Publicación del Miami Herald/ Traducción: Iván Pérez Carrión

Estados Unidos.- El gobierno de Haití está haciendo planes para reactivar disuelto ejército del país, una institución culpable de muchos de los peores crímenes perpetrados en el la historia del país. Al mismo tiempo, las unidades especiales de la policía se han utilizado para impulsar las víctimas del terremoto fuera de los campamentos, comenta Jeb Sprague* en un artículo publicado en el Miami Herald del viernes 5 de febrero.

Por otra parte, organizaciones populares y de la sociedad civil del país caribeño están haciendo campaña en contra del retorno a la era de represión duvalierista, una historia sobre la que el gobierno de Estados Unidos debe estar consciente, dada las relaciones del gobierno haitiano con las fuerzas militares y de seguridad de ese país.

La situación dio inicio con la formación militar moderna de Haití bajo la ocupación Estados Unidos entre 1915-1934, el cual se retiró después de asegurarse de que se pudiera confiar en los militares para continuar la ocupación por representación.

A principios de 1960, los marines estadounidenses entrenaron a los Tonton Macoutes, la temida fuerza paramilitar del entonces dictador Francois Duvalier (Papa Doc).

Cuando el hijo de Duvalier, Jean-Claude, se hizo cargo del control del país en 1971, los antiguos instructores marines estadounidenses entrenaron y equiparon a un brutal cuerpo de ejército llamado “Los Leopardos”. Los instructores trabajaron para una compañía de Miami bajo contrato de la CIA y con la supervisión del Departamento de Estado de EE.UU.

Sin embargo, los peores violadores de derechos humanos del país fueron de manera clandestina  con la instauración del primer gobierno haitiano en ser elegido democráticamente en febrero de 1991.

Siete meses después, las fuerzas militares dieron un golpe de Estado al presidente electo, Jean-Bertrand Aristide, y de esta manera, una nueva organización paramilitar y atemorizante, los FRAPH ‒ Front Pour L’Avancement et le Progress Haitien –, se abrió paso.

Sólo después de años de presión popular sobre Estados Unidos y las Naciones Unidas para que actuaran, la democracia de Haití fue restaurada en 1994, disolviendo el ejército del país (entrelazado con los paramilitares), comenzando los procesos judiciales posteriormente.

Sin embargo, los diplomáticos estadounidenses presionaron para la inclusión de algunos exmilitares haitianos en posiciones importantes en la nueva fuerza policial del país.

En un informe de Human Rights Watch, se detalla que Estados Unidos utilizó sectores renovados de las fuerzas de seguridad de Haití contra el movimiento de tendencia de izquierda en el país.

Para el año 2000, un grupo de antiguos soldados conocidos como los “Ecuatorianos” (un grupo de cadetes que habían recibido formación en Quito, Ecuador, que se beneficiaron de las estrechas relaciones con Estados Unidos) demostró cómo la influencia estadounidense en las fuerzas de seguridad de Haití, lejos de reformarlos, había tenido el efecto contrario. A finales de 2000, este grupo puso en marcha una guerra paramilitar de desgaste en Haití.

Con el tiempo, otros se sumaron a apoyarlos, entre ellos, algunos de los más ricos propietarios de las fábricas textiles de Haití, neoduvalieristas, un puñado de funcionarios desleales del gobierno haitiano, una camarilla dentro del Ministerio de Relaciones Exteriores dominicano y el ejército, y muy probablemente algún tipo de apoyo de Estados Unidos y agencias de inteligencia francesas ‒ como los documentos revelados recientemente por la Ley de Libertad de Información y entrevistas con los participantes demostraron –.

Utilizando a República Dominicana como una base, los paramilitares pudieron lanzar sus operaciones asesinas y, en 2004, desempeñando un papel clave en el golpe que derrocó el segundo gobierno de Aristide.

Poco después, 400 miembros de la fuerza paramilitar se insertaron en una policía renovada bajo estricta supervisión de EE.UU., la ONU y la OEA, una información de dominio público gracias a los cables diplomáticos estadounidenses revelados por WikiLeaks.

En estos cables, existe inquietud expresada por la Embajada de Estados Unidos acerca de los paramilitares, pero la policía base nunca fue cuestionada: los hombres que habían perpetrado abusos graves y ayudaron a derrocar a un gobierno elegido democráticamente podrían convertirse en agentes de policía, en lugar de ser considerados responsables de sus crímenes.

Tras el terremoto de 2010 y la controvertida elección del presidente Michel Martelly de 2011, puso en marcha una campaña para volver a crear el ejército del país, con la oferta de financiamiento por parte de Francia y el entrenamiento brindado por Brasil y Ecuador.

El autor concluye con el siguiente llamado a los estadounidenses: “El Congreso (de EE.UU.) debe aumentar la supervisión financiera de la ayuda a Haití asegurándose de que el dinero asignado para las relaciones exteriores sirva para construir, no para socavar la democracia y la justicia, y no para la impunidad de los criminales duvalieristas y sus aliados. Ya es hora de que los ciudadanos de Estados Unidos hagan a sus propios funcionarios responsables de sus acciones en Haití”.

 

*Jeb Sprague es el autor del nuevo libro, El paramilitarismo y el asalto a la democracia en Haití.