Escrito por Jaclynn Ashly (publicado en la revista Jacobin, 14/12/21)

Traducción de Isabel Amarante

Coordinaciones RD: CIPAF

Enlace al artículo original en inglés: https://jacobinmag.com/2021/12/activism-abortion-ban-dominican-republic-feminism

Las dominicanas no pueden llevar a cabo abortos seguros, ni siquiera en los casos de embarazos que ponen en peligro sus vidas. Las activistas en el país están creando un manual de estrategias en defensa del derecho al aborto que pronto podría servir de modelo a las activistas estadounidenses.

Chrislevi Ramirez es un activista que lucha por el derecho al aborto en República Dominicana. (Cortesía de Jaclynn Ashly)

La República Dominicana es uno de los pocos países del mundo que tiene una prohibición absoluta del aborto, incluso cuando un embarazo pone en peligro la vida de la mujer o niña, es inviable o es el resultado de una violación o incesto. Un gran número de mujeres y niñas dominicanas, y todas aquellas personas que pueden quedar embarazadas, mueren cada año por intentos fallidos de aborto.

A principios de este año, la prohibición total del aborto en el país volvió a ser objeto de escrutinio público. El Congreso dominicano ha comenzado a trabajar en la reforma del código penal del país, que data de 1884, y que impone penas de prisión de hasta dos años a las mujeres y niñas que se someten a abortos y de hasta veinte años a los profesionales médicos que los practican.

Las activistas han exigido que se incluyan las tres causales en el código penal. Esto permitiría el aborto en los casos en que el embarazo sea el resultado de una violación o incesto, ponga en peligro la vida de la persona embarazada o la salud de la mujer o si el feto no es viable.

Las dificultades de ser activistas

En abril, se entregaron dos cajas de brownies envueltas para regalo en un campamento de protesta frente al palacio presidencial en la capital de la República Dominicana, Santo Domingo. En marzo, decenas de activistas por el derecho al aborto habían ocupado el área durante setenta y tres días para exigir que las tres causales, las tres excepciones a la prohibición total del aborto en el país, se incluyeran en el código penal reformado.

Una nota sobre la caja de los donados brownies expresaba palabras de aliento y estaba dirigida a una persona en concreto: Sergia Galván Ortega, una de las activistas feministas más destacadas del país. Ortega aceptó felizmente los brownies, se comió algunos y los repartió para compartir con otras activistas en el campamento. Sin embargo, no pasó mucho tiempo para que aquellas que comieron los bizcochuelos de chocolate comenzaran a enfermarse peligrosamente.

Sergia Galván Ortega. (Cortesía de Jaclynn Ashly)

“Me empezó a doler la cabeza y mi corazón latía muy rápido. Empecé a temblar”, relata Ortega. Aproximadamente otras once personas se vieron afectadas por lo que más tarde se descubrió que eran brownies que habían sido adulterados con alguna substancia tóxica. Las activistas pensaron que habían sido envenenadas. Algunas comenzaron a vomitar, a tener alucinaciones y se volvieron severamente paranoicas. Alrededor de siete personas, incluida Ortega, terminaron en el hospital. Ortega pasó catorce horas en el hospital, mientras que otras estuvieron hospitalizadas durante días.

El acoso no es ajeno para Ortega. La veterana activista de sesenta y seis años ha sido una destacada luchadora por el derecho al aborto durante décadas. En un país en el que la mayoría de la población es católica y profundamente conservadora, ser abiertamente una activista por el derecho al aborto tiene un gran costo social. Pero esta fue la primera vez que se sintió realmente asustada.

“Fue uno de los momentos más difíciles de mi vida”, me dice Ortega, sentada en un sofá de su departamento en la capital, decorado con varios carteles de protesta enmarcados.

“Fue lo peor que me ha pasado como activista. Estaba muy preocupada porque no era solamente un ataque contra mí, sino que afectaba a otras. Me preocupaba que llegaran a morir porque algunas de ellas estaban en mucho peor estado que yo, que solamente comí un poco”.

