Kinshasa, 31 dic (EFE).- La República Democrática del Congo (RDC) cierra el 2019 sin haber puesto fin al brote de ébola que azota el noreste del país, una epidemia que suma 2.232 muertos y cuyo combate se ha complicado de nuevo por la actuación de grupos armados.

El brote declarado el 1 de agosto de 2018 en las provincias de Kivu del Norte e Ituri acumula ya 3.376 personas contagiadas, de las cuales 2.232 han fallecido, según las últimas cifras difundidas este martes por el Comité Multisectorial de Respuesta contra el Ébola (CMRE).

El número de nuevos enfermos y muertos se ha reducido de forma notable y la campaña de vacunación continúa, pero el Gobierno del presidente Félix Tshisekedi no ha podido materializar sus esperanzas de acabar con este brote -el más mortal de la historia del país y el segundo peor del mundo- antes de fin de año.

Dicho objetivo se puso sobre la mesa después del cambio de Gobierno en la RDC, a comienzos de este año, y la subsiguiente renovación de los responsables de la respuesta sanitaria.

La mitigación del brote, sin embargo, se ha visto de nuevo complicada por una reciente intensificación de los ataques de los grupos armados de la zona, especialmente de los guerrilleros Mai Mai o los rebeldes ugandeses de las Fuerzas Democráticas Aliadas (ADF, ligadas supuestamente a la organización yihadista Estado Islámico).

El último gran atentado se registró en la noche de este mismo domingo, atribuido a las ADF, con un balance de 18 muertos.

Estos grupos no solo dirigen sus ataques contra las comunidades locales, sino que los equipos sanitarios que trabajan contra el ébola sobre el terreno también se han convertido en blanco frecuente.

"El año 2019 estuvo marcado por una situación sanitaria difícil (…). El trabajo acometido por los diferentes equipos de coordinación general sobre el terreno, como en otras partes, permitió realizar avances considerables, en condiciones de riesgo que incluso costaron la vida a algunos de nuestros valientes colegas", señaló el CMRE en un reciente mensaje por Navidad.

La oleada de violencia creciente incluso obligó este mes a la Organización Mundial de la Salud (OMS) y a oenegés como Médicos sin Fronteras (MSF) a suspender sus operaciones en algunas zonas para proteger a sus trabajadores.

El recrudecimiento de la violencia generó, además, un fuerte malestar social y obligó a los militares congoleños y a la misión de la ONU en el país (Monusco) a coordinar sus operaciones para tratar de mitigar el problema, ya que la población local les acusaba de pasividad frente a las matanzas.

El virus del ébola se transmite a través del contacto directo con la sangre y los fluidos corporales contaminados, provoca fiebre hemorrágica y puede llegar a alcanzar una tasa de mortalidad del 90 % si no es tratado a tiempo. EFE