Esta serie de tres artículos es un resumen de una investigación sobre la reforma educativa realizada por la autora, en su condición de docente investigadora de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.

Es fácil demostrar que la reforma educativa está lejos de los resultados esperados. Las informaciones y documentos que utilizamos son oficiales y las autoridades son las primeras que tienen datos precisos de cómo va el cumplimiento de metas, aunque se abrume a la población con propaganda de una supuesta revolución. Donde sí hay muchas divergencias es en establecer cuáles son las causas, por qué la sociedad dominicana avanza tan lento en educación y cómo lograremos salir de los últimos lugares en las evaluaciones. La tendencia predominante, tanto entre expertos como en la sociedad en general es apuntar el índice de la culpabilidad hacia los docentes. Existen razones más que suficientes para hacerlo, como vimos en el artículo anterior. Sin embargo, una visión sociológica complica un poco las cosas. La educación es uno de los procesos sociales más complejos, influye y es influida por una gran cantidad de instituciones y sectores, la mayoría de manera directa y en otros indirectamente. Comprender esta interacción sistémica es indispensable para que en el abordaje de un proceso de transformación se tome en cuenta todo el contexto, porque si sólo se actúa sobre unos pocos factores, jamás se lograran los resultados esperados. De hecho, la educación refleja de manera más clara que cualquier otra institución cual es la esencia, el propósito, el camino que define una sociedad.

El diagrama que presentamos en esta página tiene el objetivo de  dar una idea de la situación general que vive la sociedad y la escuela dominicana. Los alumnos son, o deberían ser, el centro, la razón de ser del sistema educativo, acompañados de cerca por otros cuatro actores fundamentales que son: el ministerio, los maestros, la dirección/supervisión escolar y la familia. El diagrama muestra mi interpretación del fracaso de la reforma educativa.

 

  • Un Ministerio de Educación politizado y con débil liderazgo

Como instancia rectora del sistema, el Ministerio carga con la mayor responsabilidad en los resultados de la educación, incluyendo la de liderar y actuar para solucionar los fallos de los demás actores. El factor número uno para cualquier transformación social que se pretenda es el liderazgo y en educación esto es fundamental. Un gobierno comprometido debería enviar el mejor personal de que disponga al Ministerio de Educación, con la instrucción de olvidarse de los intereses políticos.

Tratándose de una institución que en el día a día maneja varios millones de personas entre alumnos, maestros, padres, personal técnico y administrativo, lograr que todos  colaboren para alcanzar los objetivos es ya una tarea titánica que debe recaer en un equipo de personas altamente comprometidas, con las capacidades y habilidades para lograr lo que se quiere, inspirando y movilizando a los demás actores de una manera inteligente, entusiasta y efectiva.

Educación es un ministerio poderoso, cuenta con muchos recursos y es muy deseado por los políticos. Con algunas excepciones, las personas que lo han dirigido tienen las calificaciones suficientes para ocupar la posición. Sin embargo, se ha pregonado una revolución educativa, pero haciendo lo mismo de siempre. El liderazgo es débil, difuso, no se distingue una persona o grupo que lo encarne o  inspire o un movimiento social capaz de encaminar el sistema educativo en la dirección correcta. Las autoridades altas y medias lucen distraídas en ambiciones políticas y económicas, sin energías ni convicción, distantes de la realidad de las escuelas y estudiantes, sin un discurso claro, atrapadas en la administración de un sector difícil, sin una estrategia de transformación.

  • Directores con poco poder y supervisión sin consecuencias

Por más que se hable de regionales, distritos y centros educativos,  todo lo que es fundamental debe ser decidido en la Máximo Gómez. Aunque la descentralización está en todos los planes, en la práctica, a ninguna autoridad le interesa avanzar en esto.  El poder económico y político se mantiene en manos de un pequeño grupo  y es frecuente que buenos directores se vean imposibilitados de actuar en la dirección correcta por las imposiciones que reciben desde arriba. Actualmente, muchos directores y supervisores tienen currículos impresionantes, ganan concursos pero esto no se refleja en sus resultados. Los incentivos se distribuyen por años en servicio y currículos, por tanto, mientras más maestrías y cursos mejor salario. En un sistema educativo en que los incentivos no están relacionados con el aprendizaje de los estudiantes y el incumplimiento y la incompetencia no tienen ninguna consecuencia, no se puede esperar resultados diferentes. 

  • Un magisterio beligerante, con escasa preparación y menores resultados

Todos los indicadores disponibles presentan un bajo nivel del magisterio público en cuanto a dominio de contenidos y logros de aprendizaje. Esta realidad no la niegan ni los dirigentes sindicales y es uno de los aspectos más complejos de la problemática educativa, ya que, tanto en el momento de la entrada al sistema como en la supervisión y permanencia, múltiples factores limitan la voluntad de cambio y ralentizan el proceso de mejora.

La expectativa generalizada de la sociedad es que los docentes cumplan con su función de enseñar a los niños y jóvenes los códigos de la modernidad, preparándolos para la vida en una sociedad extremadamente cambiante, exigente  y competitiva. Pero la inmensa mayoría de los docentes no puede hacerlo porque sencillamente ellos mismos no comprenden, no dominan esos códigos de modernidad, no se manejan en el ámbito superior de la racionalidad intelectual que exige el desarrollo científico, tecnológico, laboral, artístico; tienen una cultura elemental y precaria, la mayoría nunca se ha leído un libro completo, no tienen  capacidad analítica, no pueden hacer cálculos simples.

