En su primera intervención pública tras prestar juramento como nuevo jefe de Gobierno (canciller) de Austria, Alexander Schallenberg, de 53 años, demostró esta semana que no piensa serle deseal al investigado joven Sebastian Kurz, de 35 años, denominado "el niño prodigio de la derecha" de este país clave de Europa.
Kurz debió dimitir hace unos días como canciller por un escándalo por pagos a “bocinas”, sin que ello le impida alzarse como líder del conservador Partido Popular (ÖVP) en el Parlamento y desde ahí seguir en el poder.
Fue secretario de Estado con solo 23 años, ministro de Exteriores con 27 años y canciller federal con solo 31 años. Ahora, con 35, sigue en el Parlamento con asiento en el Gobierno.
En Austria el jefe del Estado es el ecologista Alexander van der Bellen, pero en la práctica el poder político lo ejerce el canciller.
Pese a sus actuales escasos 35 años, Kurz ha acumulado una experiencia política de 15 y para no pocos marcará a su país en el corto, mediano y largo plazo, lo que empezó a hacer cuando cumplió los 20 años de vida y recién había concluido la secundaria.
Su sucesor, un aliado de 53 años, aseguró que colaborará "por supuesto muy estrechamente" con el ahora doble excanciller, que sigue ocupando la posición de líder del ÖVP y ahora también la de portavoz parlamentario de ese partido.
Schallenberg se mostró convencido de que son "falsas" las acusaciones contra Kurz que lo involucran en haber encargado con dinero público encuestas manipuladas para figurar con un apoyo popular aún mayor al contundente que ostenta.
El nuevo canciller federal proviene de la nobleza austriaca
Nacido en el seno de una familia cuyas raíces llegan al siglo XII en Europa central, Schallenberg nunca tuvo ambiciones de ser político, hasta ser nombrado por el joven Kurz hace dos años (en junio de 2019) como ministro de Exteriores.
Creció en India, España y Francia, países en los que su padre fue embajador austríaco y antes de ocupar el cargo principal en Exteriores fue ahí su portavoz, jefe de la sección de Estrategia y embajador en misiones permanentes austriacas, y asesor de Kurz.
Línea dura contra la inmigración
Sin ser miembro del gobernante partido popular ÖVP, Schallenberg actuó a partir de 2013 como el principal asesor de Kurz, quien entonces y con solo 27 años de edad había sido nombrado ministro de Exteriores. Ambos comparten las posturas conservadoras, incluida la línea dura contra la inmigración.
Tras la victoria electoral del ÖVP en 2019, Kurz mantuvo a Schallenberg en el cargo como único miembro del ejecutivo técnico que había gobernado el país durante medio año.
La actual remodelación de la cúpula del Ejecutivo permite la continuidad de la gestión de la coalición de conservadores y verdes en el poder, liderada por el presidente de la república, el ecologista Alexander Van der Bellen.
El jefe de Estado considera superada la crisis de gobierno desatada la semana pasada, cuando la Fiscalía anticorrupción reveló que estaba investigando a Kurz, aunque advirtió a los nuevos responsables de la política del país de la "gran responsabilidad" que afrontan ahora para "recuperar la confianza de la población".
Fue Kurz quien propuso a Schallenberg como su sustituto y tras reiterar su inocencia ante la acusación de la Fiscalía anticorrupción que lo señala, junto a nueve de sus colaboradores y al ÖVP como partido, de malversación y desfalco de dinero público para encargar y publicar encuestas manipuladas, sondeos para mantener en alza la imagen del joven ahora doble excanciller.
La policía allanó a inicios de este mes los ministerios en Viena, revelando luego la existencia de una investigación por parte de los fiscales austríacos sobre "la gran corrupción en el corazón del Gobierno". No se han presentado cargos formales aún, pero las acusaciones son explosivas.
Se sospecha que Kurz y los miembros de una camarilla de aliados cercanos utilizaron ilícitamente el dinero de los contribuyentes para sobornar a medios de prensa para que brinden una cobertura positiva a todo lo que hiciera, lo que ayudó a impulsarlo al poder por primera vez en diciembre de 2017.
Todos contra Kurz
Desde entonces, los partidos de oposición de Austria se han mostrado dispuestos a conformar una coalición que uniera a la extrema derecha, los verdes, los socialistas y los liberales del libre mercado para detener a Kurz y a su conservador Partido Popular.
Si bien todas las encuestas indican que un tercio del electorado del país lo apoya de forma incondicional, como una especie de "mesías", Kurz es al mismo tiempo el personaje más rechazado -casi odiado- por el resto del espectro político.
