SAN JOSÉ DE OCOA, República Dominicana.- El barrio San Antonio quedó en silencio. La bachata que se escapaba del colmado sin nombre y que otrora recibía a los visitantes es ahora solo un recuerdo.

Erin Manuel Andújar se acerca con calma a la casa. El azul de su ropa y su gorra contrasta con el fondo iluminado de la calle sin asfaltar y el tono de su piel se hace aún más oscuro a la vista.

Entra sin mediar palabra y se echa en el sofá, apretando los ojos un instante como para aliviar la molestia. Mira por la persiana entreabierta la calle y se para otra vez. El calor del zinc se cuela hasta la sala, en la que un bombillo desprovisto de luz se balancea un poco con el toque de la brisa.

La voz del conocido como el Narco de Ocoa, pasa de un tono calmado a uno imponente y airado al hablar sobre el resultado de la audiencia, en la que se conocería la medida de coerción del ex fiscal José Miguel Cuevas Paulino, acusado de colocarle un arma de fuego bajo su cama.

El recuerdo parece agolpar su mente. Aprieta los puños y se pone de pie, echando un vistazo breve hacia el patio de la vivienda, más allá del piso de la cocina, la cual es ahora territorio de unas cuantas moscas que revolotean entre los trastos y cerca de una bolsa de azúcar morena desparramada en la meseta.

“Le dice a los policías que tumben la puerta. Les digo que les voy a abrir que no me tienen que tumbar la puerta. Cuando abro, me dice: Peña a ti se te va a acabar el estar amenazando a la gente por aquí”

“Cuando él tocó (Cuevas Paulino), me levanté y prendí el bombillo del patio. Le digo (a mi mujer) que me van a allanar la casa", cuenta sobre la noche en que se involucró con el ex fiscal.

“Le dice a los policías que tumben la puerta. Les digo que les voy a abrir que no me tienen que tumbar la puerta. Cuando abro, me dice: Peña a ti se te va a acabar el estar amenazando a la gente por aquí”, cuenta.

Da una vuelta en la pequeña sala y se sienta en una silla del humilde comedor.

“¿Por qué hasta nuevo aviso”, cuestiona. “Me dieron seis tiros y después de que me operaron, antes de la semana me trajeron para conocerme audiencia. Que dejen esa pantalla y ese simulacro con él”, dice a gritos. “Cuando vino a allanarme y a ponerme esa pistola estaba muy bien, de risita”.

Un niño se escapa de una de las habitaciones hacia el patio, ingresando nuevamente a la vivienda al escuchar los alaridos.

Su esposa atraviesa la sala y espanta al chiquillo, quien corre de regreso a la habitación. Se coloca frente al espejo, colgado entre cuadros de la Santísima Familia y del Salmo 23, y se acomoda el pelo.

“Me sacaron de la casa y me esposaron. Cuando iba saliendo dije que revisen que no estoy vendiendo drogas. Al rato dice mi esposa: ven a ver el pistolón que te pusieron. Me llevaron para la camioneta”.

“En mi contra”.

“La justicia de aquí en Ocoa, nada más está en contra mía. Me quieren sacar del aire, no quiero ningún fiscal del diablo aquí en mi casa”, dice a gritos. Los ojos enrojecidos, parecen navegar entre lágrimas que se rehúsan a salir.

Las esperanzas de que se haga justicia, tanto por sus faltas como por las de quienes le persiguen, se esfuman con cada segundo. Hace una breve pausa y nuevamente, la ira se apodera de su garganta. “Si tuviera cuarto, estaría bien pero mira como vivo. Solo quiero ver crecer a mis hijos el tiempo que me queda de vida”.

Un vecino pasa por la entrada de la casa, atraído por el vozarrón y murmura unas palabras de apoyo al llamado Narco de Ocoa.

“Cada vez que me citan al tribunal, voy. Ese hombre está bien, es una pantalla. Es protegerlo que quieren. Si ese hombre agarra un avión y se va ¿se quedó eso así? Y Peña jodido aquí”, dice, dando paso nuevamente a la rabia. “Ya estoy cansado de la justicia de aquí. Aquí nada más la justicia es en contra mía. Como es un procurador, quieren que se quede así. Me tienen harto esta gente”.

Vivir tranquilo.

Andújar guarda silencio mientras recorre la acera de enfrente con los ojos. A lo lejos, el cuchicheo de los vecinos recostados bajo la sombra de un árbol rompe con la calma que impera en la calle. Una risotada explota y se extiende por la zona.

El juez suplente del Juzgado de la Instrucción de la provincia San José de Ocoa, José Manuel Arias, declaró desierta la fecha de la próxima audiencia, la cual será suministrada por los representantes del Ministerio Público, por solicitud de la defensa de Cuevas Paulino, la cual alegó que presentaba serios problemas de salud.

Su rostro cobra un aspecto más sereno y mueve los labios, mientras aprieta con las manos los brazos de la silla.

“Si la cámara no hubiera captado esa pistola, ya estuviera hace rato en Baní”, dice, dando paso nuevamente a la ira. “Ellos lo que quieren es que esté muerto o a mucha cárcel. Que me dejen tranquilo esa gente, que lo que quiero es vivir tranquilo con mi familia: sin persecución de la policía o de la fiscalía”.

No tiene oportunidad un empleo digno, indica, respirando agitado, por lo que actualmente se mantiene de las donaciones que dan algunos familiares, lo que agudiza su frustración.

“Cuando el mundo ve”, comenta, “mira a Peña, que va a buscar un trabajo. ¿Crees que me van a dar un trabajo cuando ellos me tienen como el más delincuente… El capo más grande de Ocoa?”.

Andújar se pone de pie y muestra la habitación del centro de la casa, en la que el ex fiscal colocó un arma de fuego bajo el colchón de una cama, ahora desprovista de sábanas.

Nunca había tenido rencillas con Cuevas Paulino, cuenta, con voz tranquila, por lo que sospecha que existe una persecución en su contra a raíz de la denuncia que hizo sobre las irregularidades de la anterior fiscal adjunta Rosanna Rodríguez, y algunos agentes de la Direccion Nacional de Control de Drogas (DNCD), y que causó la destitución de la funcionaria, así como de su superior, Nerys Soto.

“Vino por aquí y por ahí. Revisó en la cocina, abrió aquí. no vio na’ y cogió derechito pa’l cuarto, a meter su macuto”, narra mientras recorre el tramo de la cocina a la habitación. “Si lo hace con la derecha (colocar el arma), no se ve fácilmente”.

Hace una breve pausa y nuevamente, la ira se apodera de su garganta. “Si tuviera cuarto, estaría bien pero mira como vivo. Solo quiero ver crecer a mis hijos el tiempo que me queda de vida”.

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