La independencia de los bancos centrales fue uno de los ejes del Consenso de Washington, artículo de fe de la ortodoxia neoliberal, máxima inviolable de una responsable gestión de la economía.

La teoría era transparente. Los bancos centrales tenían que manejar la política monetaria nacional libres de la presión del gobierno de turno, siempre proclive a buscar votos con medidas populistas y de corto plazo.

En términos técnicos, el gasto del dinero –política fiscal a cargo del gobierno– debía estar totalmente separada de la emisión del dinero, política monetaria a cargo del Banco Central. El objetivo principal era controlar la inflación, definida como el aumento de precios al consumidor.

Las cosas están cambiando. Con una deuda descomunal en Estados Unidos, Japón y muchos países de la Unión Europea (UE), con tasas de interés en niveles históricamente bajos, con inyecciones de dinero electrónico para sanear el sistema financiero, los Bancos Centrales están teniendo una actitud intervencionista cada vez más teñida por necesidades políticas.

El último caso de este nuevo intervencionismo es Japón. Con un fuerte respaldo democrático de las elecciones de diciembre, el flamante mandatario japonés Shinzo Abe, está modificando la tradicional independencia del Banco de Japón, comprometiéndolo con su gigantesco programa de estímulo fiscal.

"La era de los bancos centrales independientes está tocando su fin (…) No se puede seguir hablando de independencia de los bancos porque estos crean ganadores y perdedores."

Stephen King, economista jefe del HSBC

En defensa de la ortodoxia, el presidente del Banco Central de Alemania, Jens Weidmann criticó duramente esa injerencia política.

"Se ven claras violaciones de la independencia que debe regir a los bancos centrales como en los casos de Japón y Hungría, donde los gobiernos están interfiriendo con la política del banco central y amenazando su autonomía. Esto está llevando a una creciente politización de su conducta", indicó Weidmann.

Al son de la recesión

Desde la contracción crediticia de 2007, la Reserva Federal en Estados Unidos y el Banco de Inglaterra se han lanzado a estimular la economía y apuntalar a los bancos con diversas medidas, entre ellas la aceleración cuantitativa, una emisión electrónica de dinero que procura expandir el crédito para estimular el sector productivo y el consumo doméstico.

Según Ismail Erturk, catedrático de sistemas bancarios de la Universidad de Negocios de Manchester, estas medidas marcan el fracaso del modelo autonómico bancario.

"En un sentido funcional había una relativa autonomía en el manejo institucional. En un sentido ideológico, no. Había monetaristas y no keynesianos. La inflación se definía como control de precios al consumidor y se ignoraban burbujas especulativas bursátiles o inmobiliarias. El resultado fue desastroso", señaló Erturk a BBC Mundo.

No solo desastroso: sigue presente hoy.

Los gobiernos desarrollados se vieron obligados a intervenir ante la caída del Lehman Brothers en septiembre de 2008 para impedir una corrida bancaria y una depresión mundial: el endeudamiento actual viene de ese momento.

Pero ni con aquella intervención fiscal masiva se curó la enfermedad financiera.

Joseph Stiglitz

Joseph Stiglitz dice que "no hay realmente instituciones independientes".

El Banco Central Europeo (BCE) ha prestado más de un billón de euros a los bancos amenazados por deudas impagables incurridas en la época del dinero fácil a las que están fuertemente expuestos instituciones financieras de los países del norte, desde Alemania al Reino Unido.

Según analistas del banco suizo UBS, es perfectamente factible que una serie de cese de pagos de los países o de sus bancos "erosione la posición del Banco Central Europeo y la de sus accionistas, los bancos centrales nacionales".

El porvenir de una ilusión

Una importante corriente de opinión económica considera que la idea misma de independencia o autonomía era una ilusión.

"No hay realmente instituciones independientes. Todas tienen que rendir cuentas. La cuestión es ante quién", señaló en una reciente conferencia en India el Premio Nóbel de Economía Joseph Stiglitz.

En un artículo publicado en el Financial Times, sugestivamente titulado "La era de los bancos centrales independientes está tocando su fin", el economista jefe del HSBC Stephen King apunta en la misma dirección al decir que "no se puede seguir hablando de independencia de los bancos porque estos crean ganadores y perdedores".

Por su parte, en un trabajo sobre la emisión de dinero electrónico o aceleración cuantitativa, el exasesor de la Reserva Federal de Nueva York Zoltan Pozsar y el economista que acuñó el término "banca en las sombras", Paul Mc Culley, directamente sugieren que los bancos centrales trabajen a las órdenes de los ministerios de finanzas para coordinar medidas fiscales y monetarias que ayuden a lidiar con la actual crisis.

¿Y América Latina?

Desde la contracción crediticia de 2007, la Reserva Federal en EE.UU, se lanzó a estimular la economía y apuntalar a los bancos con diversas medidas.

El debate sobre la independencia de los bancos centrales también ha estado a la orden del día en América Latina.

El año pasado Argentina y Bolivia modificaron la ley que gobierna a sus bancos centrales manteniendo el principio de preservación del valor de la moneda –es decir, de la necesidad de evitar episodios inflacionarios que erosionen su valor–, pero añadiendo a su mandato la necesidad de desarrollar políticas que contribuyan al desarrollo económico y social del país.

Estos objetivos tienen distintas realizaciones en los países que han experimentado con un cambio de modelo del banco central desde Ecuador a Venezuela y Brasil.

"En los paises emergentes ha habido siempre una actitud mucho más intervencionista que en los países centrales. En América Latina en particular un objetivo esencial de los bancos centrales es la cuestión cambiaria ante las fluctuaciones que sufren sus monedas. La redefinición de los objetivos que se está ensayando va por el buen camino, pero tiene límites respecto a lo que el Banco Central puede realmente llegar a hacer", indicó Erturk a BBC Mundo.

Estas experiencias fueron duramente criticadas en el primer mundo, tanto por políticos como por los medios, que las tildaron de populismo.

Nadie repite el epíteto ahora que se sugiere abiertamente la necesidad de un cambio de modelo en el mundo desarrollado.