Pero "sus aliados más cercanos y sus críticos más severos lo miran con la sensación de que puede caminar sobre el agua", por lo que esta nueva “caída política pura y espectacular” llama la atención siendo el protagonista alguien que “tuvo un éxito absoluto (en ganar votos) como político en Austria”, declaró el consultor político Thomas Hofer al Financial Times que escudriñó a este joven e influyente personaje y publicó el reportaje "Levantamiento y caída: el escándalo que derrocó al austriaco Sebastian Kurz".
La traducción no oficial de este reportaje comienza por recordar que en las últimas elecciones de septiembre de 2019, Kurz entregó al Partido Popular uno de sus mandatos más importantes con votación récord: el 37,5% de los votos.
Tras su renuncia como canciller, el 9 de octubre, Kurz seguirá siendo el líder del partido y encabezará su grupo parlamentario, lo que le da un asiento automático en la mesa del gabinete de Schallenberg. es decir, no sale del poder.
Pero no está claro qué tan sostenible será esa posición. Viena está plagada de rumores de que seguirán más revelaciones sobre la corrupción. Los investigadores acaban de terminar de revisar solamente el primer tercio de los materiales incautados.
Los fiscales ya han producido cientos de páginas de acusaciones y han publicado docenas de mensajes privados y comprometedores entre Kurz y sus aliados, extraídos de teléfonos y computadoras incautados en una extensa serie de investigaciones que se remontan a 2019. Después de las últimas redadas, se publicaron otras 400 páginas.
Independientemente de cualquier caso legal que pueda presentarse por soborno o perjurio, las dos acusaciones penales centrales que están investigando los fiscales ponen al descubierto un lado feo del estilo de gobierno de Kurz: un conjunto de revelaciones que van desde lo impactante hasta la crueldad política, desde el cinismo a la conspiración y pasando hasta por lo vergonzoso, con una sobreabundancia de emojis y proclamaciones de lealtad vergonzosas.
El escándalo ha infundido nueva vida al viejo adagio de los burócratas de los Habsburgo: todo lo que queda escrito puede ser veneno.
"Austria [ahora] sabe una cosa con certeza: que el abuso de poder, la corrupción sistemática grave, la manipulación de la población, la perfidia y la hipocresía son lo que mantiene unido (al Partido Popular) en su núcleo", dijo Herbert Kickl, jefe del Partido Libertad, en una sesión de emergencia del Parlamento el martes pasado.
El escándalo de corrupción obligó a Sebastian Kurz a dimitir como canciller de Austria
El Parlamento investiga
Austria es un pequeño país europeo, pero es fundamental para el proyecto de la Unión Europea (UE). Si el estado de derecho se tambalea en Austria, entonces se emite un diagnóstico condenatorio sobre la salud política de la UE.
El gobierno, ahora dirigido por el leal a Kurz Alexander Schallenberg , sobrevivió por poco a un voto de censura. Pero la ira entre los parlamentarios fue evidente. Desde la izquierda y la derecha criticaron lo que se conoce como el “sistema Kurz”: una supuesta red de patrocinio que llega desde la Cancillería a través del panorama político, económico y mediático austriaco.
“Una nueva comisión de investigación parlamentaria investigará ahora hasta qué punto el abuso de poder del Partido Popular ha impactado el funcionamiento del Estado”, dice Stephanie Krisper, diputada del liberal Neos, y una vociferante crítica de la corrupción gubernamental.
“Lo que es único es cuán inapropiadamente actuaron Kurz y su 'nuevo' Partido Popular y lo que su sistema estaba dispuesto a hacer para protegerse. Desde el primer día han atacado la justicia y las investigaciones en su contra. Es obsceno”, insistió Krisper.
Un forastero político
En 2017, Kurz fue el ministro de Relaciones Exteriores más joven de la historia de Austria, pero tenía la ambición de ir más allá. Junto con un grupo de asesores cercanos, había observado el éxito del movimiento En Marche de Emmanuel Macron en Francia y creía que en Austria se necesitaba un enfoque similar: un político que prometiera una gran reforma.
Kurz imaginó un movimiento propio que rompería la cómoda política de consenso del terreno central que dominaba al Gobierno austriaco y que había sofocado durante mucho tiempo una reforma real.
Las grandes coaliciones entre la izquierda y la derecha habían sido la norma de la política austriaca desde la guerra y por ello el resultado de que muy poco haya cambiado.
El sistema educativo, se quejan muchos austriacos, necesita una reforma radical, pero durante décadas solo ha visto cambios parciales en los que tanto la izquierda como la derecha han estado de acuerdo.
