiedades y en Fort Lauderdale se han instalado válvulas en los desagües para separar el agua de lluvia del agua de mar.
Una de las medidas que parecen obvias frente al aumento del nivel del mar es aumentar la altura de los rompeolas. Pero no resulta tan fácil hacerlo.
Hasta hace poco, Fort Lauderdale tenía unas normas sobre esto, pero fijando una altura máxima, no una mínima, por razones estéticas. Pero los costos para construir una barrera nueva o elevar las existentes resulta costoso y, además, requiere lograr el apoyo de los ciudadanos.
El año pasado, esa ciudad intentó aprobar una legislación que obligaba a todo el mundo a elevar sus rompeolas hasta una cierta altura para el año 2035. La propuesta fracasó por la oposición de los ciudadanos.
Pero Miami Beach es donde más se está invirtiendo en este tipo de iniciativas. La central de tratamiento de aguas residuales de Virginia Key, que se encuentra al lado del mar, ya había puesto en marcha un proyecto de $500 millones para adecuar sus instalaciones a una nueva ley cuando decidió ampliarlo e incluir en el nuevo diseño medidas de resistencia a tormentas y mareas altas.
Sus autoridades se dieron cuenta de que, al ser una infraestructura planeada para durar al menos 75 años, debían considerar factores como los causados por el calentamiento global.
Miami Beach es la única ciudad que ha adoptado un gran sistema integrado de bombeo como parte de una estrategia de defensa. Se trata de un proyecto de varias fases, que se inició en 2013 y cuyo costo se estima entre US$400 millones y US$500 millones.
Las bombas han ido apareciendo a lo largo de zonas de South Beach como Sunset Harbour, una antigua zona industrial que se ha transformado en un barrio de moda, o West Avenue.
Pero muchas constructoras no piensan en plazos más allá del momento de venta de los inmuebles. Y Florida es uno de los puntos calientes del mercado inmobiliario.
A menos que las autoridades empiecen a obligar al sector privado a incluir medidas de prevención de inundaciones, pocos empresarios invertirán en ellas por iniciativa propia.