MADRID, España.- Mareas que inundan los mares, pedazos diminutos que contaminan lugares remotos como el Ártico o tan cercanos como el aire que respiramos. Los microplásticos pueden encontrarse en productos como los cosméticos o los neumáticos, pero sus efectos sobre la salud no están claros.

Unos auténticos desconocidos hasta hace una década, cada vez son más frecuentes los estudios que hablan de su presencia en los lugares más insospechados, desde la orina y heces humanas, a las nieves del Ártico o las profundidades marinas.

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Los microplásticos son partículas de polímeros sintéticos que llegan de dos fuentes: pueden fabricarse como tal para una infinidad de productos o ser resultado de la degradación del plástico por el efecto, entre otros factores, de la luz ultravioleta.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha señalado que no hay evidencias sólidas de que la presencia de estas partículas en el agua potable sea una amenaza grave de salud pública, aunque considera necesario hacer estudios más completos.

Sin embargo, el problema no son solo los microplásticos, sino los productos químicos que llevan añadidos, "muchos de los cuales se sabe que son tóxicos", señala la investigadora ambiental del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (Cesic) de España Ethel Elajarrat.

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La alerta sobre la contaminación por plásticos llegó desde el mar. Estos residuos han creado la que se conoce como isla de plástico o isla basura en el norte del océano Pacífico o las terribles imágenes de animales muertos con el estómago lleno de plásticos o enredados en ellos.

Sin embargo, -agrega la experta- se ha visto que no es solo un problema marino, sino también terrestre, aunque sobre este hay menos estudios.

Elajarrat explica que hay dos vías principales de exposición humana a los microplásticos: la ingesta de alimentos y la inhalación de aire, que "es importante y considerable".

Un reciente documento de la Universidad canadiense de British Columbia cifra ente 74.000 y 121.000 las particular anuales que una persona -estadounidense según la muestra del trabajo- puede ingerir por los alimentos y la inhalación de aire.

Microplásticos que salen de nuestra ropa recién lavada y "van a parar a las vías fluviales y de ahí al mar" o que usa la industria cosmética -en Europa se estima que cada año se producen más de 3.000 toneladas para su uso en ese sector- para jabones, cremas exfoliantes o dentífricos que con el uso contaminan el agua.

Una contaminación que puede alcanzarnos de maneras insospechadas, como a través de los plásticos en la agricultura -por ejemplo en invernaderos- de los que muchos quedan en los suelos donde se fragmentan y sus compuestos químicos pueden ser absorbidos por los cultivos.

Las aguas que llegan a las depuradoras también llevan estas partículas que quedan retenidas en los fangos, los cuales se usan como abono en la agricultura provocando su presencia en los suelos.

Nuevas investigaciones demuestran que la presencia de microplásticos puede frenar el crecimiento de las lombrices de tierra, e incluso hacer que pierdan peso, lo que puede tener un impacto grave en el ecosistema del suelo.

Sin embargo, aún no están claros los efectos que esta contaminación puede tener en la salud, de ahí que muchos estudios científicos se dirijan ahora en esa dirección.

Aunque el tamaño de los microplásticos parece grande para atravesar las células humanas, pueden seguir degradándose hasta partículas nanométricas, que "sí podrían atravesar la pared de las células" por lo que hay que estudiar si esto es así y qué efectos puede causar.

El único remedio frente a la contaminación de los plásticos es "reducir desde ya el consumo abusivo" y ver que se hace con la gran cantidad de residuos que ya existen. Hay líneas de investigación -indica Elajarrat- para desarrollar métodos que puedan degradar los plásticos, por ejemplo con algunos hongos o bacterias. EFE, Carmen Rodríguez.

Plástico, la gran  pesadilla ecológica

Cada año se vierten en mares y océanos hasta 12 millones de toneladas de plástico, según datos de Greenpeace. Y, a pesar de los esfuerzos para reducir su uso y su impacto, la producción no desacelera: en 2020 llegará a los 500 millones de toneladas, un 900 % más que en 1980.

La Universidad Estatal de Nueva York constató que en un 93% de las muestras tomadas de las principales aguas embotelladas había nanopartículas de este material. Y estos son solo algunos ejemplos.

