Por: Daniel Pereira, Robson Bonin y Thiago Bronzato. Traducción Iván Pérez Carrión
El expresidente José Sarney sabe cosas. Con la autoridad de sus 60 años de vida pública y un talento natural para resistir las tormentas, Sarney dijo en una conversación grabada que la negociación de los cargos de los ejecutivos de Odebrecht provocaría estragos dignos de una "ametralladora calibre 100″.
El viejo zorro expresaba el temor reinante en la clase política con la posibilidad de que se revelaran los detalles de la contabilidad oculta de la mayor empresa de construcción del país. Con ello, hacía coro con las autoridades involucradas en la investigación del “petrolão” –el esquema de corrupción que involucro a la empresa petrolera Petrobras−, venida a menos.
La delación de los directores y funcionarios de la Odebrecht ya está en marcha. No sólo como una colaboración del exjefe de la OAS, que hizo la reforma del sitio que servía como refugio del presidente Lula .
En lugar de una, son dos las ametralladoras listas para disparar, ambos con munición de sobra para permitir que la operación Lava Jato cierre la lista de los políticos beneficiados con comisiones ilegales e identificar la cadena de mando de la trama de corrupción más grande ya investigada hasta ahora en el país. La potencia de fuego es aún más devastadora, mortal y definitiva de lo que imaginó o experimentó Sarney.
La delación más esperada es la de Marcelo Odebrecht, el príncipe de los contratistas, proveedor de las campañas electorales, donante universal del sistema político brasileño. Detenido en junio del año pasado, Marcelo, inicialmente se declaró inocente y rechazó la posibilidad de ayudar a las autoridades a escudriñar en las entrañas de “petrolão”. "En primer lugar, alguien chivatear se necesita tener qué delatar. Creo que esto es algo que no ocurre aquí", dijo el empresario, ahora bajo la custodia de la Policía Federal, en una audiencia pública de Petrobras IPC. Los parlamentarios presentes, conscientes de dónde aprieta el zapato, casi exigieron disculpas por hacerle preguntas a él.
"Puede quizá que luchara más quien delató que con el que cometió el hecho", agregó Marcelo, criticando a los delatores.
Una sucesión de acontecimientos cambió sus convicciones. Fracasaron todos los recursos legales y marcos políticos entre trastienda para librarlo de la cárcel. El grupo de trabajo de la Lava-Jato encontró que Odebrecht tenía un sector específico para el pago de sobornos que haya abastecía a los partidos de gobierno y de la oposición.
En marzo, el juez Sergio Moro, responsable de la lava-Jato, condenó a Marcelo a diecinueve años y cuatro meses de prisión por corrupción, lavado de dinero y asociación criminal. Para librarse de la cadena, los condenados finalmente accedieron a desempeñar el papel de delator que tanto descalificaran.
El blanco principal de sus revelaciones sería la presidenta separada del cargo, Dilma Rousseff. Según el empresario, la reelección de Dilma fue financiado con sobornos depositados en cuentas en el extranjero. Lava-Jato ya rastreó la transferencia de US$3 millones por parte del contratista a una cuenta en Suiza del publicista João Santana, el mago de las tres últimas campañas presidenciales de PT. Además, asignó el pago de 22,5 millones de reales al publicista, en efectivo, desde octubre de 2014, cuando Dilma obtuvo un segundo mandato, y en mayo de 2015. Marcelo confirmará los investigadores que el pago Santana, financió los gastos no declarados de la campaña del PT.
Fuente: Veja: http://veja.abril.com.br/noticia/brasil/marcelo-odebrecht-propina-financiou-reeleicao-de-dilma