CLAVES HISTÓRICAS Y DATOS PARA LA REFLEXIÓN Y EL DEBATE DESPUÉS DE LA ENI 2017

  1. ANTECEDENTES DEL PASADO Y EL PRESENTE: LOS HAITIANOS COMO EXCESO Y PELIGRO

El editorial de Listín Diario del martes 3 de noviembre de 2015 rezaba así:

“La carga violenta, a menudo desatada por turbas armadas, ha estado presente en varios escenarios usados por los haitianos para desfogar sus resentimientos o sus resistencias frente a medidas que toman las autoridades dominicanas en el campo migratorio o en la custodia fronteriza”

Y al referirse a un intercambio de piedras y agresiones entre haitianos inmigrantes y policías dominicanos, añadía:

“Ese episodio le dio a la sociedad dominicana una idea de la agresividad y del instinto violento que prende en los haitianos, cuando se apandillan y se rebelan contra la autoridad. Les brota un valor que atemoriza a cualquiera (…) Por lo visto, estos inmigrantes se sienten con demasiados derechos aquí. No solo para vivir ilegalmente, sin que nadie pueda molestarlos, sino también -y esto es ominoso- para resistir a la autoridad y enfrentarla, pase lo que pase, como suelen hacerlo en su propio país…”

Estas expresiones no vienen de la nada. Las referencias del pensamiento hegemónico sobre la identidad haitiana, y la inmigración que llega desde ese país, han estado cargadas tradicionalmente de alarmismo, anatemización y estigmatización.

En 2017, resaltábamos el recrudecimiento del lenguaje fanatizado y de odio en torno a la inmigración haitiana en República Dominicana, sobre el cual -advertíamos- es necesario tomar serias precauciones, porque siempre que esto ha ocurrido ha repercutido en violaciones graves y masivas de Derechos Humanos, que al final se extiende también a los dominicanos que no aceptan dichas violaciones.

Se notaba en el discurso de defensa de la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional como supuesta "primera línea de defensa de la nación", así como de las deportaciones masivas y sin debido proceso, llamando a los inmigrantes "invasores", "ilegales", "animales", "salvajes", “ratas”, "enjambre", "manada", “bestias”, y otros epítetos por el estilo, que en 2018 continúan.

El 25 de enero de este año, en un artículo también en Listín Diario, supuestamente en homenaje a Juan Pablo Duarte, el juez constitucional Víctor Gómez Bergés avanzó duras tesis sin tapujos, por ejemplo, hablado de las distinciones entre haitianos y dominicanos:

“por las costumbres, hábitos, idiomas y sentimientos, somos diametralmente opuestos, por tener orígenes profundamente diversos (…) la fusión de estas dos sociedades diametralmente diferentes en origen, idiomas, costumbres y religión, que solo traería zozobra, odios, y destrucción para nuestro país”.

En el mismo artículo de opinión, Gómez Bergés se quejaba además de las intenciones de los inmigrantes haitianos, diciendo que podían venir a actividades como estudiar,

“pero no venir a nuestro territorio a ocupar propiedades privadas y establecer sus costumbres que no son las nuestras, destruir nuestros bosques como vemos en montañas de Neyba, San Juan de la Maguana, Elías Piña, Jimaní, Barahona, Pedernales; forzar para penetrar clandestinamente la línea fronteriza para ubicarse y formar barrios, ya no solo en los pueblos de la frontera, sino en ciudades como Santiago, Mao, Santiago Rodríguez, Monte Cristi y los sectores de clase media en Santo Domingo. Además, a deforestar nuestros bosques para hacer carbón”.

No siendo suficiente con esto, el juez constitucional Gómez Bergés se animó a establecer tesis de índole racial sobre los haitianos, que “diagnostica” de la siguiente forma:

“Haití tiene otra particularidad, que no le presta atención al control de la natalidad para preservar su territorio, como lo ha venido haciendo en cierta medida nuestro país.

Y la mayor evidencia la tenemos en nuestros hospitales, donde centenares de haitianas diariamente dan a luz, mermando la capacidad de éstos para las madres dominicanas.

Lamentablemente el haitiano no tiene conciencia de controlar el crecimiento de su población en un territorio de 27.750 km2, apenas poco más de la mitad del nuestro, creando una población que no puede sostener y que la llevan también a trasladarse a las Islas del Caribe, donde los están apresando y deportando de forma desconsiderada”.

Esta no es una posición aislada, ni que consiste en mero discurso. El Tribunal Constitucional decidió la desnacionalización masiva e inconstitucional de decenas de miles de dominicanos por su ascendencia haitiana (justificada con el estatus migratorio de sus padres al momento de ellos nacer) y luego decretar que el Estado dominicano no estaba correctamente vinculado a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, por la cual sus sentencias no tenían valor jurídico para el país.

Recientemente, otro juez constitucional tuvo intervenciones tan o más severas que las anteriormente citadas. Según se pudo ver inextenso en el Twitter del Tribunal Constitucional (y hoy no se encuentra, aparentemente fue borrado) y se reseña en el periódico oficial del Tribunal “La Voz del Constitucional” de marzo 2018, el juez Víctor Joaquín Castellanos Pizano, en Montecristi, dictó una conferencia titulada “La soberanía dominicana”, y según el periódico sus pronunciamientos fueron:

“el principal problema que enfrenta actualmente la República Dominicana es el descontrol de nuestras autoridades sobre la migración ilegal, pues las leyes migratorias no se aplican con el rigor necesario, lo que pone en juego el desarrollo social y económico del país, la preservación de la nacionalidad y la identidad dominicana, así como la existencia como país soberano.

“Se trata de un peligro superior al de las drogas, superior al de la delincuencia, superior a las deficiencias en el ámbito de la salud y de la educación, así como más grave que todos los demás problemas que nos afectan”, reseña el periódico digital.

