SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Corriendo de las golpizas que le propinaban sus padres,  Juan escapó de su casa, ubicada en un batey de San Pedro de Macorís, con apenas siete años, según contó.

“Yo estaba más chiquito y no tenía tanta fuerza como ahora y mi papá me mandaba con dos potes grandes a buscar agua, como yo no era fuerte no podía traer y cuando yo llegaba sin el agua, mira muchacha me daban con lo que sea, con palo, con correa, con pote, con de to´ y con una cosa que se llama iguazo”.

El iguazo, que explicó, es una especie de látigo hecho con piel de vaca que al ser introducido en agua toma un color amarillo oscuro y quema la piel, dejó muchas cicatrices en su cuerpo y el mal recuerdo de las torturas a las que era sometido, “Mira muchacha cuando te dan con eso tú te tiras al suelo a gritar”.

Juan conoció la calle a muy temprana edad y tuvo que aprender a defenderse de los que intentaban atacarle para quitarle el poco dinero que conseguía, come de lo que consigue, cuando lo consigue y duerme donde cae la noche en zonas turísticas de la capital.

En su andar conoció, en Santiago de los Caballeros, a Manuel y Daniel, juntos llegaron a la ciudad para mendigar en las principales calles y avenidas de la zona metropolitana.

Manuel, de quien se sospecha fue víctima de trata infantil, llegó a República Dominicana desde Haití con un hombre que no conocía y le abandonó al pisar suelo dominicano, “Yo no sé, él se fue y me dejó sólo aquí… ellos no saben que yo estoy aquí (refiriéndose a sus padres), yo me quiero ir para Haití pero no tengo dinero”, manifiesta el niño.

Cuando los reporteros de Acento.com.do conocieron a Manuel, caminaba descalzo entre piedras rocosas, basura y vidrio porque otros pedigüeños mayores que él habían hurtado su calzado.

No obstante, todas las penurias que pasa este niño de apenas 11 años, siempre se mostró sonriente y con espíritu alegre, jugando futbol con otros niños que también viven en las calles su carcajada sobresalía en el grupo cuando lograba una hazaña ante el equipo contrario.

El menor identificado como Daniel también fue traído hace un año desde Haití por un desconocido, con la esperanza de que en este lado de la isla conseguiría dinero, pero contrario a Manuel no quiere volver a su país de origen porque "en Haití no hay ná".


Juan Camilo Cortés /Acento.com.do

Aunque normalmente a esta edad, los niños estudian y se recrean, Juan, Manuel y Daniel trabajan en las calles limpiando vidrio y zapatos, piden limosna, duermen en parques, cuevas y aceras, se asean en el mar o donde haya agua derramada, han permanecido por varios días en destacamentos en calidad de detenidos, pasan hambre, sueño y se enferman, no asisten a la escuela, son privado de sus derechos fundamentales, no existen en registros civiles y sus familias desconocen su paradero, estos no pierden la esperanza de convertirse en profesores, doctores y  policías.

¿Y qué puede hacer un niño de apenas 7 años viviendo en la calle? ¿Dónde están los padres de ese niño?

Buscando la respuesta a estas interrogantes un equipo de reporteros de Acento.com.do se propuso convivir durante un día completo con estos tres niños en situación de calle, con edades comprendidas entre 11 y 14 años, dos de nacionalidad haitiana y un dominicano de ascendencia haitiana, de los cuales, dos se presume fueron víctimas de trata infantil, otro confesó era víctima de maltrato intrafamiliar.

Por su seguridad y por respeto a la ley, hemos cambiado la identidad de los niños. Los identificamos con los nombres ficticios de Juan, Manuel y Daniel.

Por qué la calle es mi casa

La pobreza, la desintegración de familias no funcionales y la ignorancia sirven de indicadores principales para que cientos de niños diariamente permuten en las calles de Santo Domingo con el objetivo de sobrevivir a la realidad que les rodea y conseguir el alimento diario para ellos y sus familias.

Unos por voluntad propia, siendo víctimas de la miseria, deciden salir a las calles a limpiar vidrios, zapatos o vender cualquier tipo de artículo para aportar recursos económicos y mantener la familia, otros, y estos siendo la mayoría, son obligados por padres, tutores o personas ajenas, quienes lo convierten en víctimas de explotación infantil.


