Miami; Fl.- Para finales del 2016, cinco años después de que Favián Nápoles cruzara a Estados Unidos por el puente de McAllen (TX) sin más amparo que la política “Pies mojados, pies secos", más de 56 mil cubanos indocumentados ingresaron a “la tierra prometida” a través de diferentes puertos, la mayor cantidad desde 2010 según cifras oficiales. A una semana de culminar su mandato, Obama desinfló el último salvavidas al que se aferraban incluso para zarpar las 90 millas de agua brava entre Cuba y Cayo Hueso.
"Lo que no entienden muchas personas (o no quieren entender) es que Cuba es el único país de la región que ha sufrido la imposición de un régimen totalitario por casi seis décadas”, dice Favián, un habanero de treinta años que, tras graduarse, trabajó a modo de intercambio para el régimen de Castro y así pudo saldar su educación en ingeniería automática.
El muchacho, que actualmente reside en Miami, entiende que de eliminar “Pies mojados, pies secos”, la política migratoria implementada en 1995 por Bill Clinton, que les permitía quedarse en el país a los cubanos que lograran pisar suelo estadounidense sin ser interceptados en el mar, asimismo se debería levantar el embargo económico, garantizar sus Derechos Humanos y estimar al gobierno castrista como democrático.
“Las arcas del gobierno se engrosaban a mis expensas, mientras las casas de mi barrio se caían a pedazos y el bus que me llevaba al trabajo pasaba de largo atiborrado por culpa de la mala administración”, recuerda Favián.
En cambio, analistas en política migratoria coinciden en que con la gradual normalización de las relaciones diplomáticas entre Washington y la Habana, este beneficio excepcional concedido a los cubanos resulta obsoleto y es lógico que llegara a su fin.
“Como toda excepción, que deje de existir no necesariamente implica que se trate de algo negativo”, dice Abel Moreno, abogado de inmigración. Agrega que lo que se busca con la derogación de esta medida es aplicar a los cubanos el mismo trato estipulado con todas las otras nacionalidades.
“A mi lo que me asombra es la reacción negativa de la gente; creo que es producto de la ignorancia”, dice la doctora Yadira Morel, a quien tampoco le hace sentido continuar con la Ley de Ajuste, que a diferencia de “Pies mojados, pies secos”, sigue vigente aunque data de 1966 y es la que permite a los “dry foot” (pies secos) solicitar su green card (residencia) al año y un día de haber ingresado a los Estados Unidos.
“Aquí tenemos problemas económicos que son los que empujan a nuestros nacionales a emigrar”, se queja Morel desde su oficina en Santo Domingo, pues entiende que hay un sinnúmero de países como Venezuela, Haití o República Dominicana en situación similar o peor que la de Cuba.
“Ellos tienen un sistema de salud y educación que inclusive no existe en ciudades Norteamericanas del sur”, dice la doctora en referencia al vecino país marxista-leninista.
Pero para Favián, el sufrimiento del cubano solo lo entiende quien lo vive. Va más allá de lo económico, de la libreta de abastecimiento, de los diez huevos por mes. Para él, el problema radica en el desinterés generalizado de las autoridades en proveer a sus ciudadanos con las necesidades básicas, incluyendo la libertad de pensar y de creer.
“Es que te exijan unirte a las filas de una organización comunista para que puedas conseguir unos pesos más y recibir unos pocos beneficios y honores”, se lamenta. “Es que te prohiban salir o entrar, hablar o callar, hacer o deshacer, mientras predican ‘igualdad’ y ‘solidaridad’. Es que encima de todo, te digan en una plaza que vives en un paraíso socialista donde todos somos felices y tenemos todo garantizado”.
A diferencia de Favián, que forma parte del 52% de los indocumentados llegados luego del 1990, los cubanos de mayor edad, en especial los exiliados tras el triunfo de la revolución, tienden a favorecer la decisión del presidente Obama, pues entienden que la mayoría de “refugiados políticos” abusan de la “generosidad” de los gringos.
“El ‘wellfare’, los cupones de alimentos, los matrimonios por papeles”, enumera Brenda Sperling algunas de las trampas de las que ha sido testigo desde que sus padres la trajeran de Cuba a la Florida hace 53 años, poco después de imponerse el embargo.
Y es que los privilegios para los cubanos en Estados Unidos se extienden incluso hasta los foráneos, sembrando un resentimiento creciente en los nacionales.
“Para un extranjero en busca de la ciudadanía norteamericana, casarse con un cubanoamericano es como sacarse la lotería”, ejemplifica la doctora Morel, pues bajo la Ley de Ajuste, el cónyuge obtiene su residencia permanente inmediatamente y accede a todo tipo de beneficios, desde cupones de alimentos hasta ayuda para vivienda, educación y cobertura médica.
Otros abogados como el colombiano Carlos Aguilar, destacan que con la eliminación de la política de "pies secos, pies mojados" se evitará la muerte de muchas personas que atravesaban fronteras o se lanzaban al mar con la expectativa de cumplir el ‘American Dream’ luego de acogerse a la Ley de Ajuste Cubano.
“No dejarán de intentarlo aunque tengan que vivir ilegales en otros países”, argumenta Favián y aunque asimila que Estados Unidos no tiene obligación alguna con sus compatriotas, piensa que no es delito para ningún ciudadano del mundo desear recibir un salario digno y anhelar una vida decente para su familia.
“Cada vez que un país le abre las puertas a los cubanos, se crea un éxodo masivo”, plantea Favián. “¿Será simple capricho o avariciosos deseos de hacer fortuna?… Dejaré que la historia de miles de cubanos que se perdieron en el intento lo responda”, se responde a sí mismo.
Desde hace una semana, cuando Obama hiciera público el fin de la norma, los isleños que intenten entrar a Estados Unidos de manera ilegal y no cumplan los requisitos para recibir asilo humanitario serán deportados, en conformidad con las leyes estadounidenses y sus prioridades de aplicación.
"El Congreso y el Poder Ejecutivo tienen autoridad absoluta para regular la inmigración en Estados Unidos”, dice el doctor Moreno y añade que en esa autoridad se crean distintos programas atendiendo a las necesidades específicas, las relaciones diplomáticas y la política exterior de cada país.
Pero para los wet foot, a unas horas de la investidura del presidente electo Trump, las historias desoladoras sobran y la esperanza se ha hundido en alguna balsa. Están esos casi 30 mil cubanos que llegaron en los ochenta, pero no pudieron solicitar su residencia por tener antecedentes penales graves.
“Personas que ya tienen su vida hecha en Estados Unidos, familia, que cumplieron su condena, pero tampoco podían ser devueltos a su patria por el embargo y ahora se mueren de miedo”, dice el doctor Moreno.
Están también los que como Favián, aún en la distancia, se muestran orgullosos de su país y de su ‘cubanía'.
“Pues muchos piensan que cuando se critica un sistema de gobierno, se está criticando a la patria, y eso es un error”, admite el muchacho que ha pasado los cinco años que lleva en Miami meditando sobre como ayudar a su familia, hablando de “La perla de Las Antillas” cuando sea y donde sea. Defendiéndola más que cuando vivía allí.
Sin lugar a dudas, el ‘Limbo’ es un lugar bien conocido por los cubanos. Están los que incluso con visa de turista han sido deportados de aeropuertos. Aquellos que vendieron sus propiedades para sufragar los gastos del viaje; los que esperaban agazapados una oportunidad para desertar de una misión oficial.
Están además los que se echaron al mar antes de que trascendiese la noticia, se enterarán si logran pisar tierra y tendrán que salir a flote como el resto de los mortales. Por sus propios pies.