Los precios de los alimentos han mostrado una tendencia al alza en los mercados locales. Parte de esa tendencia puede ser por factores internos, especialmente inundaciones en áreas productivas, siembras limitadas por efecto de la pandemia, caída de la oferta y demanda de varios rubros por el cierre del turismo y las exportaciones a Haití que se han incrementado.
Pero no olvidemos los precios internacionales de los alimentos y las materias primas agrícolas que importa Republica Dominicana.
Por ejemplo, el trigo cuya importación alcanza los US$130 millones esta mostrando una clara tendencia al alza (ver gráfico 1).
Tampoco olvidemos que el peso se ha depreciado un 9.7% en el 2020 lo que implica comprar más caro, elevar los costos internos y por ende los precios al consumidor.
Con el maíz ocurre lo mismo. Importamos unos US$250 millones anuales para consumo humano y animal. Los precios están repuntando y alcanzado niveles récords (ver grafico 2).
El maíz impacta directamente en el precio de muchos alimentos que consumimos, especialmente en el sector avícola donde un pollo producido en el país, tienen un componente importado de un 75%. También se refleja en muchos productos derivados de la ganadería.
Otro bien que se importa en demasía es el aceite comestible (en bruto y virgen), cuyo monto alcanza los US$530 millones (2019). Una cifra exorbitante que impacta fuertemente en la balanza de bienes.
Los precios internacionales han venido aumentando desde abril cuando sufrieron una fuerte caída. Pero en julio ya comenzaron a recuperarse y en octubre siguieron la misma tendencia alcista (ver gráfico 3).
Con respecto al arroz, que, aunque muchos no lo crean importamos alrededor de US$11 millones anuales, se observa una cierta caída en los precios en septiembre, pero comparados a diciembre del 2019 se registra un aumento significativo (ver gráfico 4).
Con el arroz sucede un fenómeno y es el control que se ejerce en el precio interno, donde, además, el costo de producción supera al precio que se importa.
Hay productores de arroz que logran grandes rendimientos y podrían competir con el producto importante. Pero hay miles de pequeños productores que no logran un rendimiento que haga rentable su producción si no se les fija un precio por encima del arroz importado.
Si importáramos el 100% del arroz, el precio al consumidor bajaría hasta un 20% pero un producto estratégico que forma parte diaria de la alimentación de los dominicanos no puede sestar sujeta a la disponibilidad de los mercados internacionales. La seguridad alimentaria hay que protegerla.
Pero otros insumos para la agricultura y para la industria alimenticia que importamos en grandes cantidades (US$685 millones en el 2019), han mostrado aumentos en los precios. Por ejemplo, semillas, café, animales vivos, carnes y despojos, hortalizas, etc. Todos inciden de una manera u otro en los precios finales de los bienes de mayor consumo.
En fin, están subiendo los precios y le piden al gobierno que intervenga. Pero eso es imposible porque los precios internacionales nadie los controla. Intervenir en los precios es como aplicar una medicina que sería peor que la enfermedad.
La única vía de evitar que los pobres se vean afectado por esos aumentos es a través de la expansión de los mercados populares a barrios y poblados donde la mayoría de los bienes de la canasta básica puedan adquirirse a precios muy por debajo de los mercados tradicionales, supermercados y colmados. Estos últimos son unos chupasangres cuando de precios se trata.
Esos mercados populares acercarían a productores y consumidores eliminando parte de la intermediación que encarece demasiado esos bienes. Un plátano se compra en finca a 3 pesos, pero llega al consumidor a 15 pesos y a veces hasta por encima de ese precio.
Otra vía es aumentando el subsidio alimenticio, beneficiando a más personas pobres y aumentando el monto de la asignación a los que ya lo reciben.
La otra cuestión son los salarios. Al subir el precio del dólar, el poder adquisitivo del peso se deteriora vía inflación y eso hay que corregirlo. Es necesario revisar cuanto antes los niveles de salarios y ajustarlos de acuerdo con el nuevo escenario de precios. Eso afecta directamente a la clase media baja empleada.
Y esa es una tarea que pondrá en la mesa de negociación al gobierno, los empleadores y empleados desde el inicio del 2021.