REDACCIÓN.-La prestigiosa publicación The Economist advierte en un reportaje especial que para detener la enfermedad del Ébola, sobre todo en África, se requiere de un esfuerzo mucho mayor del que hasta ahora se ha venido haciendo en el mundo.
Explica que en septiembre de 1976, científicos en Amberes, Bélgica, recibieron un termo enviado de de Yambuku, en lo que entonces era Zaire, con dos muestras tomadas a una monja que estaba fatalmente enferma. Uno de los viales se había roto, pero después de sacar el otro de un depósito de agua helada, sangre y vidrios rotos, descubrieron que estaban manejando un virus mortal y desconocido. Para salvar a Yambuku de la infamia, nombraron a la infección con el nombre de un río local, el Ébola.
En los 36 años siguientes se presenciaron unas 20 epidemias de ébola. Cada una en un pueblo o una ciudad pequeña en el centro de África, que cobraron en total unas 300 vidas. La crisis de hoy es de un tipo diferente. Ha golpeado a tres países, Guinea, Liberia y Sierra Leona, con una población en conjunto de más de 20 millones de personas. Casi 4,500 muertes se han registrado: el total real es mucho mayor. La epidemia sigue siendo intensa, destruyendo comunidades a su paso. Se ha propagado de forma esporádica a otros países africanos y a España y Estados Unidos.
The Economista resalta que la Organización Mundial de la Salud (OMS) teme hasta 10,000 nuevas víctimas a la semana en diciembre, de las cuales, tal vez el 70% morirá. Su jefe llama a la epidemia “la emergencia de salud pública aguda más grave de los tiempos modernos”. Ahora que el mundo ha despertado ante el peligro, la tarea es impedir que esa cifra llegue a cientos de miles, si no millones. Eso es posible sólo con una colaboración internacional sostenida. Y hasta ahora, la colaboración es algo de lo que la respuesta ha carecido, trágicamente.
Esta vez es diferente
Subraya The Economist que al igual que cualquier epidemia, es mejor interrumpir al ébola en una fase temprana. El virus mata a los trabajadores de la salud al exponerlos a los pacientes que, exudan hasta diez litros de fluidos cargados de virus al día. El número de infecciones parece estar duplicándose cada dos – cuatro semanas. Cuando los trabajadores de la salud se enferman y la infección crece exponencialmente, las defensas de una sociedad contra el ébola son rápidamente superadas.
El Ébola infecta todo. La gente se mantiene lejos de los campos y de los mercados, por lo cual el precio de la yuca ha subido a más del doble y hay riesgo de hambruna
“Esta vez, la respuesta ha sido fatalmente lenta. Una de las razones es que nunca se había visto una epidemia de Ébola en esa parte de África. La enfermedad también puede haber tenido la ayuda de la urbanización y el desarrollo, que refuerzan las conexiones de transporte que facilitan el traslado del virus de las aldeas a la ciudad y la devuelve al resto de un país aun no infectado. Tal vez era sólo una cuestión de tiempo para que el ébola encontrara en su camino un barrio pobre demasiado caótico y amplio para expandirse”, detalla.
Expresa que las recriminaciones deben dejarse para más adelante, y que el esfuerzo ahora debe hacerse en la defensa contra la propagación del Ébola.
Explica que la enfermedad representa sólo un riesgo leve en los países ricos, gracias a que la localización, el diagnóstico y el aislamiento de casos dispersos están dentro del alcance de sus sistemas de salud. Los funcionarios están reduciendo al mínimo la amenaza mediante la inspección de los viajeros, aunque personas aparentemente sanas pudieran estar incubando el ébola.
“Pero poner en cuarentena a toda una parte de África occidental sería a la vez un error, además de inútil. Las fronteras serían permeables. La gente huiría y pagaría sobornos. Y de la misma forma en que el virus ha ido conquistando el oeste de África sin ser detectado, más emigrantes ilocalizables lo transportarían en sus propios cuerpos. Cuando se propagara la epidemia, ¿se le cerraría las puertas a Costa de Marfil y Nigeria? ¿A Dakar? ¿A Mumbai?”, precisa.
