SANTO DOMINGO, República Dominicana, (Versión en español de Iván Pérez Carrión).- Con la mejora en la aplicación de las leyes antinarcóticos en México y América Central, las organizaciones de la droga están utilizando cada vez más las rutas de tráfico de drogas a través de las islas del Caribe que habían estado relativamente inactivas desde la década de 1990, según afirman expertos de The Economist en su último análisis.
En el informe se afirma que según fuentes oficiales de Estados Unidos, el 16% de la cocaína que llegó al país el año pasado fue enviada a través del Caribe, 4% más que en 2011.
La República Dominicana, Jamaica y las islas del este del Caribe son lugares de tránsito importantes, como son las islas holandesas de Aruba, Bonaire y Curazao, cerca de la costa venezolana, indica el informe.
A continuación las consideraciones de los expertos de The Economist:
Con la mejora en la aplicación de las leyes antinarcóticos en México y América Central, las organizaciones de la droga están utilizando cada vez más las rutas de tráfico de drogas a través de las islas del Caribe que habían estado relativamente inactivas desde la década de 1990. Según fuentes oficiales de Estados Unidos, el 16% de la cocaína que llegó al país el año pasado fue enviada a través del Caribe, 4% más que en 2011.
Venezuela ha sido un centro cada vez más importante para el tráfico de drogas desde que terminara toda cooperación antinarcóticos con los EE.UU. en el año 2005, con organizaciones de la droga a veces operando libremente y en estrecha cooperación con elementos corruptos de los servicios de seguridad. Desde Venezuela, parte de la cocaína se traslada mediante pequeños aviones a Centroamérica, tomando una ruta en zig-zag, primero hacia el norte y luego hacia el oeste, para evitar el espacio aéreo colombiano. Se detectaron cerca de 120 aviones que hicieron este viaje en 2012. Sin embargo, este número se redujo en un tercio en 2013, lo que refleja un más estricto cumplimiento de la ley en América Central.
Mayor énfasis en el transbordo naval
Gran parte de la cocaína desviada de esta ruta ahora se transporta por mar. La cocaína enviada por contenedores o en la carga a granel, en general, tiene poco impacto directo en el Caribe, pasando directamente a los principales países del mercado. Sin embargo, otro método común es enviar cargas menores entre 50 y varios cientos de kilogramos en “lanchas rápidas” a las islas del Caribe. A partir de ahí, puede pasar a América del Norte o Europa por barco y en barcos de recreo, en los cruceros, y en la carga aérea o marítima, o en cantidades más pequeñas a través de mulas.
La República Dominicana, Jamaica y las islas del este del Caribe son lugares de tránsito importantes, como son las islas holandesas de Aruba, Bonaire y Curazao, cerca de la costa venezolana. Alguna cocaína también se mueve por tierra o por aviones pequeños a Guyana y Suriname, y de allí a Europa y América del Norte, a veces trasladada por pequeños buques de carga u otros medios de transporte que hacen una parada más en el Caribe oriental. Puerto Rico desempeña un papel importante en el movimiento en la ruta, ya que se encuentra dentro de la barrera de aduanas e inmigración de EE.UU.; los departamentos franceses de ultramar de Martinica, Guadalupe y Guayana Francesa tienen una función similar con respecto a Europa.
Las organizaciones más pequeñas y de escala media del tráfico del Caribe pueden tener vínculos directos con las bandas callejeras que se ocupan de la comercialización en América del Norte y Europa. También hay informes de actividad de las organizaciones más importantes; la 'Ndrangheta italiana, por ejemplo, se ha informado que ha estado activa en Guyana y en República Dominicana. Los envíos más pequeños están resultando más difíciles de interceptar, dijo William Brownfield, secretario de Estado adjunto de EE.UU. para Asuntos de Narcóticos Internacionales y Aplicación de la Ley, a la Asociación de Comisionados de Policía del Caribe el 29 de abril, y que la proporción de las importaciones de drogas de Estados Unidos enviados a través de las islas del Caribe se ha incrementado de 4 % en 2011 al 9% en 2012, y el 16% el año pasado.
Para la cocaína destinada a Europa, el porcentaje es mucho más elevado. Incluso las pequeñas cantidades que transitan por el Caribe hasta hace pocos años tuvieron un impacto económico y social significativo, sobre todo debido al patrón de múltiples y repetidas pequeñas partidas. Existen serias preocupaciones de que un aumento del flujo de drogas intensificará estos problemas. Los estados pequeños están mal equipados para interceptar los embarques “rápidos”; las fuerzas de guardacostas son extremadamente pequeñas, y sus pocas naves sufren continuos problemas con la reparación, el mantenimiento y los altos costos de los combustibles.
Los narcotraficantes intentaron en varias ocasiones, y con cierto éxito, penetrar y subvertir a las aduanas, a la policía y a otras agencias de aplicación de la ley. Con una multitud de otros problemas que requieren atención, la voluntad política para enfrentar el tráfico de drogas es desigual.
La marihuana ya no se exporta desde la región en cantidades significativas, pero el comercio intrarregional (y en el país) es significativo, utilizando las mismas organizaciones y infraestructura que la cocaína, pero con un énfasis mucho mayor en la comercialización local y la oferta al nivel de calle. El tráfico de drogas ha facilitado la importación de armas de fuego ilegales, y ha fomentado el desarrollo de las pandillas callejeras, impulsando el crecimiento de la delincuencia violenta, que ha asolado la región.
La Guardia Costera de EE.UU. y otras agencias han tenido cierto éxito en el norte del Caribe, con la incautación de casi 15 toneladas de cocaína desde octubre hasta abril, gran parte de ella por todo Puerto Rico. Más al sur, sin embargo, los esfuerzos de interdicción son esporádicos. Las visitas ocasionales de buques británicos, franceses, holandeses o estadounidenses traen éxitos, pero los principales éxitos de la policía local son pocos.
Mientras tanto, el mercado de la cocaína al nivel mundial es, por su parte, cada vez más diversificado, con un consumo de EE.UU. con tendencia a la baja, en un 30% desde 2007, en la medida que la demanda se desplaza hacia las drogas sintéticas, la marihuana y los medicamentos recetados. Sin embargo, los niveles de consumo están aumentando en otras partes. El uso per cápita en Brasil está ahora cerca de los niveles de Estados Unidos, un mercado suministrado fácilmente por rutas terrestres. La ruta transatlántica a África Occidental, y de ahí hacia Europa y el Lejano Oriente, también está activa, lo que plantea nuevos desafíos para las autoridades en el Caribe.