SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Cada día la prensa reseña casos de violencia física que, por el drama que envuelven, provocan gran conmoción e incrementan la percepción de que hay en la sociedad dominicana formas de agresión cada vez más brutales.
Uno de estos casos es el reciente asesinato de Otto, un adolescente de 14 años que trabajaba limpiando vidrios en la esquina de las avenidas Winston Churchill y Charles Summer, quien fue atacado a navajazos por un compañero de oficio de apenas 11 años.
Pero el tema no sólo ha cobrado atención por los casos de violencia callejera. También en algunos centros educativos este mal se percibe como un problema cada vez más complejo y más difícil de combatir. Un ejemplo de esto son los conflictos que han sido registrados recientemente en la escuela San Vicente de Paul o el liceo Fabio Mota, de Santo Domingo Este, y otros centros del interior del país. La llamada “ola de violencia” incluso empujó al Ministerio de Educación a anunciar que reforzará su programa de prevención de la violencia en las escuelas.
En torno a este tema Acento.com.do conversó con Tahira Vargas, una antropóloga social que ha desarrollado estudios de violencia infantil y escrito varios artículos abordando las bases culturales del problema y las dificultades que existen para enfrentarlo.
Muchos de estos niños son la expresión de lo que viven en la cotidianidad y de una expresión muy hostil. Sufren acoso, violencia sexual, física y psicológica, que genera en ellos una respuesta agresiva
Vargas sostiene que, además de tratarse de un mal tan arraigado culturalmente, entre las grandes dificultades para combatirlo es sólo es condenado cuando viene de la población marginada. Asimismo, observa la existencia de un “doble discurso”, porque, aunque gran parte de la sociedad es capaz de percibir la violencia como algo negativo, no hace nada para evitarla y, por el contrario, la cultiva. A continuación la entrevista.
Lery Laura Piña: Usted que ha estudiado la violencia infantil y escolar, ¿qué lectura le da a estos casos de violencia muy severa entre niños que se han registrado últimamente?
Tahira Vargas: Son casos de niños que reflejan la violencia que viven cotidianamente. Muchos de estos niños, desde muy pequeños, son abusados físicamente y viven en una situación de violencia continua, cotidiana. En la calle se agudiza. El niño que trabaja en la calles sufre mucho más violencia porque tiene que enfrentarse a adultos y niños mayores, y la forma de defenderse de esos abusos es utilizando la violencia física. Entonces muchos de estos niños son la expresión de lo que viven en la cotidianidad y de una expresión muy hostil. Sufren acoso, violencia sexual, física y psicológica, que genera en ellos una respuesta agresiva a las situaciones que van viviendo en la vida cotidianamente.
LLP: ¿Cómo se puede contrarrestar la violencia, en sentido general, si es aceptada socialmente?
TV: Lo que pasa es que la violencia, en nuestra sociedad, tiene muchas formas de legitimación. Primero está la legitimación por el tema de género, es decir, la legitimación de que la masculinidad se construye a través de la violencia. Se incentivan o motivan las peleas entre los niños en la cotidianidad, en la escuela, en la vecindad. El niño que no pelea es considerado anormal, como que no es varón, como que no es un macho. Y se va reforzando esa violencia masculina. Eso se expresa incluso en las relaciones de pareja, hay que ver como el hombre maltrata a la mujer, como tenemos una sociedad colmada de feminicidios. El otro tema es el asunto del uso de la violencia para corrección de conducta. Se usa la violencia como método de corregir conducta. Eso se da en los hogares y en las escuelas, pero también en las instituciones de autoridad, en la Policía, en la política, en fin, en todos los organismos que conforman la sociedad hay una legitimación de la violencia, un uso continuo de la violencia. El otro punto es como, ante la delincuencia, se está utilizando la violencia. La policía mata un delincuente y, ya con decir que era un delincuente no hay que averiguar más nada. Entonces eso es totalmente errado porque la mano dura no erradica la delincuencia y eso está demostrado en América Latina.
LLP: Entonces ¿combatir el problema de la violencia supone una especie de revolución en nuestras relaciones familiares y sociales?
TV: Sí, pero el Estado tiene un rol ahí. Yo creo que si el Estado decide asumir una conducta apropiada, como prohibir las armas, el uso de la violencia en la Policía… Eso lo puede hacer el Estado. Y también trabajar, a través de los medios de comunicación, campañas educativas dirigidas a los padres sobre cómo resolver los conflictos familiares con el uso de métodos de disciplina positiva y dialógicos. Todo eso lo puedes hacer a nivel educativo y va generando esos cambios de conducta.
LLP: Se está ante un problema con un componente cultural tan arraigado que, aunque se reconoce que la violencia es negativa, en la práctica, tenemos contradicciones constantemente. ¿Por qué?
TV: Yo pienso que el problema es el doble discurso. A las mismas personas que condenan la violencia tú las ves en la calle haciendo violencia. Ves como personas que tienen un vehículo de lujo y un elevado nivel económico andan en las calles haciendo violencia. No es sólo un problema socioeconómico y educativo. Es un problema cultural muy fuerte. Es muy fácil condenar la violencia que el otro hace. Pero ¿y yo, qué hago? Entonces, el problema más serio es que es una sociedad que legitima la violencia y sólo la condena cuando viene de los grupos marginados. Esos son los que son condenados socialmente. Pero todo lo otro, lo que es la violencia desde los organismos de poder o desde los padres y las madres, se sigue legitimando. Entonces, no se hace una correlación. En la manera en que yo uso violencia voy a generar violencia en esa persona. No hay una claridad en la sociedad dominicana de que cualquier acto violento genera violencia. El tema es que la sociedad dominicana mucha gente está opinando sobre violencia reforzando los métodos violentos, hablando de métodos de mano dura, de uso de más violencia. Entonces no hacemos una ruptura del círculo de violencia. Se habla de seguridad ciudadana y ya la gente se está armando y eso no genera más seguridad, al contrario.