MONTE PLATA, República Dominicana.-Justo al salir el sol, Isabel toma agua de la única llave que se encuentra cerca de la portezuela que da acceso a su vivienda, construida a base de madera y hojas de zinc grises, teñidas por los rayos ultravioletas que destila el astro solar.

“Somos los últimos que la chiva tiró al mundo”, así se expresa Isabel Nolasco residente del sector La Hoja Ancha del distrito municipal Los Botados de Yamasá, en Monte Plata, donde apenas llega el líquido más preciado para el ser vivo, el agua.

Llena 6 cubetas blancas y 2 tanques que acogen 2 de estas, a su vez. Ella es alta, fornida, de piel oscura y rostro con expresión rígida. Toma los primeros recipientes y los lleva a su casa, los coloca en la pequeña cocina y acude en busca de los restantes.

A la vuelta de la esquina de la calle de tierra caliza y enramadas, se encuentra la casa de Catalina Severino, de color azul cielo deslucido con la mezcla de un amarillo, que en algunas de sus partes es notorio debido al desprendimiento de las capas del último proporcionado.

Sentada en un una silla plástica gris clara, viste una bata con medio hombro caído debido a la vejez del ropaje. A las afueras de su galería, el grifo que provee el líquido transparente está al lado de dos tanques que Catalina llena antes de quedarse sin energía eléctrica y que esto le impida abastecerse.

Tiene 3 hijos varones, dos de ellos son miembros del Ejército Nacional asignados en distintos puntos del país y uno aún cursa los primeros años de la secundaría, dice no se enfilará a los cuerpos castrenses. “Cuando hallábamos una vena de agua, hacíamos un pozo y de ahí agarrábamos el agua para tomar”, relata Catalina que ya cruza los 40 años de edad.

Hasta hace sólo 2 años, los munícipes de la comunidad Los Botados de la provincia Monte Plata, obtenían agua de los ríos, manantiales o pozos de los que emanaba el valioso líquido y que luego era extraído con una palanca de material rústico que como en los tiempos de los ingenios y la esclavitud, al alzarla este era expulsado.

“Hicieron el hoyo y luego construyeron el pozo que uno le daba así como con una palanca y después levantaron eso”, señala Catalina, mostrando dos tinacos encima de un piso de cemento sostenido por cuatro columnas del mismo material. “La propia comunidad hace sus inversiones, hace un pozo, profundiza una bomba que sube el agua y luego la distribuimos”, explica Santiago Fabián, dirigente comunitario de Los Botados.

Este distrito municipal de más de 6 mil habitantes, por cada un poco más 500 metros de distancia posee un pozo del que se surten más de 5 tinacos de aproximadamente 1000 galones, los que a su vez proveen el servicio a las casas aledañas.

Tras años de espera, los pobladores de los Botados fueron iluminados con la idea de una fundación internacional que hacía trabajos en  la zona, de crear pozos con instalación de tuberías hacía las casas.

“Eso fue una institución que le dicen FH, Fundación contra el Hambre, con quienes pudimos lograr estos pozos y a según se fue poblando el sector, nos fuimos organizando y haciendo gestiones, logrando unos cuantos pozos más en la zona”, refirió Emeterio de León, presidente de una junta de vecinos.

Según explica Santiago Fabián, primero se hace el hoyo, después que se introduce la bomba eléctrica, se colocan los cables para conectarla, se sella el hoyo y entonces “por dicha tubería subimos el agua y por esa misma la bajamos…esos tubos que están ahí van directamente para las casas o algunas tomas de agua comunes”.

No todo es color rosa

Yaunque la innovación de estos comunitarios ha sido  respuesta a su pedido de auxilio, no todo es color de rosa ya que a algunos aún ni siquiera les llegan las tuberías del pozo a sus casas. “Esas personas la vienen a buscar a la pública, pero si la tuvieran en sus casas no tendrían que venir aquí”. María Martínez es una de las que aún no ha podido tener en su morada una conexión directa del hoyo más cercano.

Con la mirada perdida relata cómo debe trasladarse todos los días con varios cubos para llevar agua a su vivienda y poder satisfacer las necesidades de ella y su familia. “La busco y tratamos de no desperdiciarla para que dure mucho”.

María no es la única, otra de sus vecinas se encuentran en la misma condición o parecida como es el caso de los que aunque tienen un pozo cercano, no poseen los tinacos donde pernocta el agua que sube de la tierra.

“Uno presiona un botoncito y si hay luz hay agua si no hay luz no hay agua, el botón está dentro de la casa y eso fue instalado por el síndico”, asegura Isabel Nolasco.

Frente a la vivienda de Isabel se construyó un pozo con un grifo en la parte delantera, pero no se terminó de hacer una instalación de tubos porque las 36 personas que conforman las 6 familias que lo rodean, no gozan del presupuesto necesario para la inversión que conlleva.

Empero, esto no son los únicos argumentos que conforman la categoría “contra” que acarrean los pozos de Los Botados de Yamasá. También, estas familias se rigen por las horas de energía eléctrica suministradas por las generadoras para poder abastecerse del líquido.

