(Una historia Sally Pollak, de Burlington Free Press, en traducción libre de Iván Pérez Carrión)
En su libro de 2012, Una boda en Haití, Julia Álvarez escribe sobre su amistad con un joven haitiano, Piti, a quien conoció en la República Dominicana.
Álvarez, una escritora que vive en Weybridge, pasó la mayor parte de su infancia en la República Dominicana, la tierra natal de su familia. Álvarez y su esposo, Bill Eichner, tienen una granja en la República Dominicana, y están involucrados en proyectos educativos y agrícolas en el país.
Haití es el país que asustaba a Julia Álvarez cuando era niña, el lugar que le enseñaron que no debía gustarle y del cual desconfiar. A ella le enseñaron a creer que los haitianos eran sus enemigos, dijo Álvarez por teléfono hace unos días.
“Cuando yo no quería irme a dormir, me decían que el hombre del saco haitiano –el Cuco- vendría por mí y a comerse a los niñitos dominicanos”, dijo Álvarez. “Tú crías a un niño con este tipo de historias en su cabeza, y subliminalmente está aterrado, porque eso cala muy hondo”.
Álvarez, escritora-residente en el Middlebury College, escribe novelas para adultos y lectores jóvenes, además de poesía y ensayos. En julio, Álvarez recibió la Medalla Nacional de las Artes de manos del presidente Obama.
Una boda en Haití no es un libro de ficción, y cuenta la historia de su viaje a Haití para la boda de Piti, un viaje que ella y Eichner prepararon en una semana.
Los obstáculos a superar que tuvo la pareja en el viaje incluían atravesar un terreno accidentado, vadear ríos, caminatas por senderos montañosos. Llevaban lo que se lleva en estos casos: pantalones de mezclilla y botas de montaña.
Pero Álvarez viajaba para asistir a una boda, y ella quería vestirse como si fuera “a una boda en Cape Cod”. Así que se cambió de ropa, y continuó el viaje.
Cuando Eichner y ella entraron al grupo de chozas donde la boda se llevó a cabo, sorprendiendo incluso a Piti, hubo una clara sensación de que algo importante estaba sucediendo, dijo Álvarez.
“Fuimos más allá de la historia en todo sentido”, dijo ella. “Tienes que cruzar fronteras que no son sólo las físicas, sino las fronteras dentro de tu pensamiento y tu corazón."
Álvarez, de 64 años, estará en la primera línea con un grupo de personas que viajarán a la frontera de la República Dominicana y Haití el viernes para conmemorar la masacre haitiana de 1937. Con varios actos programados, la conmemoración de Border of Lights (Frontera de las Luces) será un día activismo y reflexión (www.borderoflights.org).
Este será el tercer viaje de Álvarez para la reconciliación y el recuerdo a la frontera, en el punto donde el río Masacre separa a ambas naciones. Su primer viaje fue en 2012, con motivo del 75 aniversario de los asesinatos.
“En las Américas se sabe poco acerca de la masacre”, dijo Álvarez. “El hecho nunca ha sido abordado adecuadamente ni reparado por la República Dominicana (…) Pertenecemos a la diáspora, los haitianos y dominicanos y estadounidenses que nos apoyan. Tenemos que crear conciencia. Tenemos que crear otros modelos diferentes al viejo problema que ha seguido ocurriendo. Tenemos que inspirar a la gente”.
La masacre haitiana de 1937 se llevó a cabo bajo las órdenes del dictador dominicano Rafael Trujillo. El asesinato sistemático eliminó un estimado de 9,000 a 18,000 personas, de acuerdo con la información de la página en Internet de Frontera de las Luces.
Un periodista estadounidense, Quentin Reynolds, viajó a la región y escribió un relato de la masacre, y un análisis sobre las tensiones regionales. En su artículo de enero de 1938 publicado en Collier, Reynolds escribió:
“Estoy absolutamente convencido de que incluso los propios haitianos subestimaron el número de cadáveres que se pudre bajo los matorrales y barrancos de las provincias de Monte Cristi y Santiago. Tengo la firme convicción de que al menos 10,000 haitianos han sido sacrificados desde el 1 de octubre en Santo Domingo. Para llegar a esta estimación, las conjeturas sólo han tenido una participación muy pequeña”.
Cambio a través del arte, cambio mediante el activismo
Frontera de las Luces es una organización de voluntarios que ha edificado su presencia en el Internet (incluyendo una vigilia digital que se celebra en correspondencia con la real)
Una mujer de Nueva York llamada Cynthia Carrión se involucró con la organización hace tres años, después de escuchar a Álvarez en una lectura en la ciudad de Nueva York. Carrión, de 33 años, es directora adjunta de la Coalición del Norte de Manhattan para los Derechos de los Inmigrantes y es una neoyorquina de ascendencia dominicana.
Cuando oyó hablar a Álvarez sobre sus ideas para Frontera de las Luces, Carrión se sintió inspirada para trabajar a favor de ese esfuerzo. Ella llama a Álvarez la “madrina” del grupo.
“Es muy importante para la diáspora dominicana regresar de esta forma, y asegurarse de que este genocidio no se olvide”, dijo Carrión.
Como hijo de inmigrantes, Carrión dijo que comprende y aprecia lo que podría significar para los dominicanos de ascendencia haitiana llamar a un lugar “su casa” y sin embargo no ser aceptados.