“El magistrado Castellanos Pizano -continúa la reseña- dijo que en el presente Haití pretende, nuevamente, ocupar el país, ya no mediante las armas ni militarmente, como lo hizo de 1822 a 1844, así como en otras 16 ocasiones, sino que “se trata de una invasión pacífica, gradual, pero indetenible, de centenares de miles de haitianos indocumentados, cuya totalidad asciende, según los expertos, a más de millón y medio de personas”.

El magistrado Castellanos Pizano observó que la invasión pacífica de haitianos está presente el ámbito laboral y trasciende al sector de la salud, refiriéndose a la asistencia médica prestada a las parturientas haitianas en los hospitales dominicanos trajo a colación que: “La situación ha alcanzado una gravedad tal que el presidente de la Junta Central Electoral, Julio César Castaños Guzmán, instó a las autoridades nacionales a «decidirse a no seguir siendo un ‘paritorio’ de Haití»”.

Todo lo antes visto, de reciente factura, es notoria continuidad de más de un siglo de tratamiento extremista y racista de la inmigración y su “calidad” en el pensamiento hegemónico y el discurso oficial en República Dominicana. 

En su mensaje al país, el 27 de febrero de 1909, en su mensaje a la nación, el presidente Ramón Cáceres dijo:

“…Necesitamos inmigrantes sanos, inteligentes y laboriosos, no solo como nuevos factores de producción de riqueza del país que eleven a mayor potencia su facultad creadora, sino como hasta elemento biológico que acrezca la vitalidad de nuestra raza con un contingente de nueva sangre que active y fortalezca la que circula en nuestras venas”.

En particular, la inmigración haitiana en RD ha sido un objeto tratado como "invasión" y amenaza permanente, por parte del pensamiento dominante. En diálogo con aquel discurso de Cáceres, Francisco J. Peynado escribió en aquel mismo año, 1909: 

“La discreción a que lo obliga el alto cargo de que está investido, le vedó -quizás- el decir que, a más de esas razones económica y biológica, existe la de la defensa nacional pacífica y científica; pues oponiendo una barrera de gente blanca, sana y laboriosa, a la invasión paulatina de los haitianos, solucionaremos definitivamente el conflicto fronterizo sin la necesidad -que de otro modo será imperiosa tarde o temprano- de recurrir al desastroso medio de las armas".

Joaquín Balaguer es otro de quienes abonan este discurso. A su pensar de inicios del siglo XX,

“Hay, para la vida de nuestra entidad republicana, un peligro más grave, que es la vecindad del imperialismo en la expansiva absorción, prodiga en acechanzas del imperialismo anglo- americano. Es menos alarmante para la salud de la República el soplo imperialista que nos llega de Estados Unidos, que el oleaje arrollador del funesto mar de carbón que ruge, como león encadenado, en el circuito que opone a sus sueños de expansión la inmutabilidad legal de las fronteras. (…) Pero el imperialismo de Haití, irritante y ridículo, tenaz y pretencioso, conspira con mayor terquedad contra la subsistencia de nuestro edificio nacional, digno, sin duda, de más sólida y firme arquitectura. Haití como manifiestamente lo demuestran sus vinculaciones históricas con la Patria Dominicana, es una nación esencialmente imperialista. Todos los mandatarios de aquel país vecino han tenido y tienen todavía la obsesión de abatir la República con el acero de sus espadas imperiales. El sueño de la isla una e indivisible es una pesadilla que ha echado hondísimas raíces en el África tenebrosa de la conciencia nacional haitiana. Somos pueblos vecinos pero no pueblos hermanos. Cien codos por encima de la vecindad geográfica se levantan, en la disparidad de origen y los caracteres resueltamente antinómicos que nos separan en las relaciones en la cultura y en las vindicaciones de la historia. Por eso, la obra de más empeños cívicos, después de la creación de la República, es y será la colonización del litoral fronterizo. Si por algo de pasar Horacio Vásquez con resplandores de inmortalidad al libro de la historia, es por la colonización de las fronteras. Esa es la obra más llamada a dar a nuestra nacionalidad vida imperecedera”. (1)

Pocos años después del libelo de Balaguer, Francisco Henríquez y Carvajal, expresidente y ministro dominicano en Haití, desmenuza aquel mito de la invasión en un informe a Trujillo de 1931:

“Lo que precipitó sobre nuestro país la gran masa de inmigrantes haitianos fue la realización parcial del postulado financiero que sirvió de base económica a la ocupación del territorio de la República Dominicana por las fuerzas navales norteamericanas. Ese postulado, no publicado, pero si perfectamente conocido, fue: “tierras baratas en Santo Domingo, mano de obra barata en Haití”. Y la conclusión: adquirir las tierras en Santo Domingo y trasegar hacia nuestro país la población de Haití. Ese plan empezó a ejecutarse, por un lado, con la fundación del gran central “Barahona”, y por otro, con la construcción de la Carretera Central; derramándose luego por todo el país agrícola, y en todos los oficios urbanos, la gran inmigración haitiana…”

No obstante las palabras de Henríquez y Carvajal, la “invasión haitiana”, masiva y destructiva, en parte develada en sus reales raíces por su informe, siguió siendo una bandera clave para la política racista y fascista de Trujillo, que tenía una doble cara: blandía el ultranacionalismo antihaitiano como elemento legitimador y cohesionador de su régimen, de validación ante la élite que le servía, mientras le servía de elemento de disciplinamiento y dominación sobre una masa de trabajadores haitianos en la caña, de los cuales se convirtió el máximo traficante cuando se convirtió en propietario de 12 de los 16 ingenios azucareros del país. Esos cañeros produjeron en el azúcar casi la mitad de las exportaciones del país durante muchas décadas. (2)

Como herramienta política, le sirvió para justificar la masacre de miles de haitianos y dominicanos en la línea noroeste y el Cibao, en octubre de 1937. En una Declaración oficial de 1938 bajo la tiranía trujillista se afirmó sobre la indemnización monetaria acordada con el gobierno haitiano del momento: “Más que una indemnización, un sacrificio a la cordialidad panamericana (…) constituye también una adquisición de posiciones legales para asegurar el porvenir de la familia dominicana y para prevenir el único hecho capaz de alterar la paz de la República, la única amenaza que se cierne sobre el porvenir de nuestros hijos, constituida por aquella penetración pacífica, pero tenaz y permanente, del peor elemento haitiano en nuestro territorio”.