“Cuando no hay luz que la bomba no llena el tinaco, es un caos y hay que pagar un motorista para que busque y no se sabe de dónde le traen esa agua a uno”, asevera con rigor Emeterio.

Acueducto

A pesar de que hace unos 10 años les fueron instaladas tuberías internas que se desprendían de un pequeño acueducto en las afueras de la carretera que divide a Los Botados en dos, esto se quedó a mitad.

“Una vez metieron tubos pero después de eso todo los hemos hecho con nuestro propio esfuerzo. Hemos acudido muchas veces pero eso es vamos y vamos, pero nunca vienen” subraya a los periodistas de Acento el dirigente comunitario apellidado Fabián.

A su derecha, el presidente de la junta de vecinos del sector Los Solares del distrito municipal secunda a Fabián y apunta que nunca han tenido un acueducto. “Hemos luchado siempre y ahora todas las juntas de vecinos nos estamos unificando para combatir ese mal e ir a la CASSD para que se nos haga un acueducto”.

La contaminación

Al lado de un pequeño brazo del río Leonora, que se encuentra más abajo de las casas levantadas entre los arboles por los munícipes, está de pie Belkis de los Santos junto a sus dos hijos y su sobrino.

En una piedra tira la ropa blanca que está lavando en el río por donde corre la basura acumulada  en su orilla y que con el agua que sube la va arrastrando. Le dice a los niños que se salgan al percatarse de la llegada de las cámaras. “Los niños ahora mismo se estaban bañando y yo les dije que salieran, porque cuando ellos se bañan aquí les da raquiña, se les hacen muchas ronchas y les da piquiña”. Manifiesta que no siempre le llega el agua del pozo y por esto tiene que ir a lavar al río, y así conservar la poca agua que se sirven para cocinar y bañarse.

“Lavo allá en mi lavadora, pero ahora no puedo lavar allá porque la bomba está media jodona y entonces la poca que me llega la cojo para bañarnos”, señala Belkis.

Al preguntarle cómo queda la ropa luego de ser lavada en dicho remanente de agua no tan higiénico por la contaminación, detalla que “cuando está limpio quedan bien, pero cuando están así medio sucio yo le doy una enjaguada allá en mi casa, para que no me quede amarilla la ropa blanca”.

Bajando más rápido de lo que puede, por la calle de tierra inclinada, Juan Severino León denuncia a vive voz que la basura que contamina el río de donde antes se abastecían, está a la orden del día.

“Las mujeres vienen y tiran los pampers, también venia el camión del ayuntamiento y tiraba la basura allá abajo aunque ahora no la están tirando porque la están llevando a un vertedero”, infiere Severino León.

Catalina Severino, también denota lo declarado por León y destaca que “A veces uno no se puede ni bañar porque sale con una alergia de ahí, como en estos tiempos de calor”.

Las calamidades en el Distrito Nacional

Desde siempre y más notorio en los tiempos de sequía, como el actual, los barrios del Distrito Nacional son afectados por la falta del servicio de agua potable.

Pero hace más de un mes,  las sequías que afecta a los moradores del distrito son más pronunciadas y es que la baja producción de agua potable en los acueductos tiene al grito a los moradores de los barrios del Gran Santo Domingo, especialmente a la parte oeste y norte de la ciudad, y el Distrito Nacional.

La escasez de agua y las largas distancias que tienen que recorrer para abastecerse del líquido, desespera a los moradores de los más de 30 barrios afectados. “Yo vivo en la esquina y tiene como 3 meses que no llega a las casas.

"Venimos aquí, a la esquina, cuando hay y si no tenemos que comprar tanques de agua que la buscan en la cisterna para allá arriba, en 50 o 100 pesos”, testifica Johanna Reyes, residente en Villa Francisca.

Como Johanna, los moradores de Villa Francisca, Villa María, Villa Consuelo, María Auxiliadora y otros aledaños, se tienen que abastecer de las “llaves comunes” y las “cisternas públicas”, no solo desde hace unos meses si no desde siempre. “En los 19 años que tengo viviendo aquí en el barrio siempre ha sido igual”, destaca Glennis Medrano quien vive en el sector María Auxiliadora.

Desde RD$5 hasta RD$10 lo que pueden, se ven obligados a pagar los residentes de estos sectores a los llamados "carga agua" que con un triciclo y un tanque abordo le llevan el líquido a domicilio. Ese es el caso de Fabián Almonte, quien gana hasta RD$300 pesos diarios los peores días en que la gente ya no puede más. "Todo depende de lo que ellos tengan; si tienen 5 pesos que me den eso, pero si tienen 10 mejor porque me sirve para mi beneficio".

Destaca que lleva años haciendo dicho trabajo y que es lo único que sabe hacer. Vive solo y no tiene familiares cercanos en los alrededores. Según un estudio presentado por el Observatorio de Políticas Sociales, en los últimos 22 años el gasto público en agua potable y alcantarillado como porcentaje del gasto público total presenta una clara tendencia a la baja de un 10.24 por ciento a un 2.17%, es decir, que cada peso que gasta el Estado es cada vez menor en agua potable y alcantarillado.