¿Qué hace que los asesinos, maltratadores o violadores cometan actos de violencia? ¿Qué motivaciones tienen para causar daño físico en otras personas? ¿Es todo fruto de la maldad?
A primera vista muchos nos inclinaríamos a pensar que ese tipo de personas actúan llevados por sus instintos más bajos y su falta de moral, aunque según una investigación realizada por expertos de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA, por sus siglas en inglés), la respuesta sería precisamente la contraria.
En el libro "Virtuous Violence" (Violencia virtuosa), Alan Page Fiske y Tage Shakti Rai sostienen que la mayoría de actos de violencia nacen fruto del deseo de hacer el bien o lo que cada persona en concreto percibe como lo correcto.
Es lo que en la UCLA han bautizado como el "Síndrome de Breaking Bad", en referencia la exitosa serie de televisión estadounidense.
En ella, su protagonista, el profesor de química Walter White, decide dedicarse a la producción clandestina de drogas después de que le diagnostiquen un cáncer.
White cree que involucrarse en el violento mundo del narcotráfico -en el que se verá obligado a matar- es la única salida que tiene para poder pagarse el tratamiento de su enfermedad y asegurar el futuro económico de su familia en caso de fallecer, anteponiendo el bienestar de los suyos a las leyes.
La percepción de lo correcto
Para su investigación, Alan Page Fiske y Tage Shakti Rai analizaron cientos de estudios sobre la violencia realizados en todo el mundo, que incluían entrevistas con miles de criminales violentos.
La conclusión a la que llegaron es que en la mayoría de los casos, sin importar el contexto social o cultural, cuando alguien comete un acto de violencia física lo hace con el convencimiento de que no sólo es correcto, sino también necesario.
Así, según los investigadores, cuando una persona ataca a otra lo puede hacer motivado por la voluntad de que ese individuo pague por alguna maldad que ha cometido, real o percibida.
También se puede querer enseñar una lección, inculcar obediencia o modificar una relación que el que lleva a cabo ese acto de violencia cree no se puede cambiar de otra manera.
En su libro, Fiske y Rai ponen el ejemplo de personas que maltratan a sus hijos o a sus parejas, quienes erróneamente suelen estar convencidos de que están haciendo lo correcto para situar los vínculos que mantienen con sus víctimas en el lugar que consideran adecuado.
Los investigadores hacen hincapié en que con su estudio no pretenden justificar a los que comenten actos de violencia, sino simplemente clarificar cuáles son sus motivaciones.
Señalan además que hay algunas excepciones en las que la violencia no se explicaría por las convicciones morales del criminal, como en el caso de los psicópatas, aunque estos cometen un porcentaje muy pequeño de los actos de violencia que se producen en el mundo.
"La moral de uno mismo no sólo consiste en ser bueno, educado y pacífico, sino que también incluye el sentimiento de que, en algunos casos, existe la obligación de hacer algo sin tener en cuenta las consecuencias prácticas", explica en conversación con BBC Mundo Alan Page Fiske, de la facultad de antropología de la UCLA.
Según Fiske, aunque estén equivocadas, "hay personas que se sienten moralmente obligadas infringir un daño en otros o en sí mismos".
"Algunos actos vistos desde fuera pueden parecer extraños, repudiables u horribles, pero muchas ocasiones desde el punto de vista del que los cometen, estos tienen sentido", señala el investigador.
"No hablamos de cómo justifican esos actos frente a otros o incluso frente a sí mismos. Estamos hablando de las motivaciones que los lleva a cometerlos".
Moral propia o compartida
Fiske apunta que "hay gente que comete crímenes violentos que se guía por una moral que puede no ser compartida por las autoridades o la sociedad en general, pero sí por otras personas".
"Ese sería el caso, por ejemplo, de los miembros de una pandilla, cuyos valores son diferentes a los de otros grupos".
Según Fiske, en casos extremos "hay personas que tiene estándares morales que realmente no los comparte nadie más, como aquellos que sufren problemas mentales".
"El que entra en una escuela con una escopeta y dispara contra sus compañeros cree que está castigando a los que le acosaron y fueron malos con él. El problema es que su moral es la de un desequilibrado. Que te acosen en la escuela no está bien y los que lo hacen deben ser castigados, pero obviamente no con violencia física".
Fiske cree que la analogía de "Breaking Bad" funciona bien con sus estudio, porque al principio de la serie "el protagonista cree que tiene una responsabilidad moral para con su familia que es más importante que los estándares morales de la sociedad".
El investigador de la UCLA señala que con su investigación esperan se reflexione sobre cómo a veces la manera más efectiva de evitar que alguien vuelva a cometer un crimen violento es haciéndole ver que sus convicciones morales son equivocadas y que lo que perciben como algo correcto no lo es.
El profesor pone como ejemplo las intervenciones realizadas en algunas ciudades de EE.UU. con miembros de pandillas.
Mientras forman parte de estos grupos de delincuentes, explica, se sienten respetados, pero cuando se los pone frente de los familiares de sus víctimas se dan cuenta del daño que han causado y de que esa admiración que perciben no es tal.