SANTO DOMINGO, República Dominicana.- “¡Ay, se murió Vivian, la mataron, la mataron!”. Este fue el grito desgarrador que lanzó impotente doña Miguelina Castillo, de 70 años, al ver que una columna de la construcción de la segunda línea del Metro de Santo Domingo se desplomó sobre la casa de su vecina, en un caserío del empobrecido barrio de Gualey, en la zona Norte del Distrito Nacional.

Vivian, madre de 8 hijos, se encontraba en su hogar construido con madera y zinc de segunda mano, junto a su pequeña niña de 15 días de nacida. Sus demás descendientes se hallaban en la escuela y otros en los alrededores del sector Gualey, bajo el puente Francisco del Rosario Sánchez (Puente de la 17).

Dos de sus vecinos lograron rescatar a doña Vivian, llena de sangre y sin conocimiento. Su cuerpo había quedado debajo de la enorme columna de hierro que cayó a tempranas horas de la mañana destrozando por completo su casita, según relataron sus vecinos. Salvó su vida porque no recibió el impacto de manera directa.

Debajo de esas cientos de varillas unidas por alambres de hierro se puede observar una cama con rastros de sangre, sillas destrozadas y electrodomésticos despedazados.

“Ahí había una madre recién parida acostada, dijeron que la niña murió; entonces los moradores al ver eso se molestaron e incluso le dieron golpes a un obrero”, relata  Kary Pérez de 37 años de edad y quien espera su séptimo hijo.

Kary lamenta lo sucedido, pero resalta con resignación: “que no haya pasado a mayores y los demás infantes no hayan estado ahí, fue lo mejor”. Explica que Vivian y la bebé fueron trasladadas con graves heridas al hospital Doctor Luis Eduardo Aybar (El Morgan), precisamente un centro de salud estatal que fue declarado en estado de emergencia por los médicos que laboran allí, debido a las carencias en insumos y al deterioro de la planta física.

Con expresión de indignación en sus rostros, los residentes de las casuchas ubicadas debajo del Puente de La 17 (avenida Padre Castellanos), gritaban sin cesar, advirtiendo que fuera movida la pesada columna sin que antes las autoridades encargadas de la construcción del Metro de Santo Domingo busquen una solución, reubicando a las familias en un lugar más seguro.

“Yo tenía un sobresalto anoche, que inclusive a un policía le dije -yo no voy a dormir esta noche porque tengo un sobresalto presiento que va a pasar algo- y sucedió”, agrega Rosario Heredia.

Heredia vio como parte de su casa se derrumbó ante sus ojos, en el momento en que la vivienda de su hermano fue aplastada por completo. Los escombros de la casa destruidas fueron a dar al techo de la casa de la señora Heredia.

“Cuando nosotros oímos ese ruido espantoso estábamos dentro de la vivienda, porque en ese momento mi esposo me trajo una cosa, entonces yo fui y abrí el candado y nos hallamos con ese desastroso accidente”, narra aún sobresaltada por lo ocurrido.

Suspira y expresa su agradecimiento a Dios por el hecho de que su hijo no se encontrara en la casa. "Él acostumbra a sentarse en la parte trasera". El lugar que quedó completamente demolido.

Justo al lado de Rosario, se halla la vivienda de Ruth Pérez quien perdió su negocio de venta de fantasías. Sus mesas y sus productos quedaron atrapados y prácticamente demolidos bajo la enorme pieza de hierro que serviría como columna para sostener parte de los carriles por donde pasará la segunda línea del metro de Santo Domingo.

“Todas mis pertenencias quedaron ahí abajo, la nevera y la computadora de mi hija. ¿Cómo lo vamos a recuperar?”, señala con dolor la señora Ruth Pérez, con un dejo de tristeza e impotencia.

Las sospechas

Bajando los pocos escalones de su casa con piso de cemento, que la protegen de que penetre el agua sucia que corre por el callejón, Ruth dice que desde que empezó la construcción de la obra han pedido el desalojo, por miedo a que ocurran hechos como el de este miércoles, que pudo ser una gran tragedia.

“Ayer hicimos un piquete en la puerta, y Carrasco (el ingeniero Leonel Carrasco, que dirige la construcción del Metro de Santo Domingo) vino aquí. Le enseñamos que las paredes se están abriendo; entonces dijo que iba a venir a repararlas, pero nosotros le dijimos que lo que necesitamos es un desalojo”, indica Ruth.

En varias ocasiones han pedido ser desalojados por temor a sufrir accidentes bajo la construcción de la segunda línea del Metro, aunque no han sido escuchadas sus suplicas.

“Queremos que los encargados de la obra del metro busquen una forma de censar a las personas que estamos debajo del puente y que nos saquen de aquí abajo”, dice Reynaldo Cruz, residente en Gualey.

Critica que cuando es tocado este tema la respuesta de los encargados de la obra es que si acogen sus peticiones tendrán que reubicar a todo el sector de Gualey.

“Ellos van a tener que buscar donde meternos y resolvernos porque esto no puede seguir así. Queremos que ayuden a todos los moradores, que se haga algo por lo nosotros”, asegura.

Las paredes que quedaron menos dañadas lucen agrietadas, ya que los movimiento de las máquinas, que trabajan en la construcción del puente por donde cruzará el metro, causan graves movimientos en la tierra afectando toda estructura en su alrededor.

Incertidumbre

Más de 10 familias expresaron con pesar que esta noche la tendrán que pasar bajo lonas y en medio de sus escombros.

“Ahora vamos a tener que tender unas lonas para dormir, porque no tenemos a donde dormir, ya que nuestras casas están desbaratadas”, destaca Reynaldo Cruz, expresando sus lamentos con las manos en la cabeza.

No sólo les preocupa el “donde dormirán” sino que aún tienen miedo de que algo más les pueda suceder en la zona donde pernoctan. En todos y cada uno se repiten las expresiones de dolor y desesperanza, de quien se siente excluido, abandonado a su suerte en una sociedad injusta.