Para sacudir las cosas drásticamente, Kurz mezcló el conservadurismo fiscal tradicional con una pizca de libertarismo social y superó a la extrema derecha al adoptar la mayoría de sus actitudes de línea dura hacia la inmigración.
Habiendo descartado formar un nuevo partido propio o aliarse con otros, Kurz decidió que lo mejor era apoderarse del conservador Partido Popular y cambiarlo radicalmente. Se deshizo de imágenes sofocantes y las cambió por jóvenes dinámicos y tomó prestado de Tony Blair de los laboristas de Gran Bretaña el apodo de Partido del Pueblo Nuevo.
Todo era parte de lo que él y su equipo denominaron “Proyecto Ballhausplatz”, según muestran los documentos publicados como parte de la nueva investigación por parte de los fiscales, por el nombre del palacio que alberga la cancillería austriaca.
El desafío consistía en mostrarse a la vez digno de confianza y creíble, primero ante la vieja guardia del Partido Popular y luego ante el electorado.
Kurz apenas tenía 20 años. No tenía educación universitaria y había dedicado toda su carrera a la política. Los documentos también revelan cuán despiadados podrían ser Kurz y su equipo cercano.
Por ejemplo, bloqueó deliberadamente un paquete de reforma de la atención social de 2016 acordado entre el entonces líder del Partido Popular y los socialdemócratas austriacos, porque reconoció lo popular que podría ser.
Su objetivo era arruinar el liderazgo de su jefe, el líder del partido en el poder, Reinhold Mitterlehner, a quien Kurz describió como un "imbécil" en un mensaje a Thomas Schmid, un aliado cercano en el Ministerio de Finanzas.
"Viejos tontos, mi canciller"
Austria estaba dirigida por "viejos tontos", respondió Schmid, uno de los operadores más formidables y leales de Kurz. "Soy uno de sus pretorianos", le escribió a Kurz en un mensaje de 2017. “Haré cualquier cosa por mi canciller”, le dijo en otro.
Schmid era el secretario general del Ministerio de Finanzas, donde supervisaba el presupuesto federal y el funcionamiento diario del departamento. Su función le dio acceso a otros departamentos del gobierno federal y, lo que es más importante, la capacidad de aprobar grandes gastos.
Según los fiscales, Schmid utilizó su cargo para canalizar ilícitamente 1,2 millones de euros de fondos del Ministerio de Finanzas hacia el grupo de medios de prensa Österreich, dirigido por Wolfgang Fellner.
A cambio, el grupo supuestamente realizó encuestas, preparadas por otro aliado de Kurz, que fueron muy favorables al joven ministro de Relaciones Exteriores y lo describieron como "el mejor nuevo líder del Partido Popular".
Las encuestas pintaban a Mitterlehner, entonces líder de ese partido, como ineficaz y débil.
El grupo de prensa Österreich admite que recibió dinero del Ministerio de Finanzas, pero mucho menos de lo que afirman los investigadores. Y niega, además, que ese dinero haya estado condicionado a una cobertura positiva a favor de Kurz.
Caza de brujas política
La investigación, que está siendo llevada a cabo por el fiscal estatal central por delitos económicos y corrupción, la WKStA, ha sacudido el panorama político austriaco. Pero, de hecho, se ha estado gestando durante meses.
El teléfono de Schmid, por ejemplo, donde la WKStA encontró más de 300 mil mensajes, fue confiscado por primera vez en octubre de 2019. Durante los últimos dos años, la intriga tras la intriga se acumuló en torno al gobierno de Kurz.
El asunto Schmid-Österreich es de hecho una historia de al menos otras cinco supuestas conspiraciones entrelazadas: El asunto de Ibiza, en el que en 2019 el exvicecanciller y jefe del partido de extrema derecha Freedom, Heinz-Christian Strache, fue filmado en la isla balear solicitando lo que él pensó que era ayuda rusa para influir en los medios austriacos.
Una operación encubierta lo sorprendió diciéndole a una mujer que creía que representaba a un poderoso oligarca ruso que en Austria el poder político se obtenía a través del dinero y la corrupción.
Sugirió que los rusos compraran el periódico más grande del país y lo convirtieran con una línea editorial más positiva hacia Kurz y, a cambio, él repartiría favores políticos.
Surgió, además, el caso de Casinos, en el que se alega que funcionarios del Partido Popular y del Partido Libertad fueron sobornados sistemáticamente por la industria austriaca del juego.