En la misma línea discursiva y aún más aberrante, en 1942, el alto funcionario trujillista Manuel Arturo Peña Batlle reiteraba el sello de desprecio a la inmigración haitiana, caracterizada como invasiva y nociva, halagando la obra racista, de represión y exterminio llevada a cabo por la tiranía, para la cual él trabajaba:

“Después de largos años de alternativas y de constante labor logramos finalmente dejar solucionada, merced a la decisiva intervención del hombre que cumbrea nuestra historia contemporánea, la más vieja, difícil y complicada cuestión de Estado que haya ocupado jamás la mente y la atención de nuestros gobernantes: me refiero a la delicada cuestión fronteriza que desde 1844 nos dividió de Haití. (…) No hay sentimiento de humanidad, ni razón política, ni conveniencia circunstancial alguna que puedan obligarnos a mirar con indiferencia el cuadro de la penetración haitiana. El tipo-transporte de esa penetración no es ni puede ser el haitiano de selección, el que forma la élite social, intelectual y económica del pueblo vecino. Ese tipo no nos preocupa, porque no nos crea dificultades; ese no emigra. El haitiano que nos molesta y nos pone sobre aviso es el que forma la última expresión social de allende la frontera. Ese tipo es francamente indeseable. De raza netamente africana, no puede representar para nosotros, incentivo étnico ninguno. (…) Hombre mal alimentado y peor vestido, es débil, aunque muy prolífico por lo bajo de su nivel de vida. Por esa misma razón el haitiano que se nos adentra vive inficionado de vicios numerosos y capitales y necesariamente tarado por enfermedades y deficiencias fisiológicas endémicas en los bajos fondos de aquella sociedad”.

Lo mismo pasa con Joaquín Balaguer, aquel intelectual y luego funcionario del Trujillato, después presidente fraudulento y criminal, impuesto por la invasión imperialista de 1965. El propio Gómez Bergés en su artículo antes citado, recuerda cómo Balaguer sabía blandir el ultranacionalismo antihaitiano con todo su alarmismo y tremendismo. Según cita, el caudillo conservador, siendo presidente en los años 70, proclamó:

Sería para mí un despropósito aceptar el asentamiento de haitianos en tierras dominicanas! (…) ¡Un desconocimiento, una negación y una ofensa a la memoria de tantos y tantas dominicanas que todo lo sacrificaron por la patria, por esta patria de Duarte, de Sánchez y Mella!”. (3)

Debemos tener presente que todo este discurso terminó siendo la matriz ideológica y discursiva de la política desnacionalizante de los descendientes dominicanos de los inmigrantes haitianos, que terminó practicándose, primero desde la Junta Central Electoral, y luego oficializada por el Tribunal Constitucional en 2013, violando la propia Constitución, los principios universales del Derecho y los tratados internacionales firmados por el Estado dominicano.

Amelia Hintzen encontró el memorándum dirigido al presidente Balaguer por el subsecretario y encargado de la Dirección General de Migración, Manuel de Jesús Estrada Medina, donde éste exponía que los haitianos establecidos en el país llegaban ya los 250 mil y alcanzarían el millón, lo cual suponía una grave “amenaza para nuestra nacional, la seguridad del país y del Estado”. Y siendo así, se lamentaba de que:

“en múltiples ocasiones este Departamento va a repatriar a algún haitiano que ha violado la Ley de Migración, pero se da el caso que su esposa o concubina viene con los hijos concebidos con este […] [y] en vista de esto, nos vemos precisados a revocar la orden de deportación y ordenar la libertad del haitiano”. Y hablaba sobre el “grave problema que confronta el país ante la gran cantidad de nacionales haitianos, que de manera pasiva han invadido puede decirse masivamente, nuestro territorio, y lo que es peor aún, procreando hijos con mujeres dominicanas, que por el hecho de haber nacido aquí, son dominicanos”.

Ante esto, el subsecretario Estrada Medina proponía encargarse de que los haitianos llegados al corte de caña se mantuvieran confinados en las plantaciones, habiendo zafra o no; hacer una depuración de los haitianos que “rinden mejor”; así como efectuar una deportación masiva.

El señor Estrada Medina se animaba a sugerirle al presidente la necesidad de “heroicos esfuerzos” para una “solución final”.

Sobre el curso de esta discusión, es decir la amenaza de la inmigración haitiana y la dificultad de deportarlos teniendo niños dependientes y familia dominicana, Hintzen aporta el hallazgo de una circular de 1976, siendo todavía Balaguer presidente, que fue enviada por el Jefe de Estado Mayor del Ejército al Secretario de Estado de las Fuerzas Armadas, haciendo referencia a una reunión realizada

“con el fin de tratar y resolver el problema que ocasionan los nacionales haitianos ilegales en nuestro país, los cuales una vez transcurrida la zafra para lo cual han sido contratados, se proveen de documentos (Cédula de Identificación Personal, permisos de residencia, etc.) […] unas veces al amparo de las leyes de Cédula y Migración, que establecen que después de una permanencia de 60 días en el país, los extranjeros en tránsito pueden obtener estos documentos”.

La circular deja saber que la Junta Central Electoral, la Dirección General de la Cédula de Identificación y la Dirección General de Migración prepararían un proyecto de ley que declararía extranjeros en tránsito a todos los extranjeros llegados al país mediante contratos colectivos de trabajo, es decir los braceros haitianos, impidiéndoles obtener documentos legales de residencia, aunque admitían que esto requería cambios sustanciales a las leyes que regían la materia. Esta circular también fue enviada a Balaguer. (4)

En 2013, fue este mismo recurso, declarar a los inmigrantes irregulares (por responsabilidad del Estado y violando deliberadamente las leyes y la Constitución) “extranjeros en tránsito”, el que usaron en el Tribunal Constitucional para justificar la desnacionalización masiva de miles de sus hijos e hijas dominicanos.