"Traté de parecer fuerte frente a todas", dice.

“Pero no pude dormir tranquilamente después de eso porque no podía dejar de pensar que les podría pasar algo a las otras activistas. Nos dejaron completamente expuestas en el campamento. Fue la primera vez en mi vida que sentí miedo por la vida y el bienestar de las activistas”.

Pero las activistas continuaron, incluso expandiendo su campamento frente al Congreso durante la primera lectura del código penal. La primera noche frente al Congreso, sin embargo, fue interrumpida por una jauría de policías. Durante la redada, la policía destruyó las tiendas con cuchillos y roció a las manifestantes con lo que las activistas describieron como un "gas en polvo" que les provocó una gran picazón. No obstante, las jóvenes activistas continuaron su protesta, durmiendo sobre el cemento envueltas solamente con mantas, durante dos días más.

El 23 de mayo, después de casi tres meses de manifestarse y dormir frente al palacio presidencial, las activistas coronaron su protesta con la marcha más grande por los derechos de la mujer en la historia del país. Miles de manifestantes vestidos de verde—el color que simboliza el derecho al aborto en toda América Latina—tomaron las calles. “Comenzamos la marcha desde el campamento para poder levantar el campamento y llevar la lucha a las calles”, explica Ivanna Molina Peña, abogada de derechos humanos. "Ese fue todo el simbolismo de la marcha".

 

            “El 23 de mayo, después de casi tres meses de manifestarse y dormir frente al palacio presidencial, las activistas coronaron su protesta con la marcha más grande por los derechos de la mujer en la historia del país”.

 

A pesar de sus protestas, el 30 de junio la cámara baja del Congreso aprobó el código penal sin la inclusión de las tres causales. En respuesta, las activistas señalan que, incluso si la batalla en el Congreso se ha perdido, la lucha por el derecho al aborto en República Dominicana ha dado pasos gigantescos.

Las mujeres jóvenes, tanto del campo como de la ciudad, están al frente de esta batalla, desafiando incansablemente la ortodoxia de sus comunidades. El campamento y la marcha representaron un punto de inflexión en la lucha de décadas por el derecho al aborto en el país, dicen. A pesar de enfrentar el acoso, estas mujeres están decididas a ver la despenalización del aborto durante sus vidas.

Vigilar los cuerpos de las mujeres

La cámara baja del Congreso aprobó el código penal que excluía las tres causales, pero la cámara alta no pudo llegar a una votación sobre el código penal antes del aplazamiento legislativo en agosto. En consecuencia, el proyecto de ley ha sido devuelto al inicio del proceso legislativo. Aun así, Molina Peña dice que las activistas tienen pocas esperanzas de que los legisladores aprueben las tres causales: el Congreso actual es "el más conservador que hemos tenido en la historia reciente". Este conservadurismo se produce a pesar del gobierno mayoritario del Partido Revolucionario Moderno (PRM) del presidente Luis Abinader. El año pasado, el PRM puso fin a los dieciséis años en el poder del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), que alguna vez fue centroizquierda.

Según Molina Peña, PRM está “completamente dividido” en el tema de las tres causales.

“Después de 16 años del partido gobernante en el poder, hay personas que se unieron no porque vean la política de la misma manera, o porque tengan una visión similar de cómo debería ser la República Dominicana, sino porque vieron una oportunidad de ganar el poder. Así que hay gente en el PRM que es liberal y progresista y luego hay lo peor de lo peor—literalmente neonazis—en el mismo partido”.

Durante su campaña electoral, Abinader expresó su apoyo a las tres causales. Las activistas creyeron que él era su última y mejor esperanza para devolverle el código penal sin las tres causales al Congreso. Sin embargo, desde que ganó la presidencia, Abinader no se ha pronunciado al respecto. Provocando el desdén de las activistas, en cambio ha afirmado que el derecho al aborto es un "asunto religioso". Según una encuesta de 2018 realizada por Untold Research, una gran mayoría de la población dominicana está a favor de las tres causales.

