SANTO DOMINGO, República Dominicana.- “Yo vine a pelear en la Revolución, y cuando yo vi que la cosa era tan en serio me dije: Oh, esto no es un juego. Y entonces me dediqué al trabajo”.
Con esta frase el tapicero Andrés Ruiz, conocido como El Rubio, cuenta su historia, que empieza en 1965 cuando llegó a la capital desde Baní, entusiasmado con la idea de defender la Patria en la Revolución de Abril Constitucionalista que derivó en Guerra Patria contra la invasión de Estados Unidos.
Para ese entonces, El Rubio, un muchacho de 19 años no podía imaginarse que un día lo llamarían maestro, por haber enseñado a tantos el oficio de la tapicería de asientos de vehículos.
Los dueños y empleados de diez negocios de tapicería que hay en la calle Hermanos Pinzón, en Villa Consuelo, lo tratan con respeto, porque él les enseñó el medio con que hoy se ganan el sustento.
“Para evitar que fueran mi competencia, los hice mis clientes. Yo les suplo los materiales para tapizar. Les puse una tienda para venderles los materiales, porque no me puedo pelear con los que fueron mis discípulos”, dice.
Por su fama y su antigüedad en el servicio, El Rubio ha recibido trabajos importantes. Desde limosinas presidenciales hasta los vehículos de la comitiva que escoltaba al Papa Juan Pablo II cuando visitó el país en 1992.
La clave de su tranquilidad, según dice, es que el trabajo honesto le dio todo lo que necesitaba. Y eso es algo que, a su entender, todos los padres deberían enseñar a sus hijos
“Por aquí ha pasado Peña Gómez, Juan Bosch, Winston Arnaud y el doctor Joaquín Balaguer. La limosina que él tenía allá en su casa, nuevecita pasó por mis manos. Los carros en que se movieron cuando vino el Papa pasaron por mis manos. Les puse cortina. Esos carros se prepararon para esas personas”.
Juventud y trabajo
“A la juventud yo me atrevería a decirle que lo que tienen que hacer es coger el camino del trabajo”, considera El Rubio, que se levanta a las cinco y media de la mañana y para de trabajar a las 6 de la tarde.
Dice que gracias a su negocio sus hijos “nacieron en clínica, no en hospital; estudiaron en colegio, y no en escuela pública con profesores que se van a huelga y los que fueron a la universidad, fueron a una universidad privada. Ahí están mis ahorros. Tengo una familia bonita y bien encaminada”.
Tiempos violentos y de desorden
Andrés Ruiz, El Rubio, en 46 años, ha visto una evolución de la capital que le causa cuestionamientos y preocupación.
“Yo creo que estamos huérfanos de autoridad. Yo me pregunto cómo van mis hijos a criar mis nietos. Tú sales a la calle y por donde quiera hay un paquetón de personas que para ellos no hay ley”.
Critica que, en plena avenida 27 de Febrero, algunos choferes de transporte público coloquen sus autobuses en la vía para esperar pasajeros o que manejen medio kilómetro en reversa solo para montar a alguno, mientras los agentes de la Autoridad Metropolitana de Transporte se hacen de la vista gorda, “porque desayunan con la mordida”.
Como experto en tapicería, ha tenido que convertirse en especialista en administración. “Cuando los materiales suben, tengo que asumir parte del alza, porque tú no se la puedes cargar toda al cliente”.
Según considera El Rubio, no todo en la vida es dinero. Hay que valorar las relaciones que surgen cuando se presta un servicio. En su oficio ha hecho amigos que van desde médicos y políticos hasta abogados y farmacéuticos que o no le cobran o le hacen descuentos.
“Lo que más me satisface son las relaciones que he hecho”.
La clave de su tranquilidad, según dice, es que el trabajo honesto le dio todo lo que necesitaba. Y eso es algo que, a su entender, todos los padres deberían enseñar a sus hijos.