SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Bella tarde otoñal  de 1914 para un paseo en el recién remodelado Parque Independencia de la bella y floreciente ciudad de Santo Domingo. El señor muy circunspecto, ataviado de traje rigurosamente formal con cuello redondo en la solapa de la camisa, sombrero de copa y leontina de oro incluída, va acompañado de la bella dama con su vaporoso vestido de encajes blancos, cual sueño de ángeles flotando en el éter, cretona ancha y sombrero de flores.

Toman los hermosos puentes curvos sobre un brillante y apacible espejo de agua, para cruzar a la glorieta central. Esta, con el estilo neoromántico que le caracterizaba, puentes con  sus balaustradas bien orquestadas, formando un ritmo y una armonía con los abedules, cypreses, robles y caobas centenarias que adornaban este ensueño de plaza pública a la salida de la ciudad intramuros.

La bella y muy elegante pareja atraviesa de uno a otro confín el majestuoso espacio urbano y lo circunda a través de sus bellos jardines, copados de las más hemosas flores y del más intenso verde.

De manera muy pausada y consistente, agarrados de las manos, fueron tratando temas sobre actualidad cultural de la época y sobre poesía , emulando siempre  al grande Rubén Darío, paseándose en la cresta de la ola de una rima espontánea de gran fuerza y carácter, así como los grandes poetas nacionales que ya empezaban a dejar ese gran legado de las letras.

Dos años antes este importante espacio de nuestra ciudad capital fue encargado al arquitecto norteamericano de origen checo Antolín Nechodoma para plasmar, ahí, contiguo a la puerta de Lemba frente a lo que es hoy la calle Mercedes, y detrás del Baluarte de San Genaro, posteriormente Puerta del Conde de Peñalva, una plaza pública que sustituyera el mercado existente en la antigua Sabana del Rey o Sabana del Estado, lugar que daba orígen al kilómetro cero de salida hacia todos los confines del país.

El casco antiguo de la ciudad empezaba a expandirse por el Camino de Las Estancias ( Hoy Avenida Bolívar) y la Avenida Independencia  hacia los ensanches Lugo, Primavera, y posteriormente Gascue en dirección a occidente, y Camino de San Carlos hacia el norte y Avenida de Galindo norte-noroeste.

Era el siempre y bien orquestado concepto de plaza pública abierta, inspirado en propuestas europeas, al más intrincado estilo francés, de donde la estrechez del trazado vial sufría de repente una gran explosión espacial y daba origen a un uso intenso, los ciudadanos se  paseaban, y se abocaban a intensas e inacabables tertulias , para socializar con sus congéneres, acorde con el espíritu de la época.

Se comenzaron a construir bellas casas en su entorno , ataviadas de hermosas galerías, de estilo neoclásico,y varias edificaciones que hoy en día aún prevalecen y están declaradas como Patrimonio Cultural, pertenecientes al movimiento Art-Decco de la Belle Epoque de 1925.

En el Año del Centenario de la Independencia , en el 1944 se declara el Baluarte del Conde como Altar de la Patria con el traslado de los restos de Duarte, Sánchez y Mella, con una llama votiva permanente y la rendición de los honores militares de estilo correspondientes.

El bullicio del trajín diario hace que Pedro y María tengan serias dificultades para cruzar las vías que circundan al Parque, el flujo vehicular es intenso, y la cortesía no es la cualidad que predomina. Luego de varias diligencias, se disponían a descansar de la odisea de buscar un papel en una de las oficinas gubernamentales de la zona, y no haber obtenido nada.

De repente se percatan que una de las puertas inexpunables que dan acceso al espacio urbano esta averiada, debido al peso y uso permanente durante sus 45 años de existencia. Por lo que se dispusieron a bordear todo el perímetro del parque, como buscando un oasis en donde pudiesen descansar de la lucha por la que habían pasado, lógicamente, antes de abordar el autobús que los llevaría de regreso al paraje de donde procedían.

 

Se sentaron en uno de los bancos cuyas visuales apuntaban a aquella mole de mármol gris en el propio centro, y donde hoy en día descansan los Padres de la Patria Dominicana, cuando de repente se paran de manera súbita. Inquietos por tan enorme elemento, deciden caminar en el interior del parque para apaciguar este bloqueo, en el ínterin, giran sus cabezas hacia la izquierda y se topan que otras edificaciones enormes  fuera del mismo que siguen bloqueando de manera agresiva dichas visuales, y que, el encanto de aquellas casas románticas de principio de siglo 20 habían sido modificadas ,abandonadas, o simplemente desaparecieron.

