París, 1 feb (EFE).- Los escándalos sexuales de Dominique Strauss-Kahn vuelven a partir de mañana al primer plano de la actualidad con el juicio en Lille (norte de Francia) en el que el exdirector del FMI está acusado de tener una red de prostitutas a su servicio.
Strauss-Kahn se sienta en el banquillo, imputado por proxenetismo agravado, junto a otros 11 hombres y 2 mujeres que, según el acta de acusación, organizaron un equipo de prostitutas para servir a su apetito sexual nada convencional cuando estaba al frente del Fondo Monetario Internacional (FMI) y aspiraba a disputar la presidencia de Francia.
En el sumario se tiene constancia de una quincena de orgías organizadas en Bélgica, París, Washington o Nueva York, tomando como base de operaciones el hotel Carlton de Lille, entre 2007 y 2011, a las que se dedicaron unos 100.000 euros.
Los instructores interrogaron a 13 prostitutas, que son y serán durante los 18 días del proceso las principales amenazas para el exministro francés de Finanzas, que podría ser condenado hasta a diez años de cárcel y a una multa de un millón de euros.
Estas mujeres -cuatro de ellas se han constituido en acusación particular- describieron a un DSK (las tres iniciales por las que se le conoce) ávido de sexo y con una tendencia muy marcada hacia las prácticas de dominación y próximas al bestialismo.
Pero más allá de esos gustos susceptibles de un juicio moral, lo preocupante para Strauss-Kahn desde el punto de vista penal es que esos testimonios coinciden en que -en contra de lo que él pretende- no podía ignorar que ellas estaban allí por dinero y no por placer.
Los jueces que decidieron llevarlo a juicio señalaron en sus conclusiones que "no sólo conocía el estatuto de las chicas encargadas, sino que era el instigador de esas juergas sexuales".
Y eso porque era él quien había "iniciado y favorecido ampliamente, con total conocimiento de causa, la puesta en marcha de un sistema basado en la complacencia de su red de relaciones para satisfacer sus necesidades sexuales, lo que favorecía así la actividad de prostitución".
Junto a DSK aparecen imputados, entre otros, "Dodo la Saumure", el alias de Dominique Alderweireld, el proxeneta más conocido de Bélgica, propietario allí de varios prostíbulos, pero también el responsable de prensa del hotel Carlton de Lille René Kojfer, o los empresarios amigos del expolítico socialista Fabrice Paszkowski y Daniel Roquet.
Se prevé que Strauss-Kahn tenga en la vista de su parte -para pedir su absolución- a la Fiscalía, que en la fase de instrucción había solicitado el archivo de los cargos que se le imputan, en la línea de sus abogados defensores.
Según sus letrados, Paszkowski y Roquet siempre le escondieron que las mujeres que acudían a las orgías que ellos organizaban estuvieran pagadas y, como dijo uno de sus defensores, una vez desnudas, a ver quién diferencia a una prostituta de otra mujer que no lo es.
Argumentos que se verán confrontados a mensajes de móvil interceptados entre ellos como uno en el que Paszkowski citaba a DSK en Madrid con él y con "material", en lo que los jueces instructores interpretaron que era una metáfora para evocar a las prostitutas.
La caída del personaje público que había creado este economista de prestigio de 64 años comenzó un ya famoso sábado de mayo de 2011, cuando fue detenido y encarcelado en Nueva York, acusado de haber agredido sexualmente a una empleada del hotel Sofitel en el que estaba alojado.
Aunque consiguió evitar un proceso penal y poner fin a las denuncias de la camarera del hotel Nafissatou Diallo al negociar con ella una indemnización de 1,5 millones de dólares, eso le impidió concurrir a las primarias socialistas para disputar las presidenciales en Francia en 2012.
Eludió, por la prescripción de los hechos, las acusaciones de agresión sexual de la periodista francesa Tristane Banon.
Otro escándalo que le persigue es el del fondo de inversión LSK que creó junto a Thierry Leyne, un hombre de negocios franco-israelí que se suicidó el pasado año después de que el proyecto empresarial común terminara en quiebra. EFE