SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Este emblemático lugar se remonta a los años de la época republicana luego de la Independencia. Durante la anexión a España, allá por los años de 1860, era un privilegio bañarse en esta playa. Se tiene conocimiento documentado de que para ello se tenía que tener una autorización expresa del gobernador de Santo Domingo para el uso de dicho lugar.

Para llegar a este bello enclave, albergue de deslumbrantes atardeceres, de olor a salitre, de oleaje intenso de blanca espuma, era preciso tomar el antiguo Camino de Guibia. Este partía desde la Sabana del Estado ( hoy Parque Independencia), atravesaba la hoy Av. Independencia y pasaba por todas las casas-quintas en donde vivían acaudaladas familias de abolengo que fueron migrando fuera de la ciudad intramuros. Se recorrían los Ensanches Lugo, Primavera y Gascue para llegar al paradisiaco sitio, la playa de la capital dominicana.

La Plaza Güibia de la actualidad.

En época del dictador se crearon dos espacios: el tradicional ubicado en la parte occidental, a donde acudian masivamente los habitantes de la capital, y otro más exclusivo destinado a los residentes de los mencionados ensanches. Para estos se construyó el Casino de Guibia, con áreas de juegos de mesa, bar, duchas públicas, alquileres de trajes de baño y salones de baile.

El arquitecto dominicano Guillermo González es considerado internacionalmente como uno de los más importantes autores de la modernidad latinoamericana.

Esta edificacion, de corte racionalista fue obra de los arquitectos Guillermo González y Jose Antonio Caro a mediados de los años 40’s con un uso social más exclusivo y con características propias.

Durante su existencia, Guibia ha sido objeto de múltiples remodelaciones, muchas de las cuales no se han alcanzado la calidad ni la respuesta adecuada que demandaría un espacio de la importancia que reviste este lugar. Han sido más los desaciertos que los aciertos al respecto.

Dentro del contexto urbano que representa el recién rescatado litoral marino de la Av. George Washington o Malecón. Este enclave practicamente no se ha tocado, no obstante la importancia que reviste y. sobretodo, lo que representa para el habitante de la ciudad capital.

Su carácter de exclusivad se ha limitado al cambio de clase social y lejos de hacerlo inclusivo se ha ido perdiendo en la memoria histórica de sus tradicionales usuarios.

En una época, allá por los 60 y 70’s era punto obligado de clases de natación y práctica de surfing para una juventud que veía el agreste oleaje marino como una importante  oportunidad  para la práctica de estos destacados deportes.

Es solo en la administración del Dr. Peña Gómez al frente del Ayuntamiento que se le decide prestar atención y se realiza una modesta remodelación para su uso, no solo como espacio público abierto sino como área de uso playero. Tiempo más adelante se restringe esta actividad debido a su alta peligrosidad, tanto por el oleaje como por la presencia de tiburones que eventualmente acudían a esa parte del litoral, así como la convergencia de aguas cloacales en el lugar.

En historia más reciente, durante otras administraciones edilicias, se construyen una llave simulando la salida de agua, justamente coincidiendo con el eje de la Av. Máximo Gómez, y posteriormente una Fuente con chorros en colores sincronizados con música. Esta solución fue muy efímera y su mantemiento bajo e inexistente hizo que colapsara en poco tiempo.

Durante un largo período estuvo clausurada, arrabalizada y descuidada. Se le realiza la más reciente intervención con un proyecto más destinado a campo deportivo que a sitio abierto, con espacios dispuestos de manera desarticulada, ubicación desacertada de una cancha de volleyball contigua a la vía, en contraposición a las más elementales normas de seguridad pública.

Se mantuvieron algunos de los negocios de venta de pizzas, bebidas alcohólicas, con equipos de sonido con alto volumen, en franca mala respuesta a un diseño adecuado y amigable con el medio ambiente.

Hoy en día se hace impostergable e imprescindible su rescate, como uno de los más emblemáticos lugares de diversión de la ciudad Primada de América, la capital Santo Domingo de Guzmán.

