SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Las lágrimas que se dibujan en el rostro, caen como pesadas perlas que se desploman sobre sus manos y su camisa. Cabizbajo, acuesta la mirada sobre el piso de concreto en la angosta morada.
Aprieta una pequeña toalla blanca que utiliza para secar las estelas que dejan las esferas cristalinas que nacen de sus ojos, hinchados y ensombrecidos por las noches de insomnio y la tristeza. Algunos vecinos se refugian del sol vibrante de la mañana bajo un árbol sembrado frente a la casa y miran de cuando en vez hacia el interior, parándose en el marco de la puerta.
“Fue un día como cualquier otro. Llegué a las 11 y pico (de la mañana) del trabajo. Cuando llegué, (Francis) estaba afuera, con los niños. Tenía 14 años, cumplidos el 22 de mayo”, cuenta Hernández Mesa Medina, padre de Francis, quien se suicidó el sábado 12 de julio.
El joven Mesa se une a la triste lista de menores de edad que se han suicidado en República Dominicana y que cada vez es más común entre niños y adolescentes, sembrando el dolor y la angustia en el pecho de los familiares.
Hernández detalla que luego del almuerzo, se preparó para ir a la iglesia, mientras su hijo escuchaba música tranquilamente, sentado en la pequeña escalinata que da al patio, donde un carro marchito y frío descansa en silencio. Comenta que le llamó la atención porque había reprobado algunas materias, sin embargo, indica que lo hizo de forma tranquila, recordándole al joven que debía seguir un camino en el que le permitiera, en un futuro, ayudar a su familia.
Hace una larga pausa y respira profundo para apaciguar el llanto, mirando hacia la calle maltratada, con los ojos poblados de lágrimas.
“Yo siempre me lo llevaba a la iglesia, pero tenía toda la ropa sucia y no me lo pude llevar por eso. Incluso, la mía no estaba muy adecuada para la ocasión, y lo dejé ahí… escuchando música”, describe, señalando hacia el patio, como si lo viera sentado en el peldaño superior de la escalinata.
Recuerda que Francis siempre fue reservado, e incluso, evitó responder las interrogantes hechas por un familiar esa tarde, al mover una bicicleta apostada en la pared del callejón en el cual decidió poner fin a su vida.
Relata compungido que al volver, buscó a su primogénito en la casa de uno de sus amigos, sin éxito. Al atravesar la humilde vivienda y llegar hasta el patio, Hernández y uno de los hermanos del señor Mesa, encontraron el cuerpo del menor.
“Mi hijo se quitó la vida y no me dijo nada. Me dejó solo y me siento destrozado porque no me dejó una carta. Tengo un hueco en mí corazón que solo Dios sabe”.
Los casos.
“Hay un aumento de casos de suicidio en menores de edad. La prevalencia del suicidio (menores y adultos) aumentó hasta llegar el año pasado a trece suicidios por cada cien mil habitantes”, asegura el doctor José Miguel Gómez, ex presidente de la Sociedad Dominicana de Psiquiatría, quien expresa la preocupación del gremio de salud debido al aumento de suicidios entre la población más joven.
En 2013, el número de suicidios registrados de personas de seis a 17 años cumplidos, alcanzó los 46 o el equivalente al 8.11 por ciento de los 567 ocurridos ese año, según estadísticas suministradas por la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), siendo el mes de abril el peor, con ocho suicidios, seguido de julio con siete muertes.
Los varones tuvieron una mayor ocurrencia en estos hechos, con 26 decesos, frente a 20 niñas y adolescentes muertas ese año. Entre ambos, el ahorcamiento fue el principal método empleado, con 33 casos.
En lo referente a las edades, el rango de principal riesgo es el comprendido entre los 15 y 17 años, con 26 fallecimientos; 18 entre 10 y 14 años; y dos, entre seis y nueve años, siendo varones en ambos casos.
Los conflictos familiares, el divorcio, violencia intrafamiliar, doméstica, el abuso de tipo emocional, mental o físico de manera recurrente, bullying escolar o incluso los componentes heredofamiliares, pueden causar en el niño un riesgo de padecer depresión, la que podría ser en muchos casos, no diagnosticada. José Miguel Gómez, psiquiatra.
