Como siempre sucede el panorama mundial está destinado a cambiar. En estos últimos tiempos se nota el surgimiento de alianzas inesperadas y la reanudación de viejos lazos entre naciones. La duración y el efecto de situaciones coyunturales están sujetos a los vaivenes del acontecer actual y a la influencia de movimientos impredecibles y, no deben ser exagerados, pero tampoco pasados por alto.

No debe extrañar demasiado que Irán establezca ahora algún tipo de vínculo especial con el gobierno de Bagdad encabezado por sus correligionarios chiitas por obra y gracia de la Segunda Guerra del Golfo y el derrocamiento de Saddam Hussein. Irak se encuentra más dividido que antes en regiones, etnias y religiones. Cualquier referencia a ese país obliga a aclarar si se trata de la región autónoma controlada por kurdos, del amplio territorio en manos de sunitas radicales y un autoproclamado califato, o del gobierno de Bagdad, aislado de buena parte de su antiguo territorio nacional y de varios campos petrolíferos.

Se ha ido estableciendo hasta una nueva relación entre el Kurdistán y Turquía ya que se hacen ahora arreglos entre ellos para la exportación del petróleo controlado por los kurdos en Irak, que parece contar para ello con la participación del gobierno de Ankara sin la autorización de Bagdad, cuyo gobierno acusa a Turquía de conseguir así “petróleo barato”.

Es prematuro hablar de una sólida alianza entre Irán y Bagdad o, de un acuerdo duradero entre Kurdistán y Turquía que trascienda aspectos económicos, pero una mirada al mundo de hoy no puede ignorar ese tipo de movimientos y tendencias que no se limitan a un continente o a los temas del islamismo radical y el terrorismo.

Con el fin de la Guerra Fría cambió la geografía de Europa y de la antigua URSS. Así se fundó y luego se expandió la Unión Europea. La América Latina dejó de ser un bloque relativamente unificado con excepción de Cuba y Nicaragua. Se hizo más evidente la influencia de algunas potencias económicas en Asia.

Se habló prematuramente de un fantasioso “mundo unipolar” y lo que puede distinguirse ahora es más bien una heteróclita amalgama de intereses mucho más allá de la vieja división entre capitalistas y comunistas o, entre los imperios y sus viejas colonias. En meses recientes, problemas causados por la división cada día más marcada entre chiitas y sunitas va alterando la correlación de fuerzas en el vasto mundo islámico agitado por guerras civiles y el fracaso de la llamada Primavera Árabe. Pero eso no será todo.

La posibilidad de alianzas entre Siria y Bagdad y, entre ese último gobierno y el de Teherán, pudieran ir preparándonos para contemplar otras situaciones que causarían aun mayor desconcierto y confusión que obligan a gobiernos considerados en el entorno regional como “moderados” a situarse en alguno de los bandos, mientras enfrentan internamente a sectores radicales dentro de sus propios territorios. Son quizás difíciles de predecir las consecuencias que tendría el impacto del alucinante proyecto de creación de un nuevo “califato.” Pero los realineamientos no se limitarán al Medio y Cercano Oriente.

Alejándonos de allí y sin necesidad de buscar casos en todas las regiones, la América Latina es otro de los muchos ejemplos de un mundo que cambia aceleradamente. El panamericanismo al estilo de la OEA y organizaciones afines es cosa del pasado. Además de la variedad de intentos de cooperación entre los países, América Latina es hoy una región que interesa no sólo a Estados Unidos y Europa Occidental, sino que ha atraído a países de otras regiones como China.

Muchos pensaron que aquella “eterna amistad entre Cuba y la URSS”, mencionada más o menos así en la Constitución cubana de 1976 era cosa del pasado. Ahora bien, la vieja Rusia heredera de la antigua URSS no sólo ha condonado el 90% de la deuda contraída por Cuba, asunto que impedía un nuevo acercamiento, sino que ha anunciado un plan de grandes inversiones en el archipiélago cubano y ha dado señales de utilizar a su antigua aliada como base para su expansión económica en América Latina.

De paso, Estados Unidos recibe un mensaje. Rusia no sólo recupera Crimea y amenaza con desestabilizar Ucrania sino que regresa a Cuba y desea penetrar una América Latina que ya no depende predominantemente de los intereses y las decisiones de Washington. Y no se trata ahora del enfrentamiento entre comunismo y capitalismo, sino del regreso a otras confrontaciones; algunas de ellas milenarias, como las de Oriente y Occidente, por citar un caso, y a la inevitable creación de nuevas alianzas ante la presencia de nuevos intereses.

Ya iremos conociendo, con alguna aproximación, los integrantes y los estilos de las nuevas o renovadas alianzas en este incierto panorama internacional que no depende simplemente de ideologías, del paso de una generación a otra, o de viejos tratados escritos para romperse fácilmente.