Esto para hacerla mas inclusiva, más cosmopolita, más interactiva, y sobretodo , devolverle no solo su esplendor que tuvo desde época de la colonia y la era republicana, sino como un hito natural conformado por el conjunto del Parque Eugenio María de Hostos y la Plaza Juan Barón, con una ubicación privilegiada hacia la Zona Colonial y hacia Santo Domingo Centro que justifica su intervención.

Este 2019 fue develada una estatua de Jack Veneno en el Parque Eugenio María de Hostos.

Para esto, es importante tomar el proyecto desde varias vertientes. La primera tiene que ser “la entrada”, compuesta por el eje que representa la Av. Máximo Gomez en su intersección con la Av. George Washington y en donde propondríamos una gran plaza con enormes y potentes chorros de agua debidamente iluminados con tecnología de punta en LED y musicalización sincronizada, con un enorme letrero 3D extrudado, que siente las bases del lugar.

Seguido a este una enorme plataforma o muelle al mar , a manera de mirador para no solo disfrutar de los hermosos atardeceres otoñales que la prodigiosa naturaleza nos regala, sino como escenario para grandes respresentaciones populares y orquestas.

Más hacia oriente tendríamos la plaza de Guibia, con una respuesta vanguardista ( avant-garde) de espacio público con líneas de juntas de hormigón de manera direccional hacia las vistas mas interesantes que este bello paisaje marino nos proporciona, así como un paisajismo de ahora, en base a montículos vegetales de intenso verdor, áreas de plantas localizadas en zonas de descanso , con grupos de bancos para reuniones de personas, con sistema de iluminación adecuada.

Ya, contiguo al hoy Club de Profesores de la UASD, proponemos como un eje divisorio y confinatorio un muelle amplio que se introduce en el mar , hasta llegar al mar, y que albergará unos ligeros kioskos diseñados y regulados de manera estricta para negocio de artesanías dominicanas, snacks ligeros y refrigerios, con plataformas más bajas para la intimidad de los usuarios, y con la incursión de áreas de mesas, sillas, zafacanes, e iluminación de balistas adecuadas.

Este muelle que es una emulación de los “piers” existentes en otras latitudes del mundo servirá para conectar con La Marina de Guibia, la que contendrá yates de corto calado para paseos dentro de la proximidades y a través del litoral marino del Malecón, en franca alusión a otras visuales.

Todo este conjunto se complementa con una ciclovía curva externa que arranca desde la playa de las Tortugas en el extremo occidental de Guibia hasta las cercanías de la recién rescatada plaza frente al hotel Sheraton.

El propósito de esta vía casi a nivel del mar , tiene por objeto desviar el tránsito de bicicletas de la Nueva Plaza de Guibia propuesta para brindar seguridad a los transeúntes, pero sobretodo constituir un paseo a pies mediante aceras en que la ciudad se contemple desde otro ángulo, así como conectar con “Decks” o plataformas de madera que contendrán pequeños restaurantes de bebidas ligeras para el disfrute sano del visitante local como del visitante extranjero.

Debajo de esta gran ciclovía se prevee un sistema de tablaestacados fijos y mecánicos que permitan confinar y tratar la masa de agua que baña la playa, para readecuarla para uso de baño de personas, mediante tecnologías de purificación y reciclaje del agua.

Devolverle a la ciudad sus espacios abiertos es hacerla mas vivible, bajo el concepto urbanístico de “la casa grande donde habitamos”.

Nuestra ciudad de Santo Domingo posee lugares insospechadamente hermosos donde los hemos descuidados a través del tiempo, sin brindarle tan siquiera una política de vigilancia y seguridad que permita a toda la familia dominicana percibir la belleza del intenso azul turquesa que representa nuestro glamoroso Mar Caribe o Mar de Las Antillas, cuna de piratas y corsarios, en donde se libraron férreas batallas para defender lo que es hoy nuestro bello pasado colonial, con la mirada puesta en un promisorio futuro que nos espera.

***El autor es arquitecto, egresado de la Facultad de Arquitectura y Artes, Escuela de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional Pedro Henriquez Ureña, Santo Domingo, Rep. Dominicana. Miembro del CODIA y de la Sociedad de Arquitectos de la República Dominicana (SARD)