Mientras tanto, la policía examinó los brownies adulterados en busca de rastros de marihuana, opio y cocaína, pero solamente dieron positivo por marihuana, dice Molina Peña. Dato que no les parece cierto a las activistas, quienes, basándose en sus síntomas y reacciones después de comer los brownies, creen que había otras substancias tóxicas presentes. Según Molina Peña, la policía arrestó a la persona culpable de la entrega. Sorprendentemente, una supuesta compañera activista. En República Dominicana, hay activistas marginales que creen que la lucha por las tres causales es demasiado reformadora y se oponen firmemente al movimiento.

Centro de CONAMUCA con homenaje a históricas feministas dominicanas. (Cortesía de Jaclynn Ashly)
“En República Dominicana, todas las activistas te dirán que, por supuesto, creemos en el derecho al aborto pleno, pero también entendemos el contexto político y social del país”, me dice Molina Peña. "No he visto a ningún país pasar de una prohibición total del aborto a la legalización total".

La inclusión de las tres causales en el código penal podría literalmente salvarles la vida.  Aproximadamente veinticinco mil mujeres y niñas son tratadas por complicaciones de aborto espontáneo o aborto inducido en el sistema de salud pública dominicano cada año. No tratar los abortos incompletos puede provocar infecciones graves, sepsis e incluso la muerte. En República Dominicana, las complicaciones del aborto inducido o el aborto espontáneo representan al menos el 8 por ciento de las muertes maternas.

Uno de los casos más destacados en los últimos años fue el de Rosaura Arisleida Almonte Hernández, de dieciséis años, que padecía leucemia aguda y necesitaba tratamiento urgente. Tenía siete semanas de embarazo en ese momento y su médico le recomendó que se sometiera a un aborto terapéutico para que pudiera comenzar el tratamiento de inmediato. En ese momento, tanto Rosaura como su madre expresaron repetidamente su acuerdo de que se debía interrumpir el embarazo.

Sin embargo, debido a la prohibición total del aborto, los administradores del hospital detuvieron el procedimiento y retrasaron el tratamiento de quimioterapia porque pondría al feto en riesgo de interrupción. Veinticuatro días después de ser hospitalizada, finalmente se le permitió buscar tratamiento. Pero unas tres semanas después Rosaura sufrió un aborto espontáneo. La propia Rosaura murió al día siguiente.

 

            “La inclusión de las tres causales en el código penal podría literalmente salvarles la vida. Aproximadamente veinticinco mil mujeres y niñas son tratadas por complicaciones de aborto espontáneo o aborto inducido en el sistema de salud pública dominicano cada año.”

 

Casi todas las mujeres dominicanas tienen historias de amigas o parientes que han experimentado un aborto que salió mal o que ha tenido complicaciones del embarazo. Daniela Javier, de veintinueve años, recuerda cuando su amiga la llamó hace unos años presa del pánico. La entonces joven de dieciocho años había bebido un té hecho con hierbas y plantas, la forma más común en que las mujeres interrumpen embarazos en el campo. “Tenía mucho dolor y sangraba mucho”, dice Javier, que es del pueblo Dios Dirá en la provincia de San Cristóbal, al sur de Santo Domingo.

“Los médicos simplemente la dejaron allí y dijeron cosas inapropiadas, como "si no quieres estar embarazada, ¿por qué tuviste relaciones sexuales?" No le ofrecieron ningún medicamento ni tratamiento durante horas. La hicieron sufrir como castigo por abortar. Ella pensó que iba a morir allí”.

Benita Cordero es una veterana activista por el derecho al aborto y coordinadora de defensa de la Confederación Nacional de Mujeres Campesinas (CONAMUCA), una organización feminista que promueve los derechos de las mujeres en los pueblos y las zonas rurales. Cordero dice que la experiencia de la amiga de Javier es común en República Dominicana.

