SANTO DOMINGO, República Dominicana.- El Museo de la Dignidad, representado por su director, el historiador Amaury Pérez, rechazó la propuesta del senador de la Fuerza del Pueblo Franklin Rodríguez sobre la construcción de un museo dedicado a la figura del dictador Rafael Leónidas Trujillo.
El Estado dominicano posee un “deber de memoria” con los miles de héroes y mártires que cayeron luchando por la libertad del pueblo dominicano.
Para el doctor en historia y catedrático universitario Amaurys Perez, el “deber de memoria”, tal como lo indica el filósofo francés Paul Ricoeur en su obra Memoria, Historia, Olvido, está vinculado con el imperativo de hacer justicia dentro de la sociedad, por lo que considera válido cuestionarse sobre esta propuesta del senador de la Fuerza del Pueblo Franklin Rodríguez.
“¿Se busca devolverles la humanidad y la dignidad a las víctimas del trujillato?”, se preguntó Amaury Pérez Vargas, poseedor de un doctorado en historia de la Universidad de Sorbona, Francia y profesor de historia y sociología de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).
En alusión al comentario del legislador sobre que “no se puede borrar 31 años de historia”, Pérez afirmó que “es interesante ver cómo se habla de borrar la historia cuando esa fue precisamente la política que llevó a cabo Balaguer en nuestra sociedad (1966 – 1978/ 1986- 1996).
Los gobiernos que le siguieron, recordó, tampoco se interesaron en profundizar la temática por sus vínculos políticos con Balaguer, personaje clave en los 31 años de la dictadura.
El senador de San Cristóbal también se manifestó partidario de traer al país restos de Trujillo y con una revisión a la ley 5880 que prohíbe que se le alabe o exalte a él o a su régimen.
Al respecto, el historiador Pérez indicó que “esa deriva es común en el campo historiográfico y se denomina revisionismo, que inicia con relativizar los hechos para luego caer en el negacionismo”, lo que se expresa, por ejemplo, en “los casos de los crímenes en la Alemania Nazi, el genocidio armenio y más recientemente el conflicto armado en Colombia”.
Insistió en que “lo más importante, como política de Estado, es que el deber de memoria se consigna como un baluarte contra el retorno de las violencias pasadas, condición necesaria, aunque no suficiente, para que no se repitan los actos y delitos que se condenan”.
En ese orden, afirmó que “nuestras sociedades modernas se construyeron bajo el imperativo del recuerdo que surgió, tal como lo subrayó el sociólogo de la Escuela de Frankfurt Teodoro Adorno, de las ruinas de la Segunda Guerra Mundial: "pensar y actuar para que Auschwitz no se repita, que no ocurra nada parecido”.