Sao Bernardo do Campo (Brasil), 4 abr (EFE/Alba Santandreu).- Luiz Inácio Lula da Silva gestó su carrera como político en el sindicato de los metalúrgicos de Sao Bernardo do Campo. En ese mismo lugar, cuarenta años después, el líder más carismático de Brasil comenzó a digerir que en las próximas semanas podría perder la libertad.

Resguardado de la atención mediática, Lula no prestó mucha atención al juicio del Tribunal Supremo, se mostró "tranquilo" e incluso comentó el golazo de chilena de Cristiano Ronaldo en el partido del Real Madrid contra el Juventus, según contaba un miembro del Partido de los Trabajadores (PT).

Pero lejos de la versión "oficial", en uno de los ascensores del sindicato, una mujer comentaba que nunca había visto a Lula tan "afectado" desde la muerte de su mujer, Marisa Leticia.

Alejado de los palcos y las multitudes, el tornero mecánico recibió un nuevo mazazo, uno de los más importantes de su vida, después de conocer que el Supremo rechazó el habeas corpus intentado por su defensa para postergar la cárcel tras la condena por corrupción.

Mientras la justicia estrechaba su cerco, el exlíder sindical pasó el día reunido con los suyos, recibiendo visitas de conocidos y aliados políticos, entre ellas la de expresidenta Dilma Rousseff, de quien Lula fue hombro amigo durante el juicio político que la destituyó en 2016.

El más celebrado fue el del juez Gilmar Mendes, históricamente rechazado por la izquierda, pero que hoy se posicionó a favor de que Lula pudiera recurrir a instancias superiores en libertad, no sin antes deslizar sus críticas al Partido de los Trabajadores (PT) y a la prensa brasileña.

Mientras, unas trescientas personas, la mayoría del Movimiento de los Trabajadores Sin Techo (MTST), siguieron la votación entre el desconcierto de los términos jurídicos empleados por los magistrados de la máxima corte, que analizaron el habeas corpus durante más de diez horas.

Con pancartas de "Lula es inocente" y "Lula es el pueblo", los simpatizantes del exmandatario llegaron a primera de la mañana al sindicato y, entre bailes y cánticos, acompañaron parte de la sesión del Supremo, aplaudiendo los votos favorables al exmandatario.

El más celebrado fue el del juez Gilmar Mendes, históricamente rechazado por la izquierda, pero que hoy se posicionó a favor de que Lula pudiera recurrir a instancias superiores en libertad, no sin antes deslizar sus críticas al Partido de los Trabajadores (PT) y a la prensa brasileña.

La decisión de Mendes supuso un alivio, pero la tranquilidad duró poco tiempo. La jueza Rosa Weber, fiel en la balanza en la votación, denegó el habeas corpus, aunque no hubo desolación, y contadas caras largas.

"Ella en el fondo contribuyó para que pueda ser decretada la prisión de Lula, lo que es una fase más del golpe de Estado", dijo en declaraciones a Efe Eloi Pietá, miembro de la directiva regional del Partido de los Trabajadores (PT).

De a p (oco, la militancia concentrada desde primeras horas de la mañana fue dejando el edificio, anticipando un final desfavorable para Lula, quien lidera todas las encuestas de intención de voto de cara a las elecciones presidenciales del próximo 7 de octubre.

Momentos antes, el presidente del sindicato de los metalúrgicos de la región metropolitana de Sao Paulo, Wagner Santana, mandó un mensaje a los congregados: "Lula pasó la vida entera luchando por nosotros y ahora espera eso de cada compañero y compañera".

Vestida con una camiseta con el rostro estampado del exmandatario, Marinalva Araujo aseguró casi entre lágrimas que siempre acompañó a Lula y ahora lo seguirá haciendo, esté él dentro o fuera de la cárcel.

"Con él yo he aprendido lo que es luchar por derechos. Representa mucho más que un sueño, es un proyecto que está ahí", sostiene.

Con los sindicatos y el Partido de los Trabajadores (PT) en horas bajas, el político de izquierdas, de 72 años, fue recibido por algunas centenas de manifestantes a las puertas de su casa, en la localidad de Sao Bernardo de Campo, donde tejió su meteórica carrera en la que pasó de obrero a presidente de Brasil en dos mandatos consecutivos, del 1 de enero de 2003 al 31 de diciembre de 2010.

Poco antes del fin del juicio del Supremo, una mujer gritó desde su ventana "Lula en la cárcel". Fue contestada duramente por algunos sindicalistas, en una escena que refleja la polarización entorno al líder más querido y odiado de Brasil. EFE