“Hemos recibido muchos informes de mujeres que ingresan al hospital, ya sea por un aborto espontáneo o un aborto inducido, y los médicos les niegan el tratamiento porque están en contra del aborto”, dice Cordero. Esto suele ocurrir en los hospitales públicos, donde las mujeres que no pueden pagar el tratamiento en las clínicas privadas buscan ayuda médica.

Debido a la antipatía hacia los abortos, las enfermeras y los médicos miran con sospecha incluso a las mujeres que experimentan complicaciones por abortos espontáneos. Hace aproximadamente una década, la propia Cordero, sin saberlo, con tres semanas de embarazo, sufrió un aborto espontáneo inesperado.

“Todas las enfermeras y médicos pensaron que yo me había provocado un aborto”, me dice Cordero. “Y simplemente me dejaron a un lado. Llegué al hospital a las 7 a.m., pero no fue hasta las 4 p.m. que recibí tratamiento. Y eso fue solo porque llamé al director del hospital.” Otras han informado que los médicos suelen castigar a las pacientes por interrumpir embarazos, por lo general negándose a proporcionarles medicamentos para aliviar el dolor en caso de que se requiera la extracción de tejido uterino como parte del tratamiento.

Benita Cordero. (Cortesía de Jaclynn Ashly)

Cordero dice que es un secreto “tácito” pero ampliamente conocido que en las áreas rurales las mujeres dependen de las infusiones de té a base de plantas. En las ciudades, mientras tanto, las mujeres tienden a usar Cytotec, o misoprostol, que es un medicamento que se usa típicamente para prevenir las úlceras. Cytotec también constituye una parte del proceso de aborto con medicamentos, luego de una dosis inicial de mifepristona.

En la República Dominicana, sin embargo, la mifepristona no está disponible. En cambio, las mujeres consumen unas doce píldoras, a veces más, de misoprostol, que se conoce con el nombre de marca Cytotec en las farmacias dominicanas. Esta forma de tratamiento no es tan eficaz como los abortos médicos estándar. Las farmacias también suelen obligar a las mujeres a mostrar recetas para comprar Cytotec, porque sospechan que pueden estar usando el medicamento para inducir un aborto.

“Dado que las mujeres no tienen derecho a decidir su propia salud reproductiva, su destino se deja esencialmente en manos de las opiniones personales de los médicos, enfermeras o farmacéuticos”, explica Cordero. "Se trata de la vigilancia individual de los cuerpos de las mujeres y su reproducción". Muchas mujeres terminan corriendo el riesgo de lidiar con las complicaciones del aborto por sí mismas, por temor a que, si buscan tratamiento en un hospital, los médicos o enfermeras puedan notificar a la policía, dice Cordero.

La violencia contra las mujeres

En República Dominicana, la amenaza de violencia que acompaña el tema de la salud reproductiva está en gran parte normalizada, me dice Javier. “Incluso yo solía creer que las mujeres que abortaban eran asesinas”, explica. "No sabía nada más además de eso".

“Muchas mujeres aquí están experimentando mucha violencia”, continúa Javier. “Aunque lo crea o no, mi propio padre, que me violó, pudo haberme obligado a tener su hijo. Las mujeres crecen pensando que este tipo de violencia es normal".

Javier dice que fue solo después de que asistió a una reunión con CONAMUCA que "comenzó a comprender la realidad" de la violencia inherente en restringir el acceso al aborto a las mujeres, niñas y las personas que pueden quedar embarazadas. “Empecé a trabajar para convencer a otras mujeres de que este tipo de violencia que enfrentamos, en las calles y dentro de nuestras propias familias, no es normal”, me dice Javier. “No quiero que las mujeres vuelvan a experimentar esto. Quiero hacer todo lo posible para detener la violencia y los problemas sociales cotidianos en la comunidad”.

