Alicia Méndez Medina/Especial para Acento.com.do
Santo Domingo, República Dominicana-. Es viernes en la mañana y una extensa fila en la cercanía del parque de El Dique, evidencia que está a punto de comenzar el intercambio de plásticos por comida, programapatrocinado por El Despacho de la Primera Dama, la Fundación Vida sobre el Ozama, representada por el padre Manuel Ruiz y el apoyo de La Fundación Banco de Reservas.
El intercambio de plástico ha significado para la gente de este barrio una entrada más, pero muchas mujeres se quejan de los maltratos que sufren en las interminables filas. Rafael Pérez narra las peripecias que realizan día trasdía en la jornada de recolección de los envases;arriesgándose para conseguir los plásticos, cruzando en embarcaciones repletas o enfrentándose a moradores de otras comunidades cuando cruzan en busca del material.
Pese a sus 69 años de edad, María Magdalena carga sobre su cabeza una inmensa funda que recolectó a orillas del río Ozama; por aquí, por allá, buscándolos por todos lados.
En medio del asombro Magdalena cuenta que ha vivido en el barrio desde antes del ciclón George, manifiesta que para recibir la ración, además de la bolsa de plásticos, debe obtener un ticket para presentarlo en el momento de la entrega.
Según sus palabras, el contenido de la bolsa se limita a dos fundas de arroz, un paquete de habichuelas, una de espaguetis, uno de avena, cinco tablas de chocolates, dospasta de jabón y un estuche de azúcar, contenido que no excede los 300 pesos.
Mientras les revisan y pesan sus fundas, algunos moradores de la barriada expresan la preocupación por las promesas incumplidasque se realizaron al inaugurarse el proyecto, entre estas: la construcción de un hospital flotante,instalación de la primera farmacia del pueblo en aguas del Ozama y la concesión de préstamos a través de Banca Solidaria.
Elservicio de la gran plaza de la salud y el hospital flotante beneficiaría todas las comunidades de los alrededores del Ozama, expresó en su momento el padre Manuel Ruiz, promesa que se desvanece a cuatro meses de inaugurado el proyecto.
A la espera de que inicie el intercambio, la gente conversa, se aglomera, la Policía vigila y otros salen lamentándose por el poco contenido de lo que reciben:“Esa fundita de comida no da para nada, no alcanza para la semana, es más la sal que el chivo”, se queja José Germán.mientras mira a los uniformados que custodian celosamente todo el material que pobladores de la comunidad han llevado al terreno.
Del dicho al hecho, hay mucho trecho
La inauguración de este proyecto se realizó con bombos y platillos el cuatro de diciembre de 2014, en aquel entonces anunciando el inicio de un tiempo nuevo para los habitantes de la margen Ozama y las bonanzas que llevaría a las comunidades. Sin embargo, se ha quedado en el simple intercambio.
Los meses han pasado, la barriada se sumerge día por día en la dinámica de recoger plásticos, la gente cruza el ríohasta sectores como Las Cañitas o La Ciénaga en busca del materialque legarantizará su raciónde alimentos cada viernes. Otros han hecho todo un negocio, acaparan los tickets para luego venderlos.
Con la sensación de que realizan una labor social, pero con la insatisfacción de lo que reciben a cambio, comunitarios manifiestan la necesidad de mejorar la ejecución del proyecto para que setrate a la gente con respeto, haciendo del mismo una estrategia integral para todo el barrio.
Lugareños opinan que colectivamente la comunidad debe percibir los beneficios de este programa medioambiental.Entienden que es indispensable la canalización de cañadas en el barrio, la recogida de basura y un sinfín de prioridades con miras a garantizar vida digna a quienes habitan la ribera del Ozama.
“Se hace necesaria la realización de las obras prometidas, así como un trato más digno a esas personas que habitan en las orillas y precisan que sus necesidades sean satisfechas como seres humanos”, sugiere José Castro, activista del sector.