“Es importante mostrar nuestra solidaridad”, dijo Carrión. “Pero también se trata de ver a la República Dominicana como una especie muy cosmopolita de país, y con deseos de estar seguro de que se conserve. También está este otro relato, el verdadero sentido de humanidad compartida”.
Carrión fue en el primer viaje a la frontera, pero no pudo volver el año pasado porque tenía una hija recién nacida. Este año, ya con un año de edad, Anabella y otros miembros de la familia asistirán a la conmemoración de Frontera de las Luces el viernes.
“Ir a la frontera y pasar ese tiempo con Julia es un verdadero privilegio”, dijo Carrión. “Es también un gran atractivo sabiendo que tenemos la oportunidad de compartir esta experiencia íntima con ella, plantar árboles y recorrer la frontera. Para mí, pues me pongo muy protectora… ‘Julia, eres realmente un poco mayor’. Sin embargo, ella se enrolla las mangas y hace lo que se le pedía. Todos vemos eso como algo muy inspirador”.
Para Álvarez, la Frontera de las Luces inicial fue una experiencia importante que se centró en un reconocimiento del pasado y el encuentro de personas con un interés común en la creación de un futuro diferente.
“Si usted no acepta su pasado”, dijo, “este siempre va a volver y lo acosará".
El grupo incluyó a sacerdotes jesuitas que viven y trabajan en la frontera, entre ellos, un padre que se paró sobre una roca en el río ‒la piedra que le sirvió como altar‒ en un esfuerzo por lograr la reconciliación.
“La gente que estaba en la iglesia nos siguió hasta la frontera”, recordaba Álvarez. “Caminamos por las calles iluminadas en la ciudad fronteriza dominicana. Y estuvimos en el río. El río Masacre se transformó en un río de luz”.
Hubo cantos y se recitaron poemas. “Nosotros llamábamos a nuestros hermanos y hermanas del otro lado del río”, dijo Álvarez. De pronto, vio unas luces: Los haitianos en la otra ribera habían puesto luces a flotar en el agua.
[Pie de Foto: Una multitud se reúne para la vigilia de Frontera de las Luces en 2012 para conmemorar el 75 aniversario de la masacre de 1937 de Haití. (Foto: TONY SAVINO copyright 2012 / CORTESÍA)]
La gente en ambos lados de la frontera trabajó juntos para limpiar parques. Cerca de 1,500 árboles jóvenes fueron plantados para ayudar a reforestar la región fronteriza.
“Fue una colaboración”, dijo Álvarez. “Y decidimos que vamos a seguir haciendo esto”.
El año pasado, Frontera de Luces trabajó con un orfanato mediante la donación de alimentos, útiles escolares y juguetes.
Este año, el plan es pintar un mural en el puente que atraviesa la frontera.
“Tenemos la esperanza de que es técnicamente tierra de nadie”, dijo Álvarez. Pero ella no estaba segura de a qué país pertenece el puente.
Álvarez tenía 19 años cuando llegó a Vermont para escribir, como estudiante en la Conferencia de Bread Loaf Writers. En el otoño, se trasladó del Connecticut College al Middlebury College para reanudar sus estudios universitarios. Álvarez ha estado escribiendo en Vermont gran parte del tiempo desde entonces…
Ahora, en la mitad de sus 60 años, está pensando en los años que tiene por delante y la forma en que le gustaría pasarlos.
“Siempre ha habido una parte de mí que me dice que el contar historias y el arte son la manera de cambiar las cosas”, dijo Álvarez. “Es como nuestro cordón umbilical: todos estamos conectados a través de la narración de cuentos. Reconocemos las mismas emociones y sentimientos, y nos sentimos conmovidos”.
Sin embargo, narrar historias, puede ser un medio más lento para efectuar el cambio, comentó.
“La gente viene a mí porque soy una narradora y algo en ellos ha sido tocado”, expresó Álvarez. “La gente tal vez haya leído algo que he escrito, pero después, ¿qué? Pues eso los motiva a crear su propia obra de arte. Eso se puede hacer a través del arte, o se puede hacer mediante el activismo.
“No es sólo que lo que escribo pueda cambiar a mi lector. Me cambia a mí misma. Se trata de un haitiano y un dominicano que van contra sus enemigos históricos, y nos conectamos. Encontrarme con Piti y hacer esos viajes con él me transformó. Me abrió los ojos y el corazón".
Cómo participar
Middlebury College será la sede de la conmemoración de Frontera de las Luces de 8 a 9 P.m el viernes en la McCullough Wilson Terraza, frente al Centro de Estudiantes de McCullough.
Los estudiantes y las demás personas tendrán la oportunidad de hablar, y habrá luces para que los asistentes las sostengan.
Fernando Rocha, profesor de inglés, está ayudando a organizar la conmemoración.
“Creo que es importante en cuanto a que se tiene una discusión sobre los problemas fronterizos”, dijo Rocha, al señalar a las muchas discusiones sobre el la frontera entre Estados Unidos y México.
“Nos olvidamos de que hay otras fronteras en el mundo que también tienen problemas”, dijo Rocha. “Y la gente debe tener conocimiento sobre ellas para ver cómo pueden ayudar, y para llamar la atención sobre el problema”.
Información sobre la conmemoración de Frontera de las Luces en línea: Borderoflights.org
Fuente: Burlington Free Press