Javier ahora dirige un coro itinerante con otras jóvenes de su pueblo. El coro canta sobre la necesidad de las tres causales y trata de concientizar sobre la violencia de género. Sin embargo, este activismo no es fácil: Javier dice que ella es constantemente objeto de insultos y acoso.

“Siempre siento mucha discriminación por parte de mi familia y mi comunidad. La gente me llama asesina y me acusa de matar gente. Acabo de recibir un mensaje de texto de alguien”, dice Javier, mirando su teléfono celular sobre la mesa. “Dice 'si no quieres que te violen, no provoques a los hombres y si no quieres estar embarazada, no tengas relaciones sexuales’”.

“Otras personas me acusan de ser pagada por el movimiento”, agrega Javier.

“Pero no respondo a estas acusaciones. Nada de lo que alguien diga me afecta porque conozco mis derechos como ser humano y sé que no estoy haciendo nada malo. Las mujeres aquí en este país, luchamos por nuestras vidas. Entonces estas palabras no me afectan en lo absoluto”.

Chrislevi Ramirez, de veinticuatro años, me dice que todas las activistas comprenden los sacrificios que tendrán que hacer como resultado de su compromiso con el movimiento por el derecho al aborto, incluyendo la discriminación laboral. “Es un desafío ser pública y tener mi cara visible en el movimiento porque te enfrentas a una norma social”, explica Ramírez, del pueblo de Niza en San Cristóbal.

“Hoy en día tenemos más libertad para expresarnos que nuestras antepasadas. Pero todavía vemos personas que no hablan porque tienen miedo de perder sus trabajos o enfrentar las consecuencias en sus comunidades”.

"No tengo miedo. Pero ser visible en el movimiento siempre puede convertirte en blanco de acoso o violencia”, agrega.

“Pero ahora tenemos mucho menos miedo y estamos más dispuestas a correr riesgos para obtener nuestros derechos. Sé que no me considerarán para algunos trabajos en el futuro porque soy visible en el movimiento. Pero estos son sacrificios que tenemos que hacer”.

Ramírez, quien se unió al movimiento por el derecho al aborto hace diez años, cuando tenía solamente catorce años, dice que el mayor obstáculo que enfrentan las activistas en la actualidad es la falta total de apoyo institucional. No hay suficientes políticos que apoyen las tres causales en el Congreso dominicano.

“Nuestro gobierno no representa al pueblo dominicano”, me dice Ramírez. “Estamos haciendo todo lo posible para educar a la gente para las próximas elecciones [en 2024]. Necesitamos que más personas luchen por nosotras”. Cordero dice que CONAMUCA está en el proceso de convencer a algunas de estas jóvenes activistas en el pueblo para que se postulen para el Congreso.

 

            “Acabo de recibir un mensaje de texto de alguien, dice Javier, mirando su teléfono celular sobre la mesa. Dice 'si no quieres que te violen, no provoques a los hombres y si no quieres estar embarazada, no tengas relaciones sexuales’”.

 

Ramírez dice que cree que verá la inclusión de las tres causales en el sistema legal dominicano en los próximos años. “Uno de los aspectos más importantes de este movimiento es seguir hablando del tema”, dice. "Tenemos que seguir explicándolo y debatiéndolo y cambiando la mentalidad de la gente".

Ramírez relata un caso en el que su vecina la vio en las noticias expresando su apoyo a las tres causales y, posteriormente, la vecina enojada dejó de hablarle. "Pero luego me tomé el tiempo para explicarle que no estamos tratando de que todos estén de acuerdo con el aborto", dice. “Solo estamos hablando de tres causales y de proteger la vida de las mujeres. Y después de algún tiempo empezó a entender y ahora apoya las tres causales ”.

“Mucha gente aquí no entiende realmente cuál es el problema, así que tenemos que seguir hablando del tema y así más personas lo apoyarán”, agrega Ramírez.