Entre las principales causas para el suicidio, el conflicto familiar se enfila como la principal razón conocida, con 16 casos. Sin embargo, los motivos de 20 de los suicidios registrados, la mayor parte, son ignorados. A estos les siguen los conflictos pasionales, con cinco; problemas de salud, dos; económico uno; depresión uno; y por adicción a drogas y alcohol, uno.
“Un niño puede tener pensamientos negativos, en los que se siente infravalorado o incomprendido, disminuyendo su autoestima, por lo que este tipo de ideologías podrían iniciar un proceso depresivo que a su vez, puede introducir en la mente de los jóvenes la idea del suicidio”, destaca el doctor Gómez.
Francis queda dentro del grupo cuya partida se encuentra envuelta en un misterio. Hernández narra que pese a que se separó de su esposa hace años, el adolescente, quien vivía con su padre en la calle Anacauita, de Haina, San Cristóbal, siempre preguntaba los motivos por los cuales no reconstruían el matrimonio, algo que había causado tristeza en el joven, a pesar de las explicaciones dadas por su progenitor.
“Me sentaba a hablar con mi hijo y nos sentábamos como dos amigos. No sabía que tenía esas cosas en su corazón. No sé lo que faltó. Me la paso imaginando que mi hijo va a salir de algún lugar y me va a decir: papi, yo estoy aquí, pero mi hijo ya no volverá conmigo”, expresa, superado por el llanto.
"Camino sin regreso".
“Muchas veces, cuando un adolescente se ve presionado o atrapado, a veces no tiene la agilidad mental para solucionar conflictos o manejar problemas y buscan soluciones como estas”, indica el doctor Gómez, quien demuestra su preocupación debido a que el concepto de suicidio puede ser visto por los más jóvenes a través de las redes sociales y la televisión, en las escuelas, e incluso en su sector.
En 2008, el diario El Universal, reseñó que las autoridades mexicanas clausuraron la iniciativa denominada Club suicida, emprendida por “María”, una joven de 15 años, quien recibió la sugerencia de amistades que conoció a través de Internet.
El club estaba destinado a jóvenes como ella, quienes se sentían rechazadas por sus padres, las cuales se reunirían para recibir un frasco con pastillas y una navaja para cortarse las venas. Esto sirve como un ejemplo de la permeabilidad de ideas suicidas en los jóvenes a través de Internet.
Hernández acomoda los calipsos que mantiene al borde de sus pies y se levanta de la silla. Atraviesa el angosto pasillo, cruzando la cocina en la que se amontonan algunos trastos a la espera de ser limpiados. Apunta con el dedo la verja de la ventana en donde Francis emitió su último aliento.
“Se fue por un camino sin regreso”, dice, sentándose en el peldaño de la breve escalinata, mientras revive el momento en el que rescató el cuerpo de su hijo. Aprieta otra vez la toalla blanca que sostiene entre sus manos, en tanto las lágrimas se deslizan por la comisura de sus labios, entre peticiones de fortaleza a Dios para atravesar el momento.
Del pecho brota el dolor y el lamento explota en su garganta, antes de cubrir su rostro con las manos y la toalla, mientras la brisa mueve las hojas verde intenso de un árbol frondoso.
Hernández se incorpora de a poco y regresa a la sala, no sin antes mirar de reojo la ropa del adolescente que se esconde tras una capa plástica y traslúcida, enganchada sobre la cama a medio vestir.
Acomoda el cuerpo sobre la silla y seca las lágrimas con el paño. Toma la foto de Francis y suspira con fuerza, volviendo la mirada hacia la calle, ahora desprovista de los vecinos.
“Le aconsejo (a los padres) que no desamparen a sus hijos en ningún momento, en ningún lugar. Que se sienten a platicar con sus hijos, que no solo sean un padre o una madre, que sean su mejor amigo, que cuando sienta cosa semejante que pase por su mente, se lo pueda decir”.