La República Dominicana ha adquirido, desde hace algunos años, un perfil lamentable como puente del tráfico de drogas hacia Europa y Estados Unidos, y como un país que institucionalmente es frágil en el juzgamiento y la sanción contra los narcotraficantes dominicanos y extranjeros que hacen sus nichos en el territorio dominicano.
Eso explica que Arturo del Tiempo haya encontrado una sombra protectora en ámbitos gubernamentales, y que José David Figueroa Agosto también haya tenido su particular protección oficial. Como también que Quirino Ernesto Paulino haya estado en el Ejército Nacional y que tuviera protección de las más encumbradas autoridades de esa dependencia de las Fuerzas Armadas.
Desde Toño Leña a Rolando Florían Féliz, son muchas las historias de narcotraficantes que han encontrado cobijo o que han podido penetrar al aparato del Estado. Basta recordar las condiciones en que vivía en la cárcel de Najayo el señor Florián Féliz y las actividades a las que se dedicaba, incluyendo que recibía doncellas con la anuencias de las autoridades.
El tráfico y consumo de drogas es una realidad. Como ha dicho el presidente Leonel Fernández, mueve miles de millones de dólares cada año, y tiene un poder de penetración insospechado. Penetra a las Fuerzas Armadas, a la Policía Nacional, a la Dirección Nacional de Control de Drogas, al sistema de justicia, a los partidos políticos, a las instituciones caritativas y el lavado de activos es también una realidad en ámbitos como la construcción, la distribución y venta de automóviles, el turismo, la industria inmobiliaria, entre muchos otros sectores.
Esta semana las autoridades de los Estados Unidos solicitaron la extradición del alegado narcotraficante Oscar Rodríguez Cruz, a quien acusa del tráfico y distribución de varios kilogramos de cocaína. Rodríguez fue apresado esta semana. Sin embargo, la orden de arresto la había emitido la Suprema Corte de Justicia en febrero de este año. Pasaron 9 meses entre la emisión de la orden de arresto y la captura de Oscar Rodríguez.
¿Qué paso en ese tiempo que las autoridades no lo habían apresado? ¿Lo estaban buscando o lo estaban sometiendo a un proceso de inteligencia para determinar nuevas conexiones? ¿Cómo es posible que Rodríguez Cruz tuviera como guardaespaldas a un miembro del Ejército Nacional?
La lucha contra el tráfico de drogas, contra la delincuencia, contra las lacras que azotan a la sociedad tiene que ser auténtica, debe correr sobre rieles seguros y no tener contemplaciones por rangos, amistades o preferencias políticas. Es lamentable que haya gente pensando que este apresamiento se produjo ahora, en plena campaña electoral, porque el detenido y candidato a la extradición había creado un movimiento político, de apoyo a uno de los candidatos presidenciales.
Somos expertos utilizando expedientes en campañas electorales, que desaparecen cuando los fines políticos se obtienen. Y nos olvidamos que esa utilización política hace un daño terrible a la real lucha contra el tráfico de drogas, contra la impunidad y contra la transparencia.
Que se investigue este caso, y que se expliquen las razones por las que desde febrero había una orden de captura que no había sido ejecutada, y que si fuera posible, tratemos de llegar más lejos: si por investigación fuera, es mucho lo que habría que indagar sobre Quirino, Del Tiempo, Figueroa Agosto y muchos otros sujetos conocidos.