El sindicato magisterial ha recibido los embates de una gran parte de la opinión pública nacional que lo hace responsable de los pobres resultados de la educación. La verdad es que en gran medida se han ganado su mala imagen.

¿Son justas las demandas del sindicato de maestros?  En la inmensa mayoría de los casos lo son y han contado con amplio apoyo, pero las paralizaciones  frecuentes y prolongadas de la docencia, el despacho temprano de los niños, junto a la ineficacia de las horas de clases,  perjudican tanto a los alumnos de las escuelas públicas que  terminan por recibir un gran rechazo.

  • Una familia, desintegrada y con escasos conocimientos

A la familia, tradicionalmente se le ha asignado una función fundamental en los resultados educativos. Cuando un niño no le va bien en la escuela lo primero que se piensa es qué está pasando en la familia, cual es el seguimiento, el estímulo, el tiempo que le dedican, el ambiente en que vive. No hay dudas de que unos padres con cierta preparación, una familia funcional, un ambiente y espacios propicios, junto a las compensaciones y castigos correspondientes, hacen una diferencia en el éxito escolar.

No hay que extenderse mucho para  describir la realidad familiar dominicana.  Además de la pobreza que consume la mayor parte de las energías, tenemos altas cifras en madres solteras, embarazo adolescente, feminicidios, muerte materna, divorcios, a lo que se agregan los casos dramáticos de aquellos que viven sumidos en la violencia, la delincuencia, las drogas, las enfermedades. La realidad es que la mayoría de los padres y madres no tienen el nivel educativo, ni los conocimientos para ayudar a sus hijos con las tareas, no importa cuánto les reclamemos que cumplan esa función. A esto hay que sumar la creciente integración de las mujeres al trabajo fuera del hogar, lo cual reduce al mínimo el tiempo disponible para revisar tareas escolares.

En el mediano y largo plazo, la realidad de la mayoría de las familias dominicanas no presenta muchas posibilidades de una integración efectiva a la educación y a una colaboración estrecha con la escuela, por más que esto siga siendo una aspiración. Mientras a los niños de las escuelas públicas, a los más pobres,  se les envíe para los hogares con las tareas sin realizar, sin tener espacios, bibliotecas, personas que los ayuden o ambiente propicio para el estudio, confiando en que alguien va a cumplir esa función,  los resultados seguirán siendo malos.

Un modelo económico basado en mano de obra barata. La economía dominicana explica en gran medida el mantenimiento de la baja calidad de la educación y el débil respaldo a la reforma educativa. Con lo que ofrece el sistema educativo es suficiente para proporcionar los profesionales, técnicos y obreros calificados que demanda la economía y sobra para exportar. No es extraño que muchos jóvenes con alta preparación estén emigrando en busca de mejores oportunidades de vida.

Con un modelo económico que se ha exhibido ante el mundo como un éxito en  crecimiento, la preocupación por la calidad pasa a un plano inferior. Pero el milagroso crecimiento se basa en las remesas, el endeudamiento y en ser parte de la ruta de las drogas. Ninguna de estas actividades requiere un alto nivel educativo. Las reformas educativas, históricamente han repuntado en los momentos en que han surgido movimientos modernizantes de la economía, la política y la sociedad. En los últimos 20 años, esa modernización sólo se manifiesta en el consumo, por lo que no impacta sectores fundamentales como la educación.

El pequeño sector moderno de la economía está suficientemente abastecido por los jóvenes de la clase media alta y los pocos que logran sobresalir entre los de menores recursos. De hecho, ante la escasa absorción de talentos por parte de la economía formal, el trabajo independiente  es la salida para los que aspiran a una mejor vida y no quieren o no pueden emigrar.

Algunos empresarios expresan su insatisfacción con los niveles de formación y capacidad de la fuerza laboral, incluyendo a la mayoría de los profesionales que gradúan las universidades. Sin embargo, el hecho de que estas quejas no se conviertan en una presión mayor por mejores resultados del sistema educativo puede explicarse en la composición del sector empresarial. El país vive del turismo, remesas, sector informal, comercio, empleo público, zonas francas, construcción y agricultura. Estos sectores se abastecen, sobre todo, de fuerza laboral barata, por lo que no presionan a la sociedad por una mayor calificación. 

La economía dominicana no demanda excelencia educativa. El mercado laboral es sumamente limitado y mayoritariamente de muy bajos ingresos. El gobierno domina una parte importante de ese mercado pero la mayoría en niveles de poca exigencia educativa, como maestros, guardias, policías y personal de apoyo. La distribución de los salarios muestra una gran concentración en la base de la pirámide ocupacional. Los jóvenes que se arriesgan a tomar un crédito educativo para estudiar en una buena universidad, luego tienen serios problemas para pagarlos porque, sobre todo al inicio cobran salarios que no justifican la inversión. Con frecuencia, son los padres u otros familiares que tienen que pagar el crédito porque el salario no es suficiente. No es necesario extenderse mucho para mostrar que la economía dominicana no presiona  por mejor educación porque no la necesita.

LA REFORMA EDUCATIVA TEXTO DE INFORME FINAL, 30-5-20