2. LOS NÚMEROS DE LA “INVASIÓN” O EL “QUIÉN DA MÁS”.

Como se puede ver, el juez constitucional Castellanos Pizano este mismo año se animó a citar a “expertos” indeterminados que calculan (nadie sabe cómo) en “millón y medio” los inmigrantes haitianos. “Invasión” (pacífica o armada) y de carácter masivo y multitudinario, dañina y destructiva, han sido dos brazos de un mismo cuerpo discursivo.

Pero el tremendismo nunca ha parado y las estadísticas hacen magia.

Citando a Ramón Antonio Veras, en su obra “Inmigración, haitianos, esclavitud“, de 1983, los dirigentes antitrujillistas Juan Bosch y Juan Isidro Jimenes Grullón entre 1938 y 1943 hablaban como mucho de unos 20 mil a 30 mil braceros en la caña, y los cálculos de cañeros en zafra 1979-80, cuatro décadas después, era de 16,000 braceros.

Pero los alarmistas siempre pusieron más. Veras refiere que en 1967 la Dirección General de Migración y la Junta de Planificación ponían en más de 100 mil los haitianos en República Dominicana. En 1969 el encargado de la Dirección General de Migración se aventuraba en calcular en 250 mil los haitianos en territorio nacional, en su memorándum al presidente Balaguer, mientras que en 1978 se hablaba de 200 mil. En 1979, Víctor Gómez Bergés, el mismo juez constitucional que ya citábamos, se fue lejos, estimando 400 mil los residentes haitianos, y Francisco Augusto Lora, dirigente del MIDA, en 1980 apostó aún más alto: 500 mil haitianos presentes en el país.

No es extraño entonces que ya en 2018 se hable de un millón o hasta de varios millones de haitianos asentados en República Dominicana, o se calculen los hijos de haitianos que nacen por minuto, y siempre desde la óptica del inmigrante pobre, insalubre, que gasta y “succiona” los recursos del país, sólo trae enfermedades, criminalidad “salvaje”, y, además, son parte consciente o inconsciente de un “plan de fusión” y de “destrucción de la nación y la dominicanidad”.

De manera que las únicas mediciones recientes serias, la Encuesta Nacional de Inmigrantes (ENI) 2012 y 2017 no tienen en su contra datos científicos y demostrables que las refuten, sino UN DISCURSO POLÍTICO Y MEDIÁTICO DE TODO UN SIGLO lleno de tremendismo y metiendo números por un tubo. Es difícil que los autores de ese discurso acepten datos que no sean los de su interés. Son ya varias las generaciones que han consumido el discurso tremendista y alarmista, sin ninguna base científica ni académica. Y hay fabricantes y beneficiarios de ese discurso que si admiten su falta de fundamentos se quedarían sin tema en esta sociedad, especialmente en lo político y en lo mediático.

Vinicio Castillo hijo, connotado dirigente del ultranacionalismo, ya decía en Listín Diario el 17 de julio de 2017 al saber de la realización de la ENI 2017 y anticipándose a los resultados de la encuesta que desde ya ponía entre comillas:

“¿Qué va a hacer el gobierno del Presidente Danilo Medina si la “encuesta” que tan gustosamente está patrocinando junto a la ONU le da que hay un millón o dos millones de haitianos ilegales en el país? ¿Quién va a tener el control de los resultados, divulgación y mercadeo posterior de esa encuesta, la ONE o la ONU? Evidentemente que si la famosa encuesta arroja que hay un millón o más de haitianos ilegales en la República Dominicana, la solución recomendada por la ONU y los organismos internacionales no va a ser que sean repatriados para Haití, ni mucho menos repartidos entre Estados Unidos, Canadá, Francia, Venezuela, Cuba. No. La solución y la exigencia va a ser que República Dominicana tiene que documentar a esos migrantes y darle un estatus migratorio dentro de la República Dominicana. ¿Cómo podemos llamar esta iniciativa? Una trama, una conspiración contra la República Dominicana”.

Es decir, en República Dominicana ya estaba “decretado” la existencia de uno o dos millones de inmigrantes, contando sólo los haitianos. Pero, además, si la ENI lo determinaba así, sería en última instancia para servir al complot antidominicano. Si no eran esos los resultados, como ha sucedido, también es a favor del complot, esta vez minimizando “la trama” en pos de laissez faire de la “invasión pacífica”.

 

3. LOS DATOS REALES

Pero vayamos a los datos: Según la ENI 2017, hay 570.933 personas extranjeras establecidas en RD. Los haitianos son 497.825, igual al 4.9% de los 10.2 millones de habitantes. Como referencia, los dominicanos en Nueva York, medidos en 2015, eran el 8.4% de los 8.6 millones de habitantes de esa ciudad, y 29% de todos los latinos asentados allí.

La cantidad de población haitiana según la ENI 2017 es absolutamente coherente con otras estadísticas, como el monto destinado a atenciones en salud pública, cerca del 5% del gasto total en Salud Pública en 2016, y es lógico que esto les perturbe a quienes llevan años adoctrinando a sus huestes y confundiendo a la población con los llamados "tour de parturientas haitianas" y hasta un "movimiento" que ha dicho que el 98% de los partos en las Maternidades públicas son de haitianas, o que los haitianos “consumen el 30% del presupuesto de Salud”. Los datos reales se pueden ver en la Tabla 1.

Se ha protestado el hallazgo de un ligero aumento de 39.592 personas 2012-2017, pero esto no se refiere a ingresos de personas, sino a permanencia (5). Siguiendo el punto, el cambio es pequeño, pero no sólo para los haitianos: el aumento total de inmigrantes se estima en apenas 46.300, y con características llamativas: mientras la población haitiana creció sólo 8.6%, los inmigrantes venezolanos crecieron en un 653%.

