Si el gran poeta Constantino Cavafis (1863-1933) volviera a  vivir su vida en la Republica Dominicana contemporánea, estuviese en una encrucijada similar a la de los dominicanos de ascendencia haitiana afectados por la  Sentencia TC 168/13.

Cavafis nació en Alejandría, Egipto, de padres originarios de Constantinopla, y siendo niño tuvo que emigrar con ellos a Londres a causa de los ataques xenofóbicos contra la comunidad griega en su ciudad natal. Antes de cumplir veinte años retornó a Egipto, pero a la muerte de su padre se vio forzado a emigrar a Constantinopla. Regresó a Alejandría de nuevo con veinte y pico de años largos, y permaneció en esa ciudad el resto de su vida escribiendo poesía y trabajando como funcionario del Ministerio de Irrigación.

Aunque dotado de una formación exquisita, políglota y un colaborador invaluable para el Ministerio, nunca pudo ascender en el escalafón de la burocracia porque como extranjero un puesto permanente le era vedado. Hoy en día a  menos de un siglo de su fallecimiento, Cavafis es reconocido como un gran poeta, y Egipto ha convertido su pequeño apartamento en un museo y lo reclama como un distinguido hijo adoptivo.

¿Cuántos futuros Cavafis en numerosos campos del quehacer humano están en situaciones precarias en diversos países del mundo?

Nos luce que la historia se sigue repitiendo y no solo dentro de los límites de una generación o en una región del mundo.  ¿Cómo podemos empezar a corregir estas repeticiones que nos conducen a un callejón sin salida como familia humana?

Cavafis nos ofrece una clave de por qué clasificamos como bárbaros a los que percibimos como “otros”, llegando a desterrarlos y cambiando las leyes para asegurar que nunca se sientan a gusto cerca de nosotros. Con frecuencia son motivos políticos los que impulsan estas purgas. En su poema “Esperando a los bárbaros” Cavafis astutamente señala que esta gente brinda una especie de “solución”.  Son chivos expiatorios para distraernos de la bárbara corrupción y fechorías de nuestros gobernantes, la ineficacia de nuestros administradores, iniquidades de nuestro sistema de justicia, los abusos de poder. Y si hacemos conciencia de que no hay bárbaros, y dedicamos toda nuestra energía, talento e inteligencia a resolver los complejos problemas que amenazan nuestro planeta y nuestra  gran familia humana, ¿qué pasaría?

Julia Alvarez

Esperando a los bárbaros
[Poema: Texto completo.]

Constantino Cavafis

-¿Qué esperamos congregados en el foro?
Es a los bárbaros que hoy llegan.

-¿Por qué esta inacción en el Senado?
¿Por qué están ahí sentados sin legislar los Senadores?
Porque hoy llegarán los bárbaros.
¿Qué leyes van a hacer los senadores?
Ya legislarán, cuando lleguen, los bárbaros.

-¿Por qué nuestro emperador madrugó tanto
y en su trono, a la puerta mayor de la ciudad,
está sentado, solemne y ciñendo su corona?
Porque hoy llegarán los bárbaros.
Y el emperador espera para dar
a su jefe la acogida. Incluso preparó,
para entregárselo, un pergamino. En él
muchos títulos y dignidades hay escritos.

-¿Por qué nuestros dos cónsules y pretores salieron
hoy con rojas togas bordadas;
por qué llevan brazaletes con tantas amatistas
y anillos engastados y esmeraldas rutilantes;
por qué empuñan hoy preciosos báculos
en plata y oro magníficamente cincelados?
Porque hoy llegarán los bárbaros;
y espectáculos así deslumbran a los bárbaros.

-¿Por qué no acuden, como siempre, los ilustres oradores
a echar sus discursos y decir sus cosas?
Porque hoy llegarán los bárbaros y
les fastidian la elocuencia y los discursos.

-¿Por qué empieza de pronto este desconcierto
y confusión? (¡Qué graves se han vuelto los rostros!)
¿Por qué calles y plazas aprisa se vacían
y todos vuelven a casa compungidos?
Porque se hizo de noche y los bárbaros no llegaron.
Algunos han venido de las fronteras
y contado que los bárbaros no existen.

¿Y qué va a ser de nosotros ahora sin bárbaros?
Esta gente, al fin y al cabo, era una solución.