“Y esa es la parte más importante de nuestro movimiento, seguir siendo visibles y seguir hablando del tema. Ese es mi principal objetivo: transmitirle todo el conocimiento que tengo a la gente. Y seguir hablando del aborto y hacer que la gente lo entienda, especialmente en los pueblos y campos”.

Ramírez agrega que uno de los aspectos más difíciles que enfrenta en su activismo es ver a las mujeres avergonzarse de sí mismas por buscar abortos. “Es algo muy doloroso de presenciar”, dice.

“Las mujeres saben que tienen que hacerlo porque no tienen otra opción. Pero luego la sociedad las hace sentir como que están haciendo algo malo. Les hacen sentir vergüenza por hacer algo que tienen que hacer. Trato de asegurarme de que estas mujeres entiendan que tener un embarazo no deseado no es culpa suya y no hay nada de qué avergonzarse”.

“En República Dominicana, la pobreza tiene rostro de mujer”

Vanessa Rodríguez, de treinta años, se unió al movimiento por el derecho al aborto en 2013. Dice que la mayoría de la gente en su pueblo Dios Dirá sigue estando en contra de las tres causales . Sin embargo, muchos de los que terminan enfrentando la decisión personalmente, o dentro de sus propias familias, eventualmente terminan apoyando el movimiento.

“Todos dirán que están en contra del aborto”, me dice Rodríguez.

“Pero entonces, si preguntas qué pasa si tu hija queda embarazada y se va a morir si tiene ese bebé, ¿lo apoyarías entonces? Y la mayoría se ven obligados a admitir que lo harían. E incluso si no me responden en ese momento, seguirán pensando en ello”.

“Uno de los grandes desafíos para las personas en República Dominicana es que necesitan superar sus dos caras, estos sentimientos contradictorios”, agrega.

“Tienen estos sentimientos morales que los hacen estar en contra del aborto, pero también tienen un sentimiento de moralidad cuando piensan en su propia hija enfrentando esta realidad. Hay dos moralidades dentro de una misma persona en República Dominicana. Y la gente necesita reconciliar eso”.

Rodríguez relata cómo una persona de su comunidad que se oponía firmemente a las tres causales llegó a cambiar de opinión. La mujer en cuestión tuvo complicaciones durante el embarazo que amenazaban su vida. “Tuvo que buscar un aborto porque tenía miedo de perder la vida. Ahora es una defensora del movimiento y una activa defensora del derecho al aborto”.

Vanessa Rodríguez. (Cortesía de Jaclynn Ashly)

Incluso el propio marido de Rodríguez estaba en contra de las tres causales. Sin embargo, reconsideró su posición hace unos años cuando Rodríguez tuvo un embarazo anembrionado. Tales embarazos ocurren cuando un óvulo fertilizado se implanta con éxito para formar un saco gestacional en crecimiento, pero el embrión no se desarrolla. “Me vi obligada a abortar porque de todos modos no iba a tener un bebé”, explica Rodríguez.

“¿Por qué debería pasar por todo ese dolor y trauma solo porque mi gobierno no cree que yo tenga la capacidad de tomar mis propias decisiones sobre mi salud? Después de eso, mi esposo vio la importancia del derecho al aborto y ahora apoya el movimiento”.

La mayoría de las participantes del movimiento por el derecho al aborto en la República Dominicana han enmarcado su lucha utilizando el lenguaje laico de los derechos humanos. Sin embargo, algunos en el país también han tenido que enfrentarse a argumentos teológicos sobre el aborto. Muchos consideran que las iglesias cristianas (desde la iglesia Católica hasta las iglesias protestantes) son uno de los mayores obstáculos para obtener el derecho al aborto en el país.

“Como cristiana, al principio me resultó muy difícil reconciliar mis ideas sobre el derecho al aborto con mi fe”, dice Rodríguez. Pero finalmente se unió a un movimiento religioso, llamado Alianza Cristiana Dominicana, que une a personas de diferentes denominaciones cristianas en sus ideas compartidas sobre los derechos sexuales y reproductivos.

