A las diez de la mañana del lunes 16 de julio, justo como estaba programado, unas tres mil personas atestaban la elegante sala y los pasillos del Aula Magna de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. En el proscenio, un semillero de invitados especiales en el que resaltaban el expresidente de la República, el perremeista Hipólito Mejía; la senadora oficialista por la provincia Santo Domingo y expresidenta del Senado, Cristina Lizardo, y la ministra de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, Alejandrina Germán. El peso del calor humano vencía con facilidad a las unidades climatizadoras; afuera, soleado, aunque, después del mediodía, el cielo se forró con nubes espesas y hubo ventarrones en la capital.   

Presidía el rector Iván Grullón, quien, a ratos, dialogaba con Mejía. Los dos, campechanos sin límites. A su izquierda, Emma Polanco, quien sería envestida en breve como la primera rectora de la más vieja  academia de América, fundada como pontificia el 28 de octubre de 1538, mediante la Bula Papal in Apostulatus Culmine. Cerca de ella, el vicerrector administrativo saliente Editrudis Beltrán, a quien había vencido con cerca del 54% de los votos en la primera vuelta celebrada el 20 de junio de este año.

En las tablas estaban también los exvicerrectores Docente, Extensión, Administrativo y Posgrado, Jorge Asjana David, Rafael Féliz, Francisco Vegazo. Y los sustitutos: Alejandro Ozuna, Antonio Medina, Pablo Valdez y Mauro Canario, y otros invitados.

Abajo, en primera y segunda filas, del opositor Partido Revolucionario Moderno, Milagros Ortiz Bosch, exvicepresidenta de la República y exsenadora; el expresidente del Senado, Ramón Alburquerque. También, el presidente del Tribunal Constitucional, Milton Ray Guevara, y el  miembro de organismo, Víctor Gómez Bergés; el profesor meritísimo de Humanidades, Tirso Mejía Ricart, legisladores y otros.

UN RITUAL FEUDAL

El rector concedió la venia a las conductoras para que iniciaran la ceremonia. Tras ser presentado, el coro de la institución sorprendió desde el balcón e interpretó sin desafine ni trastrueque de letras los himnos nacional y de la UASD, la de “cuatro siglos consagrados”.

Dos o tres del público conformado por profesores, empleados, estudiantes y personalidades invitadas, lo acompañaban. Otros, apenas lo balbuceaban, y otros –se veía a leguas– solo hacían muecas para simular que cantaban.

La ceremonia proseguía con una sequedad que, de momento, hacía pensar en un funeral, y no un funeral al estilo de los “tígueres de barrio”, que –cuando mueren—los bañan con cervezas y camino al cementerio, sus amigos y amigas se ahogan en alcohol mientras le cantan a toda garganta sus canciones favoritas.

Aterraba la solemnidad medieval, pese a que el público era sobre todo joven. Insistían las presentadoras Francia Polanco y Angélica Vargas en que “se trata de una ceremonia solemne”. Pero un brote de risas sacó del rigor a Francia cuando, tras reiterar a los asistentes que no debían aplaudir por la presentación de cada una de las nuevas autoridades porque grababan la actividad “para la historia”, el público hacía lo contrario. No valió. Durante todo el acto aplaudían hasta por capricho.     

No fue así cuando fue presentado el Rector. Se oyó un buuú discreto y algunas palmas. Cuando llegó al podio, Grullón sorprendió con un discurso sin precedentes, tan  breve como un grano de maíz en un gallinero.

“Cuando llegué a la gestión, hace cuatro años y medio, un amigo de Humanidades me dijo que me tocaría el período de las vacas flacas, y no le quise creer porque no era mi deseo. Hoy tengo que admitir que tuvo la razón: me ha tocado el tiempo de  las vacas flacas… Este discurso ha terminado. No hay informes”, comentó escueto ante el micrófono en tono triste y los ojos llorosos. Anunció que ha pasado a Polanco los proyectos que no pudo ejecutar.

A seguidas reiteró que su discurso “ha concluido” porque Emma Polanco es la rectora y el día es para ella. Arrancó aplausos y carcajadas. Y procedió a juramentar a la nueva inquilina del noveno piso de la Torre Administrativa.

La veterana maestra Marcia Corporán, de la Facultad de Ciencias Agronómicas y Veterinaria, leyó un perfil de su amiga de mil batallas, en el cual destacó su condición de madre y pareja; su espíritu de solidaridad, su afán por la formación y la actualización, así como su entrega por más de tres décadas a las aulas universitarias.

Cuando la Corporán terminó, Emma caminó pacientemente hasta el podio, bajo delirantes aplausos. Y así, con calma asiática, pausada, comenzó a leer su discurso. Ella, menuda (no más de 5 pies 3 pulgadas), pero con voz fuerte, comenzó a verbalizar párrafos. Uno tras otro. El público, expectante. De repente, los estruendos coparon todo el salón circular del Aula Magna, donde la fidelidad es perfecta.

Sin estridencia, sin fogosidad, describía la UASD en bancarrota que le entregaban, con un déficit de 52 millones de pesos cada mes en la cuenta de nómina, además de estar plagada de vicios administrativos, carencia de supervisión y falta de transparencia que prometió resolver sin excesos, comenzando con una auditoría financiera y otra de personal (5 mil empleados administrativos, 3,400 docentes). Aunque no quiso terminar sin aclarar que la primada de América cuenta con fortalezas que no tiene ninguna otra institución de educación superior del país, y que eso le ayudará a salir airosa de su gestión que terminará en 2022.  https://www.youtube.com/watch?v=IW4BdoLF31s.

Pasaba del mediodía cuando la flamante rectora terminaba sus ardientes palabras ante su antecesor. La algarabía se imponía. A la salida de la sala, en el pasillo que lleva a las oficinas del edificio de vieja Rectoría vieja, habían montado una tarima con altavoces de alta potencia donde un animador, Luis Pérez, invitaba a festejar el triunfo y a disfrutar un refrigerio. El tumulto era grande. Tan grande como el cuchicheo sobre el duro discurso de esa mujer tan chiquita.