Y esto es coherente con lo que sabemos:  las migraciones masivas intrarregionales, incluyendo el Caribe y Rep. Dominicana, son producto de crisis económicas y políticas en países cercanos, y lo hace en su mayoría población activa y con necesidad de mantenerse a sí misma y a sus familias. Por algo la mayoría inmigrantes en Puerto Rico son dominicanos (79.1%, contados en 2015) y la mayoría de los haitianos aquí son jóvenes, de edad entre 15 y 44 años, que ingresaron entre la crisis 2008 y terremoto 2010. Un porcentaje destacado a ingresado en los últimos dos años, y eso habla del empeoramiento de las crisis en su país.

El aumento de 30.592 haitianos es seguramente un resultado neto: hay que descontar el éxodo producto del Plan de Regularización, las deportaciones (que sólo en 2016 fueron 35.824) y el aumento de las migraciones haitianas a Brasil, Ecuador y Chile. En este último país la inmigración haitiana más que se duplicó (aumento de 114%) en apenas un año (2016 a 2017). Y en Estados Unidos de 2014 a 2016, los haitianos no admitidos en Estados Unidos se multiplicaron por 15.

Es decir: en República Dominicana han entrado haitianos, pero también se han ido y muchos han elegido otros destinos. Y es curioso, paradójico, que algunos protesten porque los haitianos vienen a RD, y ahora también protesten porque los datos científicos digan que están dejando de venir sólo a RD, que lo hacen en menor cantidad del gran flujo que tuvo lugar entre el 2000 y 2009 (de acuerdo con análisis de la ENI 2012, hecho por Bosch y Pérez en 2016) o que también se van desde RD a otros destinos.

Otro dato interesante es que el 66% de los inmigrantes haitianos es población urbana (la población urbana nacional total es 80.5%) y casi la mitad (43.8) está en las provincias de mayor concentración poblacional. Un alto 32% está en las provincias cañeras y agrícolas, y 14.2% en las provincias de frontera. Es una inmigración principalmente urbana, como se sabe y los expertos llevan documentando desde los años 80, por lo que es natural la percepción de “abundancia” en las ciudades.

Agreguemos algo importante: de los "muchos haitianos" que la gente ve, una parte no menor son los 253,255 nacidos en Rep. Dominicana hijos de padres haitianos o de dominicanos y haitianos. De ellos, a lo menos 166,652 dominicanos (estimados por Bosch y Pérez en 2016) serían los afectados directos de la desnacionalización, desdocumentación y apatridia masiva (llamada muchas veces “genocidio civil”), impuesta inconstitucionalmente en 2013 por el Tribunal Constitucional.

Se dice también: "hay mucho haitiano en la frontera" en comparación con los dominicanos, pero la cantidad no es especialmente alta. Sucede que la población dominicana allí es cada día menor: solo 8.6% del total nacional, sin dudas afectadas por niveles de pobreza que las fuerzan a huir de una realidad lastimosa, de abandono y carencias impresionantes. (6) Agréguese que, en la frontera, buena parte de la población haitiana es flotante: van por el día, para actividades comerciales, laborales o de carácter humanitario, o a lo sumo por tiempo limitado.

No obstante que el 73% sabe leer y escribir, la mayoría de los inmigrantes haitianos en el país oscilan en un nivel educativo de ningún o a básico (62% en la población dominicana y 69% los inmigrantes haitianos, casi lo mismo, lo cual desmonta el mito de que “son salvajes sin educación comparados con los dominicanos”, pues ni son salvajes ni ayuda al país desconocer la catástrofe educativa de la mayoría del pueblo). Estos datos educativos seguramente se relacionan con que el 70% de inmigrantes haitianos trabaja en el agro, construcción, comercio y reparación de vehículos, sectores precisamente donde los patronos mantienen una alta informalidad (hasta de 87%) y se realizan bajo una escasa exigencia educacional, en base a mano de obra barata y mal pagada.

Lo anterior es totalmente coherente con los estudios que otros expertos se han hecho: los haitianos no disputan empleos a dominicanos, y solamente tienen oportunidades mayores donde hay alta informalidad, el dominio del español no es indispensable, se ofrecen salarios bajos y se exigen bajos niveles formativos. Los inmigrantes haitianos son solo una parte de los empleados totales (sumando formales e informales) e incluso una parte menor del total de informales, lo que se puede ver en la Tabla 2.

Como se puede ver en esta tabla, más allá de la formalidad o informalidad en que se insertan los dominicanos, y por tanto los inmigrantes, en el mercado de trabajo, es notorio que participan en un gran porcentaje del PIB dominicano; empezando por los más de 255 mil que laboran en Agropecuaria, Construcción, Comercio y reparación de vehículos, que por sí solas son el 24% de la economía.

Por otro lado, el hecho de que sólo un 5% de la población inmigrante haitiana esté afiliado al régimen de Seguros de Salud habla también de la gran informalidad y precariedad imperante en sus relaciones sociolaborales.

Atención: la informalidad y el no acceso a los seguros de salud poco o nada tienen que ver con la consigna de que “no pagan impuestos” y mucho menos con que no hacen aportes fiscales (la mayoría de los impuestos en el régimen tributario dominicano son indirectos, vía el consumo, no directos a la renta, y los ingresos tributarios se ven afectados sobre todo por gasto fiscal por privilegios y evasiones en sectores económicos específicos); tampoco dice nada sobre "no aportar a la economía" y por consecuencia “no deberían tener derechos”. Recordemos que un 25% de los dominicanos no está afiliado a seguros de salud y sólo la mitad de la población formal afiliada a la Seguridad Social cotiza en el sistema de pensiones. El 53% de la Fuerza de Trabajo en el país se encuentra en la informalidad, y con ella parte importantes de las empresas y centros de trabajo en que laboran. (7) 

Ante estas informaciones, ¿Sería válido y lógico entonces extender el argumento y decir que la fuerza de trabajo informal total, incluyendo a los dominicanos, no contribuye a la economía, no paga impuestos y por tanto no debería tener acceso a derechos sociales ni siquiera de carácter humanitario? ¿Qué barbarie se levantaría sobre tamaño juicio de valor?