Sostiene que la manera de hacer que el mundo sea seguro es reforzar la vigilancia fuera de África occidental y drenar el reservorio de la infección en el continente.
Argumenta que debido a que la enfermedad mata rápido y se extiende sólo a través del contacto directo con fluidos corporales, los pacientes infectan a un promedio de sólo 1.5-2.2 de otras personas. Si se reduce esa proporción, la epidemia se desacelerará; si se puede reducir a menos de uno, va a disminuir.
“La ciencia puede ayudar. Si el módulo de diagnóstico inmediato funciona, los trabajadores de la salud podrán aislar a los pacientes desde el principio, cuando la enfermedad es difícil de diferenciar de la malaria o el cólera. Con el tiempo, las nuevas vacunas podrían ofrecer protección a la población en general, aunque todavía no estarán listas hasta dentro de muchos meses. Además, las primeras dosis deberán ser utilizadas para tratar de garantizar que el personal médico esté a salvo, ayudando así a eliminar la grave escasez actual de personas dispuestas a presentarse voluntariamente como cuidadores”, detalla.
Otras ideas incluyen un nuevo medicamento antiviral. También el suero de los sobrevivientes es promisorio: se podría hacer más para hacerlo llegar a los pacientes. Pero los diferentes tratamientos tienen que ser probados uno frente a los demás otros, en forma sistemática, para ver cuáles funcionan y cuáles no.
Un mal presentimiento
Mientras tanto, el mundo debe esforzarse por darle marcha atrás al ébola mediante métodos ya pasados de moda. La OMS ha fijado la meta: el 70% de los entierros deben ser seguros, y el 70% de los casos aislados de forma local o en clínicas, en ambos casos, por 60 días. Esa es una tarea de proporciones enormes.
El plan fracasará si la gente desconfía de los consejos de salud. Pero el miedo y la desconfianza se propagan incluso más rápidamente que el virus.
Algunas de las personas que tratan de instruir a la población sobre la enfermedad han sido atacadas. Las teorías conspirativas son moneda corriente.
Algunos tratan de evitar el estigma del ébola, fingiendo que han pescado algo más. Hay un mercado negro de certificados de defunción, para que las familias puedan enterrar a sus muertos en tumbas locales.
La buena nueva es que el comportamiento más sano se está diseminando, en la forma que las personas se saludan entre sí, y en los entierros rápidos que evitan los rituales de tocarse y dar besos.
“El plan también fallará sin más centros de tratamiento. Liberia cuenta con 620 camas, pero necesita cinco veces ese número -y la demanda está creciendo de manera exponencial-. Según un estudio, una clínica de 70 camas cuesta US$1 millón al mes para funcionar y necesita dos o tres personas para cada paciente. EE.UU. Gran Bretaña y el Banco Mundial han prometido entre ellos casi US$2 mil millones. Los ofrecimientos están llegando rápido. Si se necesitara más efectivo, se encontrará. Mucho más difícil es conseguir que los centros de tratamiento se construyan rápidamente, sean abastecidos y cuenten con personal”, explica.
La publicación expone que en su desesperación, los planificadores están recurriendo a clínicas improvisadas y capacitando a la población para que los atiendan; una idea es reclutar a los sobrevivientes, que tienen inmunidad.
Indica que por el momento, los pacientes utilizarán más estos centros que los centros adecuados.
“Aun no probados, y obviamente, la segunda mejor opción, su éxito dependerá de lo bien que las autoridades puedan explicar cómo tratar a los enfermos. Nadie puede decir cuán fácil resultará lograrlo, porque nunca se ha intentado”, precisa.
El Ébola infecta todo. La gente se mantiene lejos de los campos y de los mercados, por lo cual el precio de la yuca ha subido a más del doble y hay riesgo de hambruna. Los niños quedan huérfanos, los negocios cierran, se enciende el resentimiento político y tribal. Todo eso sólo hará que el ébola sea más difícil de vencer.
“Es una prueba para el pueblo de África occidental. Pero también es una prueba para un mundo globalizado. Los suburbios de Freetown están más cerca de las calles de Londres que nunca. Algunos, como Cuba y Médicos Sin Fronteras se han puesto de pie. Pero son demasiados los que todavía no lo han hecho”, concluye.