Madrid, 20 dic (EFE).- Las elecciones legislativas de hoy en España dieron al gobernante Partido Popular (PP, centroderecha) un triunfo escaso y diseñaron un nuevo escenario político, en el que las mayorías requerirán amplios acuerdos y exigirán un novedoso esfuerzo de diálogo.
Con el 99,82 por ciento escrutado, el PP del jefe del Ejecutivo, Mariano Rajoy, logró el 28,7 por ciento de los sufragios, que le otorgan 123 escaños en un Parlamento de 350 diputados en el que la mayoría absoluta se tiene a partir de 176.
Los populares perdieron más de 3,7 millones de votos respecto a 2011, aunque mantuvieron la primera plaza por delante del PSOE (socialistas), que tuvieron el 22 por ciento de respaldo y 90 escaños.
Dos partidos emergentes han puesto en cuestión el histórico bipartidismo español: Podemos (izquierda antiausteridad) tuvo el veinte por ciento de los votos con 69 escaños y Ciudadanos (liberales) el 13,9 %, con cuarenta diputados.
El resto de escaños se reparten entre fuerzas nacionalistas y pequeños grupos de izquierda que dejan un Parlamento fragmentado, como nunca en la historia de la democracia española.
Las encuestas ya habían anticipado el final del bipartidismo y la llegada de nuevos actores, que abren la puerta a un período de incertidumbre porque en España no había ocurrido hasta ahora que un partido ganador estuviera por debajo del 30 por ciento de los votos y hasta cuatro fuerzas superaran los cuarenta escaños.
Con la cautela a la que obligan los resultados, todos los líderes se mostraron abiertos al diálogo y al acuerdo, necesarios para evitar el bloqueo institucional.
Mariano Rajoy, que fue el último de ellos en hablar en público, dejó claro que, como partido más votado, tiene la obligación de intentar formar gobierno y para ello admitió que "será necesario dialogar mucho".
"Voy a intentar formar un gobierno estable", proclamó Rajoy, para quien España "necesita seguridad, estabilidad, certidumbre y confianza" en beneficio de los intereses generales.
La única opción de mayoría absoluta pasaría por un acuerdo entre PP y PSOE – sumarían 213 escaños – pero esa "gran coalición" es inédita en España y siempre ha sido rechazada como opción por ambos partidos.
El candidato socialista, Pedro Sánchez, a quien las encuestas daban un peor resultado, atribuyó al PP la responsabilidad de formar un nuevo ejecutivo y se mostró dispuesto a "dialogar, debatir y acordar", pero no dio pistas de si ello implicará algún tipo de apoyo expreso al partido gobernante.
Una hipótesis difícil sería que Sánchez intentara aglutinar en torno suyo a fuerzas de izquierda, como Podemos y otros partidos nacionalistas, pero eso tampoco le garantizaría la mayoría absoluta.
El líder de Podemos, Pablo Iglesias, no hizo alusión alguna a esa fórmula y se limitó a celebrar que "se acabó el sistema de turno en España" en alusión a la hegemonía ejercida hasta ahora por PP y PSOE en forma de alternancia en el poder.
El diálogo para Iglesias – que de algún modo ha recogido el testigo de los "indignados" españoles – pasa por "el blindaje constitucional de los derechos fundamentales" como la vivienda, la educación y la sanidad pública, en alusión a una eventual reforma de la Constitución.
El cuarto partido es Ciudadanos, al que los sondeos dejaban en mejor lugar de lo que lo han hecho las urnas y cuyo líder, Albert Rivera, se mostró sin embargo satisfecho de ser el "nuevo centro político" en España y "eje de una nueva transición".
El PP tendrá mayoría en el Senado que, como el Congreso, abrirá sus puertas el 13 de enero.
Unos días más tarde el rey Felipe VI llamará a consultas a los líderes de todos los grupos y de esas conversaciones saldrá la propuesta de un candidato a la Presidencia del Gobierno, que se someterá a un debate de investidura.
Para ser elegido jefe del Ejecutivo, el candidato debe obtener en una primera votación la mayoría absoluta de la Cámara (176 votos).
Si no lo consigue, a las 48 horas hay una segunda votación, en la que ya se requiere mayoría simple (más síes que noes).
En el caso de que el candidato propuesto no consiguiera los apoyos suficientes en la segunda votación, se tramitarían sucesivas propuestas de otros aspirantes con la misma fórmula, previas consultas del monarca.
Pero si dos meses después de la primera votación de investidura ningún candidato obtiene la confianza del Congreso, el rey disolvería las dos Cámaras y convocaría nuevas elecciones. EFE