Otro dato muy interesante es que, aunque no sabemos la cantidad de indocumentados, sí sabemos que el equivalente a un 49% (244,363) de los inmigrantes haitianos medios en la ENI 2017 hizo el esfuerzo de regularizarse, a pesar de la carencia de documentos y lo caro del trámite (hasta 20 mil pesos). Ese dato demuele el sofisma de la “pretensión de ilegalidad” y la “presunción de invasores” que pesa sobre los inmigrantes haitianos en República Dominicana.

Finalmente, vale mucho la pena saber que, si sumamos el total de inmigrantes en Rep. Dominicana y sus hijos nacidos aquí obtenemos 847.977 personas. Comparada con emigración dominicana total (1.3 millones, medida en 2015) más sus 806 mil hijos (contando exclusivamente los hijos nacidos en EE. UU. contados a 2015) la emigración dominicana afuera (más de 2 millones de dominicanos y sus  descendientes) equivale a CASI 3 VECES la inmigración recibida en el territorio nacional. De hecho, entre 2011 y 2014, como porcentaje de la población total de su país, de República Dominicana emigró el doble de personas que de Haití (0.7 versus 0.35).

4. PALABRAS FINALES

Todo esto confirma lo que también sabemos: República Dominicana es una nación de emigrantes y de inmigrantes. Emigrantes que van desde yoleros que partieron indocumentados hasta científicos contratados en los mejores centros de ciencia del mundo. Desde obreros de construcción hasta mujeres víctimas de la trata de personas. Migrantes que enviaron al país,  sólo en 2017, 5,911.8 millones de dólares en remesas, que ayudan a salvar a millones de compatriotas de las precariedades humanas y sociales de un orden injusto y excluyente. Una sociedad de inmigrantes arawakos, caribes, taínos, españoles, africanos, haitianos, italianos, libaneses, venezolanos, cubanos, chinos, judíos, ecuatorianos, peruanos, chilenos, italianos, estadounidenses, rusos, entre muchas otras nacionalidades. 

La población dominicana ha sido confundida y distraída, y se ha incitado a la irracionalidad, al racismo, la discriminación, al odio, como estrategia política. Pero es una población también capaz de distinguir lo correcto de lo incorrecto. Según la encuesta de cultura política del Instituto de Investigación Social para el Desarrollo, 2017, citada por Ana Féliz Lafontaine, una parte importante de los dominicanos cree en el derecho de los inmigrantes a los servicios públicos, a permisos de trabajo e incluso a la nacionalidad, como se muestra en la Tabla 3.

También, según Ana Féliz Latontaine, citando datos de ISD (2017), un 73% de los encuestados no creen que los inmigrantes haitianos vengan al país a quitarle los trabajos a los dominicanos, un 81% de encuestados apoya que los hijos de inmigrantes indocumentados tengan derecho a servicios educativos en el país, así como que un 46.6% considera que los hijos de inmigrantes haitianos son dominicanos, y que el 38% dijo que hay “mucha discriminación” contra los inmigrantes haitianos.

Esta misma autora, con la misma fuente, refiere cómo los dominicanos y dominicanas son capaces de reconocer el racismo socialmente establecido, y negado por las élites: un 57% dijo estar de acuerdo con que la población de piel negra es más pobre porque ha sido tratada de manera injusta, y un 37% dijo creer que no tienen iguales oportunidades para las personas negras en el país.

Por tanto, en República Dominicana hay reservas éticas y humanas importantes frente al discurso dominante de desprecio y discriminación, aprovechamiento mediático y manipulación política.

El país no es víctima de ninguna invasión, ni pacífica ni armada, ni de millones de personas; mucho menos por parte de las oleadas de migrantes de obreros pobres que desde Haití vienen a República Dominicana y a muchos otros países. O, dicho de otra forma, estas “verdades” se revelan, al ver la historia y los datos, con todo su carácter y su naturaleza ideológica, esto es como visión de la realidad desde los intereses de clase y de poder de unos grupos, no como datos ni juicios de realidad.

Los datos aportados por la ENI 2017 y el prestigio de las organizaciones y los profesionales involucrados, sólo podrían ser refutados con estadísticas científicamente superiores. Con esta herramienta se tiene una gran oportunidad que debe ser bien aprovechada. Lejos de la histeria desatada y la terquedad, la inmigración en RD es realidad medible y manejable.

Lo que se necesita es información certera y completa, políticas inteligentes, instituciones que funcionen, y responsables comprometidos para organizarla en bien del país, sus metas de desarrollo y sus objetivos sociales, y de acuerdo con el orden constitucional y el Derecho Internacional. En esto, como país pequeño y de migrantes, Rep. Dominicana debe ser siempre una firme defensora, pues como dijo el Poeta Nacional, Pedro Mir, este “es un país pequeño y agredido. Sencillamente triste, triste y torvo, triste y acre”, y como dejó planteado Juan Bosch al retornar del destierro un 20 de octubre de 1961, aproximadamente un año antes de ser votado masivamente para ser el primer presidente democrático:

“Nosotros somos una tierra pequeña, que solo podemos engrandecernos por el amor, por la virtud, por la cultura, por la bondad (…) Nosotros estamos en América, en una América que ha tomado ya resueltamente el rumbo de las democracias con libertades públicas y justicia social (…); todo esfuerzo que se haga, voluntario o involuntario, para detener a la República Dominicana en la marcha hacia ese destino común de América, será un esfuerzo inútil, un esfuerzo que no produjera si no nueva vez sangre, exilio, torturas, prisiones, tumbas ignoradas, corazones de madres adoloridos, hijos huérfanos que no saben dónde están enterrados sus padres (…). Pido a todos que meditemos un momento en que esta tierra es de los dominicanos, no de un grupo de dominicanos; que su riqueza es para los dominicanos, no para un grupo de dominicanos; que su destino es el de la libertad, no el de la esclavitud; que su función es unirse a América en un camino abierto y franco hacia el disfrute de todo lo que significa para los pueblos la libertad pública y la justicia social”.