La contaminación que causan los deshechos plásticos es una de las mayores preocupaciones de los países desarrollados y también de los que están en vías de desarrollo.

Entre los países que peor gestionan sus residuos están China, Indonesia y Egipto, según datos de la ONU. Algunos de ellos también son los que más producen.

Otras de las principales inquietudes que rodean este fenómeno son los llamados microplásticos. Se trata de fragmentos menores de 5 milímetros (mm) que, o son el resultado de la degradación de un pedazo más grande, o son piezas ya fabricadas así.

La presencia de estos microplástiscos está tan normalizada que apenas se repara en ella. Esas pequeñas bolitas duras que incluyen cremas exfoliantes, pastas de dientes, detergentes o jabones corporales, son un buen ejemplo de ellos.

Estos fragmentos que se van por el desagüe, y que las depuradoras no consiguen filtrar por su reducido tamaño, están siendo ingeridos por animales marinos, alterando sus conductas de alimentación y reproducción.

Y su viaje no acaba ahí, ya que también pueden llegar al ser humano a través de la cadena trófica.

El plástico ha pasado de ser un prometedor material para el futuro a una verdadera pesadilla ecológica. De los 8.300 millones de toneladas que se han producido en el mundo desde 1955, 6.300 millones aún se amontonan en vertederos y océanos.

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LA CONQUISTA DEL PLÁSTICO

El uso de los productos cotidianos que contenían plástico comenzó a normalizarse en EEUU en la segunda década del siglo XX y, desde allí, se exportó al resto del planeta. En 1927, comenzó la producción de PVC (policloruro de vinilo) a escala mundial.

Entre 1921 y 1937, la producción de resinas de alquitrán y otros componentes del plástico pasó, de unos 700.000 kilos anuales a más de 60 millones, según datos publicados por la BBC británica.

El plástico gozó desde el inicio de buena fama y su uso se extendió rápidamente debido a su bajo costo y su versatilidad. El material se vio como un símbolo de progreso y de modernidad.

Cuando llegaron los años cincuenta, el plástico había colonizado los hogares de medio mundo.

Los objetos elaborados con él se encontraban en cocinas, baños, oficinas, garajes, tiendas… estaban por todas partes y gozaban del beneplácito de los consumidores que aún no habían caído en el peligro que suponían. También encontraron su hueco en el sector industrial.

"El plástico barato (..) fomentaría la verdadera democratización de la sociedad al poner fin a los conflictos generados por la escasez de materias primas y al producir una abundancia material universal", apuntó Jeffrey L. Meikle, historiador cultural estadounidense, en un estudio publicado en 1992.

Según la ONU, entre 1950 y 1970 aún se producía una cantidad de plástico que podía ser, relativamente, bien manejada. Pero en los noventa, la cantidad de residuos plásticos se había triplicado por el aumento desmedido de su producción.

Toda esta ilusión de progreso sin freno se topó con un muro cuando despertó la conciencia ecológica.

Los plásticos de un solo uso se estaban convirtiendo en un grave problema para la sostenibilidad del planeta.

En la actualidad se pueden encontrar plásticos de un solo uso en infinidad de formas: botellas de agua (PET), botes de champú (polietileno de alta densidad), bolsas (polietileno de baja intensidad), envases de comida (polipropileno), cuberterías de fiesta (poliestireno) y en vasos para bebidas calientes (poliestireno expandido), según indica la división de la ONU para el medioambiente.

Algunos países ya han comenzado a poner freno a su producción y utilización y sus Gobiernos intentan frenar el desastre.

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La Unión Europea, por ejemplo, prohibirá en 2021 los plásticos de un solo uso y ya financia campañas de reciclaje. Además trabaja con diferentes entidades en labores de concienciación.

En los últimos años están surgiendo alternativas al plástico eficientes y más ecológicas: polímeros de origen vegetal o resina de bambú, por ejemplo, y también se promueve la vuelta a otros materiales que se usaban en el pasado y que el plástico desterró. Será la vuelta del cristal, el papel o la madera. EFE, Por Manuel Noriega.