Varias personas que se autodenominan intelectuales han firmado un documento (al que denominan carta) en el que instan al gobierno dominicano a declarar persona non grata al embajador norteamericano Wally Brewster. En el documento acusan al embajador "de crear condiciones adecuadas para depravar moralmente a nuestros adolescentes en las escuelas impartiéndoles clases de sexualidad que tiene como texto básico un manual que invita a los niños y niñas a iniciarse en prácticas homosexuales y lesbianas desde los tempranos cursos de la escuela secundaria".

Los firmantes, no obstante, "respetan y piden respeto para los homosexuales", aunque un par de párrafos más adelante expresan que "esa invitación a la homosexualidad pública [es] una indecencia y falta de decoro que lastima el pudor de la población mayoritaria dominicana que ni comparte las prácticas homosexuales ni practica su sexualidad en ámbitos promiscuos". La típica cuadratura del círculo de quien empieza una oración diciendo "yo no soy racista, pero…"

Mario Bonetti, gestor de la carta homofóbica

El documento es, quiéranlo o no, un manifiesto homofóbico, propulsor de la homofobia y la discriminación a los homosexuales. En otras palabras, y muy a pesar de las posiciones progresistas que los firmantes dicen poseer en los primeros párrafos del documento, los autores de este libelo abundantemente admiten que albergan afectos negativos en contra de la homosexualidad y obtendrían, sin duda, altos puntajes en el Índice de Homofobia de W. W. Hudson y W. A. Ricketts. Lo cual me dice que una buena parte de ellos, si no la mayoría, es probablemente homosexual.

Henry Adams, Lester Wright, Jr y Bethany Lohr han demostrado convincentemente que la homofobia está estrechamente asociada a la excitación homosexual. En su experimento, los autores formaron dos grupos: 35 hombres homofóbicos (es decir, que admiten albergar afectos negativos en contra de la homosexualidad, como los firmantes de la carta), y 29 hombres no homofóbicos. Ambos grupos fueron expuestos a estímulos eróticos explícitos, consistentes en pietaje heterosexual, homosexual y lésbico, al tiempo que la circunferencia de sus penes era monitoreada. Los hombres de ambos grupos exhibieron un aumento en la circunferencia peneana cuando vieron el pietaje heterosexual y lésbico… Pero sólo el grupo de hombres homofóbicos exhibieron un aumento significativo en el tamaño de sus erecciones ante el pietaje homosexual entre varones.

No conozco ninguna de las personas que firmaron el aborrecible documento en contra del embajador Brewster y PROFAMILIA. Sus nombres no me dicen nada. Los sentimientos que confiesan albergar, sin embargo, me dice mucho. Me dicen, por ejemplo, que si pudiera monitorear la circunferencia de sus penes mientras miran pornografía homosexual entre varones, detectaría erecciones. Pero esta es solo una hipótesis.

Los "intelectuales" firmantes hacen una distinción entre el ámbito público y el privado muy reveladora. En efecto: una cosa es la puesta en escena de la orientación sexual en público y otra muy distinta la naturaleza de las fantasías necesarias para lograr una masturbación exitosa. En el fondo, en la privacidad de nuestras habitaciones y cuartos de baño, todos sabemos quiénes somos en realidad.

Netta Weinstein de la Universidad de Essex, autora principal de un estudio publicado en el Journal of Personality and Social Psychology, concluye que "la homofobia es más pronunciada en individuos que sienten una atracción reprimida por el mismo sexo y que crecieron con padres autoritarios que prohibieron tales deseos". De nuevo, no conozco a ninguno de los firmantes, pero tengo la sospecha de que una buena parte de ellos podría concordar con este perfil.

No es mi intención ofender a nadie. La homosexualidad no es ni una falta ni una perversión, de modo que decir que alguien probablemente sea homosexual no constituye un insulto, como tampoco afrenta a nadie decirle heterosexual en su cara. No me interesa en lo más mínimo debatir si la homosexualidad es una instrucción genética o un comportamiento aprendido; igualmente fútil me parecería ponerme a discutir si la tierra es redonda o cuadrada, o si el sol está hecho de hidrógeno o de sueños marchitos. Mi humilde objetivo es llamar a los firmantes a la reflexión y al examen de conciencia.