Jerusalén, 29 jun (EFE).- Cerca de un millar de inmigrantes africanos han abandonado el centro de detención en el que Israel los tenía detenidos en el desierto meridional del Neguev y han acampado junto a la frontera con Egipto en protesta por la negativa israelí a garantizarles el asilo.
En un comunicado enviado a la prensa, los inmigrantes, procedentes de Sudán y Eritrea, advierten de que no tienen intención de regresar al centro de detención de Holot, y de que volverán a tratar de cruzar la frontera con Egipto si sus reivindicaciones no son atendidas.
Testigos confirmaron a Efe este domingo que las fuerzas israelíes se vieron obligadas a intervenir el viernes y sábado para evitar que algunos de ellos saltaran la divisoria.
"El gobierno israelí no cumple con las obligaciones de impone la comunidad internacional respecto a la defensa de los inmigrantes", critica el documento, en el que también se exige a la ONU que intervenga.
El diario progresista "Haaretz" asegura en su edición de hoy que, ante la situación, el Ejército israelí sopesa enviar refuerzos a la zona para desmantelar el campamento y arrestar a aquellos que traten de infiltrarse en la frontera.
Mohamad Ahmad, sudanés de 29 años, dijo esta semana a Efe: "Lo único que he buscado es un lugar en el que vivir seguro. He renunciado a mi familia, a la posibilidad de conseguir dinero. Sólo quiero vivir en paz. Y no puedo".
Como otros muchos, Ahmad abandonó su país hace 7 años después de ver cómo sus padres eran asesinados ante sus ojos.
Desde entonces, su periplo en busca del estatus de refugiado político le llevó a Libia, después a Egipto y por último, a Israel, donde actualmente "reside" en las instalaciones de Holot, en el corazón del Neguev, un lugar que parece ninguna parte.
Conocido por unos como centro de internamiento y por otros como "cárcel abierta", Holot alberga desde diciembre de 2013 a cerca de 2.000 sudaneses y eritreos que como Mohamed llegaron a Israel tras huir de sus países de origen con la esperanza de ser reconocidos como refugiados políticos.
Sin embargo, denuncian, el estado les trata como a inmigrantes ilegales y les mantiene en centros de este tipo en el que lo único que pueden hacer es esperar a que sus solicitudes de asilo sean revisadas o a aceptar la deportación voluntaria promovida por campañas gubernamentales.
Manifestaciones multitudinarias, huelgas generales y marchas marcaron desde inicios de este año la lucha de este colectivo que se siente abandonado por el Estado de Israel, a quien solicita revise individualmente sus solicitud y anule la reforma de la Ley de Prevención de Infiltraciones.
Según la última enmienda, aprobada el pasado mes de diciembre, se permite el encarcelamiento de estos inmigrantes durante un año si son descubiertos sin papeles en regla y después su detención "indefinida" en centros como el de Holot, con más de 3.000 plazas de capacidad.
Israel, aunque es un país firmante de las convenciones internacionales sobre asilo político, no concede el estatus de refugiado político a casi ningún emigrante de Eritrea y Sudán y, aunque les garantiza no ser deportados, no les ofrece permisos de trabajo.
Esta condición, ligada al hecho de que los internos pueden salir pero deben registrarse tres veces al día -por la mañana, mediodía y noche- dificulta aún más su relación con el mundo exterior y la normalización de su situación. EFE