SANTO DOMINGO, República Dominicana.- “Ojalá no hubiera noche, así uno se la pasa dando vueltas y olvida lo triste y desolada en que se ha convertido mi vida”. Esta expresión de pesar y tristeza es de doña Juana de la Cruz de Sabino, madre de una de las víctimas de la matanza del 29 de diciembre, ocurrida a las 3 de la madrugrada en el Cruce de Guerra.

Con los ojos empañados, a ratos intentando contener las ganas de llorar, doña Juana busca fortalezas en sus adentros, como si quisiera mostrarse segura delante de su esposo, sus hijos y nietos. Expresa que su hija Eladia Sabino de la Crúz, “Arelis”,  de 43 años, era una mujer alegre y muy querida por todos los que la conocían.

La tragedia del 29 de diciembre ha golpeado con dureza a la familia. Cuatro muertos, dos heridos y luego la incertidumbre, la dolorosa espera, el dolor, la desesperación y el temor han marcado sus días. No hay una respuesta de las autoridades al cuádruple asesinato. No se sabe quiénes ni porqué mataron con tanta saña a los suyos cuando regresaban de una fiesta navideña.

Al dolor se suma el temor. No se sabe de dónde provino la idea, la orden ni la materialización de esta acción de horror. Temen por su seguridad, y piden el favor de no publicar sus fotografías .

“Esa noche cualquiera ni la quiere recordar”, dice doña Juana con rostro cabizbajo, mientras aprieta su pecho rota por el dolor. Acompañada de sus familiares explica que eran seis los parientes que estaban en el vehículo cuando se presentaron los matones. Dos, afortunamente, no murieron.

La peor suerte la corrieron Eladia Sabino de la Cruz “Arelis” (su hija), Librada Zapata (sobrina), Pablo Roberto Celedonio Flores “Chocolate” (sobrino) y Roberto Confesor Híchez (sobrino), este último tenía dos días que había llegado de Estados Unidos junto a su familia, para pasar las festividades navideñas.

“Nosotros no queremos que los maten, nosotros queremos que paguen por lo que hicieron, y su muerte no sería un precio justo”

Los sobrevivientes son una mujer y una adolescente, que por recomendación profesional y para salvaguardar su seguridad, han sido mantenidas al margen de las declaraciones públicas y de la aparición en los medios de comunicación.

La familia Sabino, residente en la comunidad El Toro, del municipio de Guerra, está convencida de que la masacre fue planificada. Le ha llamado la atención el hecho de que el lugar de la emboscada se encuentra a unos 600 metros de dos destacamentos policiales.

Los parientes de las víctimas narran con extrañeza que de los agentes policiales que estaban de servicio esa noche, uno habría declarado que dejó su puesto para ir a cargar su flota, y otro se habría ido al baño justo cuando sucedió la matanza.

“Yo no sé cómo es que han pasado casi 20 días, y las autoridades solo dicen que dizque están investigando ¿Investigando qué? Porque en ese punto donde me mataron a mis muchachos hay cuatro cámaras y ellos no quieren decirnos nada”, dice con impotencia Pedro Sabino, padre de Arelis.

Don Pedro ha llegado a la conclusión de que si la Policía no dice nada es “porque de seguro hay militares involucrados”. Resalta que los reportes preliminares indicaron que  los cuerpos tenían entre 29 y 42 tiros cada uno, producidos con armas de alto calibre.

También les resulta incomprensible a los famiales de las vícitimas lo ocurrido justo al amanecer después de la tragedia, cuando un equipo de las emergencias del 9-1-1 se presentó al lugar para levantar un informe de lo ocurrido, puesto que trabajaban dentro del Operativo Navidad Segura 2018, pero los agentes policiales presentes le impidieron hacer el reporte médico especializado de la escena de los asesinatos y de las señales que presentaban los cadáveres.

"¡Ahí hay algo raro, y la Policía no quiere que nadie sepa lo que pasó!", afirma inconforme con don Sabino ante la respuesta que hasta el momento ha dado la autoridad policial.

Indica que la Policía tiene como evidencia un arma de fuego propiedad de Híchez, la yipeta, los celulares de los muertos, entre otros objetos.

A todo esto, los familiares creen que es extraño que al tiempo que apenas se han desplegado esfuerzos para esclarecer el caso, se haya trasladado a San Francisco de Macorís al oficial que empezó la investigación por la parte policial (el Ministerio Público es la autoridad legal que debe dirigir las investigaciones).

“Yo nunca pensé que a esta hora mi hijo iba a estar muerto”

Otra madre que no encuentra explicación ni consuelo para su dolor es doña Ramona Flores Sabino, madre Pablo Roberto Celedonio “Chocolate”.

“Yo nunca pensé que a esta hora mi hijo iba a estar muerto”, dice doña Ramona, cabizbaja, como si no quisiera aceptar la realidad.

“Me lo mataron como a un delincuente”, expresa otra pariente, al tiempo que explica que desde entonces no ha podido incorporarse a su trabajo, porque ha quedado abatida por la depresión.

La familia Sabino aunque se encuentra inmersa en el dolor y con temor de que algo les pueda ocurrir a otros parientes, aseguran que no descansaran hasta que se descubra toda la verdad sobre esta matanza, y que no descartan alguna protesta social.

“Nosotros no queremos que los maten, nosotros queremos que paguen por lo que hicieron, y su muerte no sería un precio justo”, comentaron los Sabino.