Juan Camilo Cortés /Acento.com.do

Los niños y niñas en situación de calle viven en una realidad que los expone a altos riesgos, como al consumo de sustancias alucinógenas, enfermedades diversas, explotación laboral, física o sexual y hasta entrar en conflictos con otras personas, poniendo en peligro su vida e integridad física.

La pobreza, principal indicador que los lleva a trabajar en las calles, los priva de derechos fundamentales estipulados en la Constitución Dominicana y en la Ley No. 136-03 (Código para la protección de los derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes), como el derecho a la alimentación, educación, convivir en familia y recreación.

Al conocer las vicisitudes que día a día viven los niños en situación de calle, se pone en tela de juicio el Artículo 56 de la Constitución Dominicana sobre la protección de las personas menores de edad, que reza:  “La familia, la sociedad y el Estado, harán primar el interés superior del niño, niña y adolescente; tendrán la obligación de asistirles y protegerles para garantizar su desarrollo armónico e integral y el ejercicio pleno de sus derechos fundamentales, conforme a esta Constitución y las leyes. En consecuencia:

1. Se declara del más alto interés nacional la erradicación del trabajo infantil y todo tipo de maltrato o violencia contra las personas menores de edad. Los niños, niñas y adolescentes serán protegidos por el Estado contra toda forma de abandono, secuestro, estado de vulnerabilidad, abuso o violencia física, sicológica, moral o sexual, explotación comercial, laboral, económica y trabajos riesgosos;

2. Se promoverá la participación activa y progresiva de los niños, niñas y adolescentes en la vida familiar, comunitaria y social;

3. Los adolescentes son sujetos activos del proceso de desarrollo. El Estado, con la participación solidaria de las familias y la sociedad, creará oportunidades para estimular su tránsito productivo hacia la vida adulta”.

“Lo que Dios me dé, para ayudar a otros niños”


Juan Camilo Cortés /Acento.com.do

“Toda persona tiene derecho a una educación integral, de calidad, permanente, en igualdad de condiciones y oportunidades, sin más limitaciones que las derivadas de sus aptitudes, vocación y aspiraciones”, indica el artículo 64 de la Constitución Dominicana.

Sin embargo, el nivel educativo de estos niños y niñas en situación de calle es nulo o casi nulo, en la mayoría de los casos, porque no existe la figura familiar o estatal que les oriente, guie e instruya en la educación escolar, pocos saben leer y escribir porque a muy temprana edad se vieron obligados a abandonar las escuelas para trabajar.

Al contar sus aspiraciones, todos terminan en una frase común “para ayudar a otros niños”.

Juan quiere ser policía y Manuel profesor “para ayudar a la gente, también a otros niños”.

Peligro


Juan Camilo Cortés /Acento.com.do

Imaginar el peligro al que están expuestos estos cientos de niños no es nada comparado a su realidad, a diario se enfrentan a situaciones de alto riesgo que pueden afectarle de manera física y psicológicamente.

El consumo de sustancias alucinógenas es uno de los factores más delicados en el tema de los niños en situación de calle, aunque no fue comprobado ni confesado por ellos,  entidades de protección infantil estiman que un 98% de estos niños se convierten en adictos a este tipo de sustancia.

Por otro lado, entra el tema de las enfermedades que pueden adquirir, sin la oportunidad de asistir al sistema de salud.

Así como personas pasan niños por la frontera de manera ilegal para ser explotados en República Dominicana, dominicanos y extranjeros se aprovechan de la situación en la que se encuentran estos niños y los convierten en objeto de explotación laboral y sexual comercial.

¿Respuestas?

No hay respuestas precisas que permitan determinar por qué estos niños continúan viviendo en las calles, existiendo tratados internacionales, leyes y organizaciones gubernamentales y no gubernamentales que luchan por los derechos de los niños, niñas y adolescentes  y  en contra de la explotación infantil.

¿Qué hacen los organismos de protección infantil al respecto?

En nuestra próxima entrega de los “Nacidos que no existen”, conocerán estadísticas y programas que trabajan con niños y niñas en situación de calle.