SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Daniel es un hombre adulto de unos 35 años de edad. Toda su vida ha sido una persona saludable, en forma y de buen ánimo. El pasado mes de abril sorprendió a sus amigos y familiares cuando de repente cayó en cama por haber contraído el virus de la COVID-19.
‘’Estoy pasando por un mal momento, no sé si puedas ayudar pero necesito cinco mil pesos para costear unos medicamentos. Tengo Covid’’, fue el mensaje enviado a cada uno de sus allegados a través de la plataforma de Facebook.
Su familia al mostrar preocupación porque Daniel nunca les avisó que había dado positivo a la enfermedad, empezó a llamarlo. Ahí fue donde se dio cuenta de que una persona estaba suplantando su identidad y enviando ese mensaje para aprovecharse económicamente de eso.
Daniel nunca tuvo Covid y nunca supo quién robó su cuenta para estafar.
Suplantar la identidad de una persona es uno de los tantos delitos tecnológicos que han incrementado durante la pandemia y el tiempo de confinamiento, de acuerdo con declaraciones de la fiscal del Distrito Nacional, Rosalba Ramos, el pasado mes de septiembre.
En ese momento, la fiscal advirtió que dado al aumento de las ventas por internet y los negocios desde la distancia, de esa forma han ido creciendo las incidencias criminales de la mano de la tecnología.
La incidencia con Daniel, el joven al que le fue robada su cuenta de Facebook para estafar es solo un ejemplo dentro de los tantos casos de crímenes tecnológicos, sin contar los demás que acontecen y no logran ser registrados y mucho menos sometidos a la justicia.
Esto se debe a que muchas de las víctimas no lo denuncian o no se reúnen las pruebas correspondientes para someter a una persona.
Otra víctima de estos crímenes ha sido Jonás, quien contó a este medio que su tarjeta de débito fue clonada luego de haber utilizado un cajero de una red de bancos muy reconocida en la capital ubicado en una pequeña plaza comercial.
Dijo que al recibir un mensaje de texto de la entidad bancaria informando acerca de un consumo por la suma de RD$38 mil pesos, procedió a llamar para reportar lo sucedido.
De acuerdo al relato de Jonás la entidad le afirmó que su tarjeta había sido utilizada en un establecimiento de Santo Domingo, luego en otro establecimiento en Baní y posteriormente en Nueva York. Todo esto en un lapso de 30 minutos de diferencia entre transacciones.
Los crímenes tecnológicos se caracterizan porque sus practicantes hacen uso de las distintas herramientas tecnológicas para violar la ley y atacar a las personas. También suelen llamarse delitos de alta tecnología.
Dentro de los delitos más conocidos, además de la suplantación o robo de identidad, está el chantaje por redes sociales o mensajes de texto, estafas con tarjetas de créditos o débitos, hackeo o secuestro de páginas de internet con el fin de obtener datos de la empresa o institución, la pornografía infantil, falsedad de documentos y firmas, uso de equipos para invadir la privacidad, difamación, injuria (estas dos cometidas mediante medios electrónicos) y phishing.
A todos estos se le suma una nueva vertiente llamada sextorción, que no es más que, la extorsión sexual caracterizada porque la víctima es chantajeada por mensajería instantánea de internet con una foto o video de sí misma desnuda o sosteniendo relaciones sexuales.
En el marco legal, en la República Dominicana existe una Ley sobre crímenes y delitos de alta tecnología. Esta es la Ley No. 53-07 cuyo objetivo es la protección integral de los sistemas que utilicen tecnologías de información y comunicación y su contenido, así como la prevención y sanción de los delitos cometidos contra éstos o cualquiera de sus componentes.
De acuerdo a la misma, tales flagelos dependiendo de su grado pueden ser sancionados con penas de 3 meses a 20 años de prisión.
Aquella Ley 53-07 crea al Departamento de Investigaciones de Alta Tecnología (DICAT), el cual quedó conformado por la Policía Nacional, la Procuraduría General de la República, Interior y Policía, Indotel entre otras entidades.
Conforme a datos abiertos en el portal de transparencia del Ministerio Público, desde enero a octubre de este año, se han registrado 3,459 casos de crímenes y delitos de alta tecnología, lo que equivale a un 4.51% de todos los tipos de flagelos que se han conocido por ese órgano perseguidor.
Los mismos han arrojado que las provincias o ciudades con más incidencias de estos casos son Santo Domingo Este con 747, Distrito Nacional con 488, Santiago con 331, Santo Domingo Oeste con 292, Puerto Plata con 220.
Le siguen, San Cristóbal con 197, La Vega con 173, San Pedro de Macorís con 171, La Altagracia con 160 y La Romana con 96 casos de crímenes de alta tecnología.
La Procuraduría Especializada contra Crímenes y Delitos de Alta Tecnología, durante la pandemia sometió 91 casos a investigación, 1 judicializado, 3 remitidos a la jurisdicción correspondiente, 14 en archivo provisional y 1 caso que terminó en un acuerdo, para un total de 110 casos sometidos.
¿Qué hago si sospecho ser víctima de estos crímenes?
Algunas de las recomendaciones que hace el DICAT consisten en cuidar de las informaciones que se publican en las redes sociales y no utilizar las tarjetas de crédito o débito en establecimientos no autorizados o pocos habituales.
Asimismo no compartir sus contraseñas o navegar en páginas web desconocidas y poco seguras.
Luego si una persona entiende que puede estar siendo víctima de algunos de estos crímenes lo ideal es hacer la denuncia a las autoridades correspondientes, en este caso la fiscalía o el mismo Dicat para que se inicie una investigación.
De la misma forma, es importante señalar que ante la situación pandémica que se vive en el mundo actualmente, con las restricciones de horarios y las medidas para evitar aglomeraciones, los delitos tecnológicos son más habituales, ya que muchas personas optan por hacer compras y pagos por internet.
Además, como las personas se han visto en la obligación de pasar más tiempo en casa, han recurrido a otorgarle un mayor uso a las redes sociales, bombardeándolas con informaciones personales que a simple vista son inofensivas y de poca relevancia, como por ejemplo una simple foto, pero que a la vez, los detalles que denotan de esa imagen o foto podrían ser de gran utilidad para los ciberdelincuentes.