 

Notas

  1. Balaguer, sin duda, manipula y utiliza la idea de la “isla es una sola” presentándola como una doctrina imperialista generalizada entre la población haitiana, desconociendo todo rigor histórico, y su sofisma se extiende hasta hoy. Bien explica Juan Bosch que esa era una idea de Toussaint Louverture, precursor de la revolución haitiana (y a quien Bosch consideraba uno de los tres grandes genios políticos de América Latina, junto a Fidel Castro y Simón Bolívar), en los albores del siglo XIX y cuando en el lado Este de la isla no atisbaban los menores intentos de independencia, encontrándose como posesión de Francia, bajo el Tratado de Basilea. La idea de Toussaint fue hacer efectivo el dominio, a nombre de Francia, en enero de 1801 -enfrentando algunos actos de resistencia a su paso. Hizo efectivo el gobierno de Francia en este lado de la isla, instituyó la libertad de los esclavos y se retiró, haciendo todo esto con el fin ulterior de independizar la isla por completo. Así explica Juan Bosch:

“Para el mes de mayo los franceses dominaban toda la Isla, si bien en las montañas del Este de Haití quedaron algunos focos de resistencia. Toussaint fue hecho preso el 7 de junio; se le envió a Francia y murió preso en el castillo fortaleza de Jou, en el departamento del Jura, el 7 de abril de 1803. Simultáneamente con la prisión de Toussaint llegó a Haití la noticia de que la esclavitud había sido restablecida en los territorios franceses de las Antillas. Los mejores tenientes de Toussaint, encabezados por Dessalines y Cristóbal, se levantaron en las montañas del Centro y del Este, y a poco todo Haití ardía al grito de Libertad o Muerte. Fue una guerra sin cuartel, en la que el vencido moría de la peor manera (…)

En la hora de su desesperación por reconquistar la libertad perdida, los esclavos de Haití no dejaron en pie nada que pudiera recordarles sus largos años de sumisión a los blancos y a los mulatos ricos. Esa guerra no llegó al territorio dominicano. Dessalines y sus tenientes no tenían la visión de Toussaint. Si Toussaint hubiera vivido, habría dispuesto la extensión de las operaciones a la parte del Este, que era también territorio francés y donde había fuerzas francesas. Pero a pesar de la ocupación de 1801, los jefes de la guerra de 1803 no alcanzaron a comprender el alcance de la doctrina de Toussaint, para quien la Isla era una e indivisible. Así, Dessalines y sus tenientes declararon el 1ro. de enero de 1804 el establecimiento de la República de Haití, pero no extendieron el poder de la República hacia el Este”.

Y agrega Bosch:

“El 1 de enero de 1804, Jean-Jacques Dessalines, proclamó el establecimiento de la República de Haití. Y no avanzó sobre el territorio hoy dominicano porque según la Constitución elaborada por Toussaint, este era territorio francés”.

Efectivamente, la esclavitud se mantendría vigente en el lado este de la isla, que dejó de ser francés con la creación del Estado independiente del Haití Español a fines de 1821, bajo el liderazgo de Núñez de Cáceres, y el esclavismo sólo sería abolido en este lado de la isla con la ocupación haitiana en 1822.

 

2. Que quede claro: como decíamos antes, la condición de Trujillo como traficante de mano de obra semiesclava desde Haití, oprimida y confinada a los bateyes, y su uso del soborno y el chantaje gansteril, queda revelada en documentos como su carta a Luc Fouché en 1957:

“Ciudad Trujillo, 6 d e mayo 1957

Señor LUC FOUCHE

Estimado Señor Fouché

“(…) Pienso hoy que los resultados son bastantes concretos para que yo siga admitiendo cualquier tergiversación de parte de ellos. Dado que el señor Louis Déjoie domina completamente en el Consejo, él puede, sin dificultad, hacer que el acuerdo se cumpla. Mis necesidades actuales son de cincuenta mil trabajadores. Quiero que usted le haga comprender que si él duda en satisfacerme, yo haré públicos sus antecedentes así como el original del recibo que él me firmó.

(…) Esperando que él realmente quiera llegar a las elecciones, la simple advertencia que usted le hará en mi nombre lo convencerá de la necesidad de mantener su palabra”.

Sigo atento,

Su afectísimo servidor…”

…y a continuación la firma del tirano.

 

3. Hagamos la aclaración necesaria: La verdad es que Balaguer, como Trujillo, dejó en la nada su anunciada política de nacionalización del corte de caña, y el brazo que siguió cortando en los campos y sacando el azúcar fue haitiano, de la misma manera: con contratos ilegales, no aprobados por el Congreso Nacional y bajo prácticas opresivas y de sobreexplotación, como la historiadora Amelia Hintzen explica en sus ensayos publicados en octubre de 2017.  Hacia 1966 el azúcar seguía representando cerca de la mitad de las exportaciones nacionales. Los acuerdos ilegales firmados por Balaguer y el gobierno haitiano “autorizaban” al CEA a traer unos 15,000 obreros haitianos al año, y se encomendó a las fuerzas armadas el papel de mantener confinada a esa fuerza laboral en las plantaciones o moverla entre ellas. Incluso, y tomando en cuenta que la inmigración no regulada por el gobierno seguía ocurriendo -como Hintzen encontró en un memorándum de 1968- las fuerzas armadas recibieron la orden de ocuparse de detener a todo haitiano que no estuviera en las plantaciones y llevarlos a trabajar a ellas como mano de obra forzada. Para los inmigrantes haitianos, traídos expresamente o ingresados sin regulación gubernamental, los gobiernos dominicanos impusieron una normativa migratoria de hecho, también ilegal, más allá de las leyes y la Constitución, política que luego se intentó sucesivamente imponer a sus familias.

