SANTO DOMINGO, República Dominicana.- El empresario Franklin Báez Brugal, escritor de artículos de opinión durante los últimos 35 años, anunció su decepción por los resultados frustrantes de su esfuerzo. Dijo que no volverá a escribir más porque la sociedad dominicana se encuentra envilecida.
“Es de lamentar que moralmente nos hemos envilecido”, escribió el colaborador de la revista La Lupa Sin Traba, que dirige el intelectual e historiador Bernardo Vega.
Según Franklin Báez Brugal, pese a los esfuerzos de un grupo de interesados en fortalecer el país, “la corrupción ha hecho metástasis en la sociedad infectando a todos sus órganos; vemos cómo los políticos y empresarios se asocian en un entramado de complicidades, que no tiene otra finalidad que el enriquecimiento fácil a costa de los recursos de todos que maneja el Estado”.
El empresario y articulista dice estar convencido de que por los resultados negativos que se están viendo en la sociedad dominicana es claro que el esfuerzo para mejorar el país es “que estamos arando en el mar”.
Báez Brugal describe un poder judicial atrasado, un poder legislativo con irritantes privilegios y unos partidos políticos sin credibilidad.
“En estas más de tres décadas que tenemos tratando de influir para que algunas cosas mejoren, hemos visto cómo la educación pública ha ido de mal en peor, ocupando la República Dominicana los últimos lugares en todas las mediciones que se realizan en esta materia”, expresa el comentarista.
Se queja de la cantidad de empleados públicos, que pasan de 700 mil mil, y la ineficacia del Estado en sus actuaciones, de la debilidad institucional.
“Para los que escribimos con deseos de aportar y ganas de desahogarnos, estos negativos resultados obtenidos después de transcurridos tantos años, nos convencen de que estamos arando en el mar, y que no vale la pena continuar con una tarea que no ofrece más que frustraciones. Por esas razones he decidido no volver a escribir artículos de opinión”.
Lea el artículo completo, que aparece en la última edición de La Lupa Sin Trabas:
Resultados frustrantes
Estimo que tengo alrededor de 35 años escribiendo artículos de opinión en diferentes medios. En ese lapso me he ocupado de diversos temas, pero los que más frecuentemente he tratado son aquellos relacionados con la educación, la administración del Estado, la corrupción y la seguridad pública, por considerarlos vitales para el progreso y desarrollo del país.
Por esas razones, más de una vez he realizado sugerencias encaminadas a tratar de lograr algún cambio en el actual estado de cosas, así como también he hecho fuertes críticas por el inadecuado manejo de recursos y asignaciones.
Ya iniciado 2013, y haciendo un análisis retrospectivo sobre lo que ha ocurrido en la República Dominicana durante el período de tiempo en que de vez en cuando me he atrevido a opinar, debemos reconocer, que es innegable que materialmente hemos tenido un gran avance. Muestra de ello son las construcciones y emprendimientos que tanto el sector público como el privado han diseminado por buena parte de la geografía nacional. Sin embargo, es de lamentar que moralmente nos hemos envilecido.
La corrupción ha hecho metástasis en la sociedad infectando todos sus órganos; vemos cómo políticos y empresarios se asocian en un entramado de complicidades, que no tiene otra finalidad que el enriquecimiento fácil a costa de los recursos de todos que maneja el Estado.
La evasión de impuestos en grandes y medianos negocios, que deberían ser ejemplo de transparencia y pulcritud, es el pan nuestro de cada día, no pudiendo sus propietarios criticar los desmanes en el manejo del patrimonio público, por la larga cola que arrastran.
La seguridad pública se ha deteriorado de manera alarmante, no existiendo ni en la capital ni en el interior del país sitios que no hayan sido vulnerados por la delincuencia.
Para agravar el asunto, la policía y los cuerpos de seguridad, organismos mal retribuidos, y constituidos por un personal numeroso, con una pobre preparación, se han convertido en piedra de escándalo, por el frecuente involucramiento de sus miembros en actos delictivos.
El Poder Judicial no se queda atrás, y a pesar de los avances que en materia de estructuración y administración ha experimentado, tanto jueces como representantes del Ministerio Público incurren en frecuentes actos negativos que impiden confiar en este importante poder del Estado.
Los irritantes privilegios de que gozan los integrantes del Poder Legislativo, así como las frecuentes ausencias y la escasa y pobre participación de muchos de sus miembros en las pocas sesiones de trabajo que se realizan durante el año, han ocasionado que la ciudadanía valore de manera muy baja a las cámaras que lo constituyen y a quienes las conforman.
En cuanto a la valoración de partidos y políticos, ni hablar. En todas las encuestas, conjuntamente con la policía, ocupan los últimos lugares. Las acciones violentas y vandálicas escenificadas recientemente por los integrantes de uno de los principales partidos confirman la percepción de la ciudadanía.
En estas más de tres décadas que tenemos tratando de influir para que algunas cosas mejoren, hemos visto cómo la educación pública ha ido de mal en peor, ocupando la República Dominicana los últimos lugares en todas las mediciones que se realizan en esta materia.
Es necesario reconocer que en este campo se comienzan a observar señales esperanzadoras.
A través del tiempo, la administración del Estado ha sido irresponsable, ineficiente y corrupta, como muestran la hipertrofia que padece, el constante derroche de dinero, y el frecuente irrespeto a las leyes y reglamentos que regulan el manejo del presupuesto, las compras y contrataciones públicas. Para colmo de males, tenemos una ineficiente e injustificable burocracia estatal, que se estima en más de 700,000 empleados, pagados todos con nuestro dinero.
Pero lo más lamentable de todo es la debilidad institucional que continuamos sufriendo, y la limitada independencia que tienen los poderes del Estado, donde la influencia del Poder Ejecutivo se hace patente de manera frecuente.
Para los que escribimos con deseos de aportar y ganas de desahogarnos, estos negativos resultados obtenidos después de transcurridos tantos años, nos convencen de que estamos arando en el mar, y que no vale la pena continuar con una tarea que no ofrece más que frustraciones. Por esas razones he decidido no volver a escribir artículos de opinión. Ahora bien, no sé si me ocurrirá lo mismo que a un poeta que había tomado la misma decisión, porque según él había perdido la inspiración. Y cuando le preguntaron, “¿y si vuelve la poesía?”. Ya se imaginarán la respuesta.
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