“Empecé a comprender que ninguna parte de la Biblia dice que se puede excluir o discriminar a las mujeres o negarles sus derechos sexuales y reproductivos”, dice. “Todas estas prohibiciones y restricciones vienen de hombres y están diseñadas por hombres. No proviene de la Biblia ni de nuestra religión. Son solamente los hombres los que comenzaron todo esto".

Como todas las demás activistas, Rodríguez cree en el pleno derecho al aborto. “Es un proceso lento para convencer a la sociedad de todos nuestros derechos”, dice. “Pero creo que esta lucha nos llevará allí. Primero tenemos que obtener el derecho al aborto en situaciones de necesidad y luego podemos mostrarle a la gente cómo todos los casos de aborto son por necesidad”.

Pero la República Dominicana está lejos de aceptar en pleno el derecho al aborto de las mujeres. “Estamos incluso muy lejos de conseguir las tres causales”, dice Rodríguez.

“Pero estamos progresando. Ahora no son solamente las feministas las que dicen que apoyan las tres causales. Ahora tenemos mucha gente, en las ciudades y los pueblos, apoyando el movimiento. Tantas mujeres han sufrido en silencio, así que ahora estamos trabajando para que las voces de las mujeres que han muerto y han sufrido tanto dolor debido a esta prohibición del aborto lleguen al mundo. Y cuando más personas escuchen estas voces, más personas apoyarán el movimiento”.

Las voces de quienes han sufrido la prohibición del aborto en el país provienen principalmente de mujeres pobres. Es la clase trabajadora y las mujeres pobres las que no tienen otra opción más que buscar métodos peligrosos para interrumpir los embarazos o tener hijos para los que no tienen los recursos para cuidar y mantener. Mientras tanto, las mujeres dominicanas de las clases sociales más altas generalmente viajan al extranjero para acceder a abortos seguros o pueden pagar bajo la mesa por procedimientos seguros para interrumpir el embarazo en clínicas privadas.

Molina Peña. (Cortesía de Jaclynn Ashly)
“Está muy claro que esta prohibición afecta a las mujeres pobres y a las mujeres del campo [que son en su mayoría mujeres negras o mujeres afroindígenas”, explica Cordero.

“Al no darles a las mujeres acceso al aborto, las están condenando a la pobreza. Las están despojando a ellas y a las futuras generaciones de oportunidades. La prohibición total del aborto asegura que las mujeres sean constantemente empujadas hacia abajo en la sociedad. En República Dominicana la pobreza tiene rostro de mujer”.

Molina Peña me dice que a pesar de los desafíos que se avecinan, el movimiento ha traspasado fronteras en su lucha pública por el derecho al aborto en la capital. “Antes de esto, el aborto era un tema tabú”, explica.

“Pero durante setenta y tres días ibas a la tiendita de la esquina y el vocero de la radio hablaba del aborto; los periódicos hablaban del aborto; todos los hogares de este país en un momento u otro hablaron sobre el aborto”.

“Muchas historias comenzaron a surgir en las redes sociales”, continúa.

“Muchas mujeres que nunca antes habían contado sus historias comenzaron a hablar y hablar del tema. Puede que el Congreso no apruebe el código penal con las tres causales, pero hemos dado grandes pasos hacia la despenalización social del aborto”.

Molina Peña señala a Argentina como ejemplo de esperanza. En 1929, Argentina obtuvo la aprobación de las tres causales y el año pasado, casi cien años más tarde, el país finalmente legalizó el aborto. “Nos ha servido de inspiración a todas en la región de que tal vez te lleve cien años, pero encontrarás la manera de reclamar tus derechos”.

Cordero, por su parte, dice estar “segura de que pronto habrá un cambio” y que son las jóvenes activistas de esta generación quienes lo van a lograr. "Tienen el poder y la motivación", dice. “Puedo ver la lucha en ellas. No se darán por vencidas hasta que lo consigan. De eso estoy segura. Solo espero estar viva para poder verlo”.