Estas políticas de adquisición y administración de la fuerza de trabajo haitiana para la caña continuaron en los ochenta, bajo los gobiernos del PRD. De ahí que la misma incoherencia y doble estándar se da en personajes como Milton Ray Guevara, presidente actual del Tribunal Constitucional, quien según consta en Veras (1983) participó en 1978 como agente del Estado, en condición de Secretario de Estado sin cartera, en la trata pagada de mano de obra haitiana hacia el corte de caña en República Dominicana. Es sumamente curioso que el hoy juez constitucional Víctor Gómez Bergés declaró, en 1979, que estaba “opuesto a este tipo de contrato porque la trata de esclavos debe ser actividad suprimida en las relaciones internacionales”.

Hay que agregar que todo el dinero que pagaba la tiranía de Trujillo, la dictadura balaguerista y los gobiernos del PRD en estos acuerdos ilegales e ilegítimos, engordaban la fortuna de los tiranos Duvalier, que llegó a ser superior a todo el PIB de Haití. En 1984, explica Hintzen, se calculaba en 450 millones de dólares la fortuna de Jean Claude y en 1.2 mil millones la de su madre.

 

4. Es importante que no existía ningún tipo de contrato de trabajo individual ni colectivo sujeto a las leyes, salvo los acuerdos ilegales que se firmaban y pagaban entre gobiernos.

Asimismo, Amelia Hintzen agrega que “Es importante tener en cuenta que no se aprobó el proyecto de ley que se discutía en esta circular; no se designó a los migrantes haitianos como “en tránsito” porque ello requeriría cambios legales que, según la misma circular “modificaría sustancialmente las leyes de Cédula y Migración.” Pero podemos ver que ya en los años 70 el gobierno estaba intentando revocar los derechos establecidos de los residentes haitianos con la manipulación de esta idea de “en tránsito”.

 

5. Hay que considerar que posiblemente la ENI no capta del todo la migración móvil o fluctuante, así como es difícil captar bien la población en condiciones laborales prácticamente pre-capitalistas, sometidos al aislamiento por parte de sus patronos en propiedades privadas como puede ser cierta proporción del trabajo llamado doméstico o agrícola.

6. En un reporte del Observatorio Político Dominicano que citábamos en 2015 se decía que en las provincias fronterizas “el 53 % de los hogares aún usa letrina y peor aún, el 17 % no tiene ningún tipo de servicio sanitario. En cuanto al combustible que utilizan para cocinar, el 23 % todavía cocina en leña y el 10 % con carbón. El 64 % de los hogares de la frontera no tiene servicio de agua dentro de la casa, el 48 % tiene paredes construidas de madera u otro material de menor calidad y 14 % posee piso de tierra. De igual forma, el 17 % de las viviendas no tiene acceso al suministro público de energía eléctrica, por lo que sus habitantes tienen que suplir sus necesidades de alumbrado con el uso de lámparas de gas (propano o kerosene) o abastecerse de una planta eléctrica propia”.

7.  En el mes de julio de 2017, el periódico El Dinero publicaba que “El comercio al por mayor y detalle, los hoteles, bares y restaurantes; la construcción, el transporte y la comunicación, y la agricultura figuran entre las principales actividades responsables del aumento en la informalidad laboral en República Dominicana, desde 2008 hasta 2016. El año pasado, las citadas cinco actividades económicas ocuparon 1,676,899 personas de los 2,317,165 trabajadores informales, equivalente al 72.3% del total de los estimados por el Banco Central (BC)”.

 

FUENTES CONSULTADAS

  • Periódico Listín Diario digital
  • Sitio web oficial del Tribunal Constitucional de República Dominicana y la versión electrónica del periódico oficial La Voz del Constitucional, de marzo 2018.
  • Texto “Por la inmigración. Estudio de las reformas que es necesario emprender para atraer inmigrantes a la República Dominicana”, por Francisco J. Peynado. Imprenta y librería de JR Viuda García, Santo Domingo, 1909, citado por Lauro Capdevila, 2004.
  • Texto “El imperialismo haitiano”, por Joaquín Balaguer, en El Imparcial, 13 de diciembre de 1927, citado en Humberto Salazar, 2014 en el periódico Últimas Noticias digital.
  • Libro “La inmigración española en República Dominicana”, por Juan Miguel Romero Valiente. Archivo General de la Nación, Santo Domingo, 2016, versión digital.
  • Libro “Inmigración, haitianos, esclavitud”, por Ramón Antonio Veras. Editora Taller, Santo Domingo, 1983.
  • Libro “República Dominicana y Haití: el derecho a vivir”, Varios autores. Fundación Juan Bosch, Santo Domingo, 2014. 
  • Libro “De la Masacre a la Sentencia 168-13. Apuntes para la historia de la segregación de los haitianos y sus descendientes en República Dominicana”, por Amelia Hinzten. Fundación Juan Bosch, Santo Domingo, 2017.
  • Libro “Juan Bosch para comprender Haití”, por Juan Bosch y compilación de Matías Bosch. Fundación Juan Bosch, Santo Domingo, 2017.
  • Resultados preliminares de la ENI 2017, divulgados en versión electrónica. ONE, UNFPA y representación de la Unión Europea.
  • Bases de datos sobre servicios de salud ofrecidos a extranjeros, del Servicio Nacional de Salud.
  • Periódico El Dinero digital
  • Documento “La identidad cultural dominicana: más allá de los discursos esencialistas”, por Ana Féliz Lafontaine en Perspectivas No. 05-17. Friedrich Ebert Stiftung y ISD, Santo Domingo, diciembre 2017.