Por Manuel Pérez, Pablo Ramón Ochoa, Alejandro Prieto, María Angélica Troncoso

Santo Domingo/Buenos Aires/Montevideo/Río de Janeiro, 10 abr (EFE).- Silencio y resignación. Esa ha sido la opción de incontables mujeres al verse recluidas en casa junto a una pareja que las maltrata durante la pandemia del coronavirus, ya sea por miedo a buscar ayuda estando al lado del agresor o por un temor más profundo, más primitivo, el de morir sola en un hospital.

El miedo se ha palpado en una aparente reducción de las denuncias en algunos países de América Latina durante las primeras semanas de confinamiento por el COVID-19, como el caso de República Dominicana, pero el confinamiento se ha traducido en un incremento en otros como Argentina, Brasil o Colombia.

Conforme la cuarentena se alarga, según alertan Gobiernos y ONG, las agresiones contra las mujeres pueden ir en aumento en todos los países de esta región, la más peligrosa del mundo para las mujeres.

Y como si de un gráfico de contagios se tratase, se espera que la violencia puertas adentro de casa vaya dibujando una curva ascendente que podría llegar a su cenit una vez que se acabe el confinamiento, advierte la presidenta de la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM), Janet Camilo.

"Cuando esta crisis comience a calmar, a bajar, y la gente comience a salir a las calles a tratar de hacer su vida normal, creo que ahí podríamos tener picos de solicitud de servicios (de asistencia a víctimas), podríamos tener picos de violencia", manifiesta Camilo, también ministra de la Mujer de República Dominicana.

UN PELIGRO QUE AVANZA CON LOS DÍAS

Valeria Caggiano, una de las voceras de la Intersocial Feminista, que agrupa a 31 colectivos feministas de Uruguay, aclara que no es que "de un día para el otro" los hogares se vuelvan violentos sino que con la tensión del encierro las situaciones van "escalando".

"Está la tensión de no tener sistema de cuidados, de no tener sistema educativo y en algunas casas de no poder tener acceso al aire libre. Todo lo que supone el confinamiento en sí en hogares atravesados por este tipo de tensiones se multiplica", subraya.

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En la misma línea se expresa Teresa Herrera, presidenta de la Red Uruguaya contra la Violencia Doméstica y Sexual (RUCVDS), quien dice que es de "sentido común" comprender por qué el encierro es "una bomba de tiempo" para las mujeres y niños víctimas de violencia y abusos intrafamiliares.

"Sabemos que entre la cuarta y la quinta semana de aislamiento es cuando la cosa se complica más y eso es lo que queremos prevenir", añade.

En China, Italia o España se han registrado incrementos en las denuncias de violencia de género y "en algunos casos hasta se han duplicado los casos de violencia", destaca.

EL MIEDO AL VIRUS

Las cifras de violencia, recogidas por los teléfonos de atención a las víctimas son dispares en América Latina.

Uno de los casos más sorprendentes es el de República Dominicana, país con la quinta tasa más alta de feminicidios de América Latina y donde estos días de reclusión en casa ha bajado el número de denuncias.

Esto no significa, puntualiza Janet Camilo, un menor nivel de violencia. La ministra intuye que muchas mujeres han preferido quedarse frente a frente con su agresor que la soledad de un hospital o de una casa de acogida.

"La gente tiene más miedo a morir solo, que a quedarse en casa y enfrentarse a una muerte inminente. Tienen más miedo de enfrentarse a la muerte solas en un hospital, o ir a una casa de acogida y que un familiar contraiga la enfermedad y no puedan ir a verle", resume Camilo.

De hecho, desde que se declaró el estado de emergencia, varias víctimas de violencia han abandonado las casas de acogida para buscar refugio en hogares de parientes que se han ofrecido a recibirlas para que no estén solas en este momento.

En los primeros diez días de confinamiento se han registrado 238 llamadas de socorro en el país, un número inferior a la media, y se ha registrado un feminicidio, de una mujer haitiana en la ciudad de Barahona, una cifra baja para un país con una media de casi siete feminicidios al mes.

UN GOTEO DE MUERTES

Pero en otros países como Brasil o Argentina, la violencia contra las mujeres simplemente no ha cesado.

Argentina decretó la cuarentena total por el coronavirus el 20 de marzo y desde ese día hasta el final de mes se produjeron 9 feminicidios, casi uno por día, y que se suman a los 60 registrados hasta inicios de marzo.

El pasado 29 de marzo, asociaciones feministas convocaron a un "ruidazo" en los balcones para denunciar el agravamiento de la violencia machista, un día después de que se conocieran cinco feminicidios más, según la organización Mujeres de la Matria Latinoamericana (Mumalá).

Desde el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad informaron a Efe que se dio "un pico de consultas" al teléfono 144 desde la aplicación de la cuarentena, pero esto puede "responder a múltiples factores", puesto que las consultas pueden ser relativas a otras cuestiones ajenas a la violencia machista.

En Brasil, país más mortal para las mujeres de América Latina, las denuncias telefónicas aumentaron un 17,97 % durante los nueve días siguientes a la fecha en la que comenzó a hacerse efectivo el confinamiento social en varios estados, según datos del Ministerio de la Mujer, la Familia y los Derechos Humanos.

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Y en Río de Janeiro, una de las regiones que más registra este tipo de agresiones, los pedidos por medidas de restricción aumentaron un 50 %.

Incluso se registró un incremento de las denuncias en las comisarías, pese a que los servicios de atención del sistema judicial se ofrecen de forma remota desde la implementación de la medida.

"Aunque esas mujeres estén con dificultad de moverse por las medidas de restricción, ellas consiguieron acceder a las comisarías de Policía. Entonces hay una gran demanda por medidas de protección", aseguró a Efe Flávia Nascimento, coordinadora de Defensa de los Derechos de la Mujer de la Defensoría Pública de Río de Janeiro.

RESTRICCIONES EN LA ATENCIÓN A LAS MUJERES POBRES

Como una forma de facilitar la comunicación, el Gobierno brasileño, al igual que en otros países de América Latina, implementó una aplicación para celulares mediante la cual se pueden denunciar no solo los casos de violaciones domésticas, sino de cualquier tipo de violación a los derechos fundamentales.

Pero para muchas mujeres que viven en las periferias y en las favelas más pobres de Brasil, en su mayoría negras y mulatas, esto no supone una solución.

Sus celulares no son de última generación, el internet no es un lujo que se tenga en casa y las comisarías quedan a kilómetros de sus hogares.

El refuerzo de los canales de atención a las mujeres ha sido una tónica general en la región: el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de Uruguay reforzó su equipo de atención y creó nuevos canales de comunicación directa en línea, y en la República Dominicana se ha mantenido el servicio 24 horas y se ha instado a las mujeres a contactar por las redes sociales, si es imposible hacerlo por vía telefónica.

Con ese panorama, la coordinadora nacional de la organización feminista argentina Mumalá, Silvia Ferreyra, apunta que las soluciones son aún más complejas para las mujeres que, ante el confinamiento, piensen en la posibilidad de buscar un lugar alternativo para pasar la cuarentena debido a la "vulnerabilidad económica".

Ante ello, Ferreyra recomienda "no aislarse".

"No hay que aislarse, no pensar que es una situación que queda entre la víctima y su victimario, sino que hay móviles que exceden la coyuntura familiar", agregó. EFE