El director de operaciones de una de la empresas involucradas, Jan Marsalek, en realidad estaba recibiendo información clasificada de la inteligencia austriaca. Algunos funcionarios han sido acusados de recibir sobornos.
También se alega que Kurz le otorgó el control de la sociedad de cartera estatal ÖBAG a Schmid, un papel muy lucrativo, y luego engañó al Parlamento sobre su papel de influir en el proceso de nombramiento.
Al sondear estos asuntos, la WKStA – y un comité de investigación parlamentario paralelo – han reunido lentamente una gran cantidad de evidencia. Para Kurz y sus partidarios, el proyecto de fiscalía ha sido puramente político.
Alegan que la WKStA ha utilizado pruebas de forma selectiva y ha buscado cualquier excusa posible para intentar obtener órdenes judiciales para perseguir a los líderes funcionarios del Partido Popular.
Manipulación de pruebas
Kurz y sus aliados han sido acusados de intentar obstaculizar el proceso, una táctica que ha elevado las apuestas políticas y ha dado lugar a acusaciones de manipulación de pruebas e intentos de frustrar el curso de la justicia.
El año pasado, funcionarios de la cancillería destruyeron cinco discos duros que contenían información solicitada por una investigación parlamentaria, por ejemplo.
Un portavoz de Kurz rechazó una solicitud de entrevista. El excanciller ha negado las irregularidades y ha indicado que renunciará a su inmunidad parlamentaria para permitir que los fiscales sigan investigando su conducta en el cargo.
Schmid renunció a su puesto como director ejecutivo de ÖBAG a principios de este año. Él también ha negado haber actuado mal.
La república del escándalo
En 1985, la revista alemana Der Spiegel causó sensación en Austria, cuando en un editorial bautizó al país como Die Skandalrepublik . Enumeró una serie de investigaciones y denuncias de corrupción en la vida política y empresarial de Austria.
Casi cuatro décadas en el conjunto actual de supuestos delitos menores hacen que los de mediados de la década de 1980 parezcan pintorescos. Pero también sugieren una mentalidad política duradera. “A lo largo de la historia política austriaca se han producido este tipo de incidentes”, dice Marcus How, jefe de análisis de la consultora política de Europa central VE Insights.
“Realmente, probablemente podría contar toda la historia de la Austria moderna solo a través de la historia de sus escándalos. Ha habido tantos".
Austria se cree una mini-Alemania
De hecho, muchos en Austria se han apresurado a establecer paralelos con los supuestos pagos de Kurz por cobertura positiva con un supuesto plan para hacer lo mismo que enredaba a los políticos socialdemócratas hace poco más de una década.
“A Austria le gusta promocionarse como una mini-Alemania, pero en realidad es más un país de Europa Oriental o incluso de los Balcanes en su cultura y estructuras y en la forma en que se utilizan incorrectamente”, dice How.
Kurz 'triangula'
En Austria, este sistema en el que el poder se ejerce a través de aliados se conoce como Parteibuchwirtschaft. Como parte de esto, los leales son apalancados en posiciones clave de influencia en la sociedad por quien se sienta en la cima.
Cuando los socialdemócratas están en el poder, los socialdemócratas obtienen los grandes puestos de trabajo. Viceversa, cuando el Partido Popular tiene el control, las posiciones van a los suyos.
“En Austria, cada empresa, cada institución, tiene realmente una orientación política propia”, dice un estratega de alto rango del Partido Popular.
“Es el legado de cómo se unió el país después de la guerra. Les puedo decir qué empresas son socialdemócratas y cuáles son del Partido Popular, realmente funciona así”. “En cierto sentido, también es un legado muy católico”, dice How. "Una especie de estilo de poder de contrarreforma con gremios, sociedades y fraternidades que trabajan entre bastidores".
Kurz, en todo caso, dice How, tuvo que esforzarse más para navegar por esta tradición, porque su juventud y la falta de una base sólida dentro del Partido Popular lo pusieron en desventaja.
La agresividad de su círculo interno extremadamente unido, figuras como Schmid, al tratar de maniobrar a una nueva y joven generación de ultraleales de Kurz en posiciones de influencia, y su aparente falta de escrúpulos al hacerlo, es la fuerza impulsora detrás de la gran parte de las presuntas irregularidades.
“El 'sistema Kurz', como lo enmarca la oposición, es en realidad algo que se remonta mucho más atrás que Kurz”, dice Hofer. "Todo lo que Kurz (supuestamente) realmente hizo fue llevarlo a otro nivel".
(Con informaciones de EFE y Europa Press y traducción de un texto del Financial Times)