Se dirigen hacia la Puerta del Conde y se llevan la sorpresa de  que un museo que hacía años se había habilitado en el antiguo y rescatado foso que bordeaba el antiguo bastión, tambien había sido clausurado.

En eso, un militar, con un gesto muy vetusto y agrio en el rostro, con voz trémula e imponente le dice que tienen que abandonar la plaza, pues sus puertas están próximo a cerrar. Tristes, por todo lo ocurrido, desaparecen y se diluyen en el tiempo y en el espacio pasando a otra dimensión etérea.

Y es que, a raíz de la intervención de 1976 para el traslado de los Padres de la Patria al Mausoleo que reposan hoy en día, el romántico parque del que varias generaciones disfrutaron, habia sido alienado, y sus veredas y vegetación confinadas a un lugar solo para el culto patrio, sin darse cuenta de que le arrebataban a la ciudad uno de sus lugares más emblemáticos que tenía con la imposición de  la imponente e inviolable verja perimetral.

En este escenario, y con los elementos atenuantes existentes, muchos de ellos ,difíciles de modificar por las circunstancias particulares que ostentan, entendemos, se debería proceder al rescate de la zona en cuestión. Para ello es imprescindible retomar el concepto básico de lo que es una plaza, abriendo al público y demoliendo la verja de una vez y por todas, para integrar y devolver a la ciudad sus espacios públicos abiertos.

En segundo lugar se impone un cierre con elemento de límite físico bajo del mausoleo para control de  acceso, y con la dotación militar uniformada de la época, seguir revistiendo de solemnidad tan importante lugar, con sus respectivos cambios de guardia de honor en marcha directa entre el Baluarte y el Mausoleo.

El rediseño del parque es fundamental, desde su propia vialidad circundante, enderezando  la curvatura de la calle Mariano Cestero para devolverla a su forma original , que mutiló y cercenó el área de manera violenta, hasta la reducción del ancho de la calle Palo Hincado para agregársela al espacio frontal de  la Puerta del Conde, según se hace constar en el estudio reciente del Mitur-Bid para el rescate de la zona Colonial de Santo Domingo.

De la misma manera , y ya con más espacio interno devuelto, bién valdría la pena en la esquina sur-oeste hacer una réplica de la antigua glorieta, a manera de reminiscencia del esplendor mayor que ha tenido, así como el rediseño de toda el área paisajística, para dotar a la ciudad de el lugar de ensueño que otrora fue, con la bellisima y alucinante vegetación de ese entonces.

Obviamente, se impone el rescate absoluto de todas las edificaciones circundantes al mismo, empezando por dotar de un rediseño de la fachada del edificio alto, en donde estuvo el cine Indepencia , con líneas muy simples, proporcionales y múltiplos con relación a las alturas de las casas contiguas, en las que una vez se situó el Centro Sirio Libanés Palestino y en la diestra de ésta, que habitó la familia Corripio.

No solo se integrará esta fachada a lo existente, sino que en una gran cara lisa y enorme de esta edificación, a gran escala se podrán proyectar imagenes, videos, y hologramas de nuestra historia Patria, produciendo de esta manera una afluencia de público jóven que se involucre más en temas de carácter histórico.

La correcta ambientación e iluminación lograrán rescatar esta importante zona de nuestra bella Santo Domingo, así como la vigilancia discreta de policías municipales y cámaras de circuito cerrado de TV, con centro de monitoreo en el lugar que lo conviertan en lugar de extrema seguridad.

Cae la tarde, el intenso sol tropical estival se quiere ocultar de su largo trajinar, y desde la calle El Conde, o antigua calle Imperial, o calle Separación, en el mismo eje hacia occidente, se desdibuja en el horizonte la imágen endeleble  de la dama antigua, acompañada de su caballero gentil, paseándose por las veredas de los recuerdos de manera sutil, con fineza, con la elegancia y la altivez que le conferían el estilo de esa gloriosa época de un espacio que se mueve en el imaginario del recuerdo de muchas personas.

A seguidas, aparecen Pedro y María, en un grito desolador para que se recupere y se integre a la ciudad esa zona y se vuelva a convertir en el lugar de descanso, reunión y espacio de transición que fué.

Se confunden ambas imágenes en la lontananza, en una superposición dimensional de planos en el tiempo, la bruma arropa con su manto inmisericorde y abrupto aquel escenario de manera introspectiva, medito profundamente ,analizo, cae la noche, y de manera súbita …. desaparece.

***El autor es Arquitecto, egresado de la Facultad de Arquitectura y Artes, Escuela de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional Pedro Henriquez Ureña, Santo Domingo, Rep. Dominicana. Miembro del CODIA y de la Sociedad de Arquitectos de la República Dominicana (SARD