Hola padre, papi mío que no te escucho desde hace 55 años:
Si supieras cómo me enteré de que ya no irías a buscarme nunca. Que ya tu risa y tus manos no me abrazarían nunca más. Fue aquí, en Conuco, en lo que es hoy la Casa Museo. Yo leía en la mesita de la cocina donde mismo mami lo había hecho tantas veces. De pronto escuché a Genaro, un trabajador de la casa, conversando y antepuso a tu nombre la palabra "difunto”. "El difunto Manolo", dijo. Como siempre hacía con las palabras que ignoraba, fui al diccionario y ahí lo supe todo, ahí supe que te habían asesinado.
Han transcurrido 55 años y el estómago me duele igual, porque has de saber, padre amado, que todavía no se les hace justicia a ti y a tus compañeros. Una generación completa amordazada y tirada directamente en un hoyo con varios tiros y cuchilladas cociéndoles el cuerpo. Paradójicamente, antes que se intentara siquiera investigar y sancionar ese crimen cometido por agentes del Estado dominicano, a ustedes les han llegado los títulos: héroes nacionales los han declarado. Como para lavar nuestras heridas fluviales.
Te lo cuento porque también hoy cumple 5 años de silencio y desidia, la querella que mi hermano Manolo y yo presentamos formalmente a la Procuraduría General de la República para que se investigaran y castigaran los culpables del crimen de un héroe nacional que murió por la justicia, por el Estado de Derecho, por los Derechos Humanos en la República Dominicana.
En términos personales, como descendientes directos tuyos, y en representación de los descendientes de los otros héroes que junto a ti fueron asesinados, decidimos actuar por un compromiso primeramente filial, por supuesto, por un imperativo moral y por un compromiso político. Y también por el cumplimiento de un deber ciudadano.
Al presentar la querella señalamos que lo hacíamos convencidos de que ese acto de justicia debería convertirse en un precedente fundamental para empezar a enterrar la impunidad en nuestro país y que el reclamo de justicia era un aporte más que hacían tú y tus compañeros a la construcción de un país más decente, de una sociedad democrática.
A propósito de esa acción algunos nos preguntaron “¿por qué ahora? “ a lo que respondemos siempre que la pregunta es otra: “¿por qué no se ha hecho justicia antes?”. La pregunta correcta, indispensable, que debiéramos hacernos es cómo hemos tolerado tantos años de impunidad en nuestro país.
Al momento de depositar la querella, la respuesta de Francisco Domínguez Brito, el procurador de entonces, fue iniciar una investigación que sólo se mantuvo hasta que recibió un mensaje contundente del presidente de la República -de entonces y de ahora- para que parara la investigación, nombrando como Jefe del Ejército al hijo de Ramiro Matos González, el principal acusado por esos crímenes. Es preciso recordar que el Ejército es la institución en donde, de acuerdo con los informes que se tienen, reposan la mayoría de las informaciones y documentos de los crímenes cometidos contra ti y tus compañeros en Manaclas el 21 de diciembre de 1963 por las tropas asesinas y torturadoras comandadas por el entonces Mayor Ramiro Matos González.
En diciembre del año pasado, Manolo y yo solicitamos una nueva cita al procurador Jean Alain Rodríguez para indagar sobre el destino de la querella. Nos informó que creía que el expediente había sido archivado por el incumbente anterior pero que investigaría las razones y se ocuparía de reactivarlo. Hasta el día de hoy el silencio es la única respuesta que hemos recibido.
El Estado dominicano cuenta con un orden jurídico nacional consagrado en los tratados internacionales debidamente ratificados y dictaminado por las Cortes Internacionales que establece que los crímenes de guerra, los crímenes de lesa humanidad y de genocidio son imprescriptibles y no vamos a cansarnos de reclamarlo.
El nombre de Ramiro Matos González tiene el dudoso privilegio de aparecer también como implicado o como responsable de los asesinatos de otros héroes de la Patria como el de Francisco Alberto Caamaño Deñó y los de los expedicionarios de junio de 1959, en cuyo fusilamiento participó, de lo que a mí personalmente no me quedaron dudas pues yo estaba ahí en 1988 en el patio trasero de la Academia Militar Batalla de Las Carreras cuando luego de casi dos semanas de búsqueda, él fue el único capaz de identificar el lugar en donde habían sido torturados, fusilados y enterrados sus cuerpos amarrados con alambres de púas.
De modo que el crimen de Manolo es sólo uno de los varios en que se le implica y de cientos de otros crímenes cometidos durante períodos oscuros para nuestra democracia. Y para vergüenza nuestra, todos, prácticamente todos esos crímenes, están pendientes de que se haga justicia, todos siguen inmersos en la oscura impunidad que hemos tenido que padecer y cuya repercusión social es incalculable.
Mientras tanto, con la protección de la Procuraduría los perpetradores siguen enrostrando en las caras de esta sociedad que se puede asesinar, que se puede abusar, que se pueden cometer delitos, que también se puede saquear el país y que nadie va a pagar por esa culpa porque no se va a hacer justicia. Que nadie, por ninguna víctima de un crimen o delito tendrá el alivio que solo trae la justicia. Que tampoco encontrarán justicia la mamá y el papá que entierran a su muchachito o su muchachita por una riña de parque, o por una vendetta, aunque el barrio entero conozca a sus asesinos. Hasta un día.
Así están las cosas por aquí, este nuevo 21 de diciembre sin que llegue esa democracia por la cual luchaste tanto, por la cual tú y tus compañeros lo dieron todo.
El atraso se tiene que terminar algún día. La impunidad tiene que terminarse algún día. No hay democracia sin justicia. No podemos cansarnos de exigirla precisamente porque nos enseñaste con tu ejemplo inmortal a creer y a luchar por la democracia.
Y nos mostraste que si hay que agotar todos los recursos que un ciudadano o ciudadana del siglo XXI tiene hoy en materia de derechos, deberemos agotarlos. Lo que no podemos como país, padre amado, es aceptar la denegación de justicia, es aceptar la impunidad.
Minou Tavárez Mirabal
21 de diciembre de 2018