París, 24 jun (EFE/Enrique Rubio).- En una reacción airada pero que parece lejos de distanciar a dos firmes aliados, Francia exigió hoy a Estados Unidos una explicación por el espionaje a los tres últimos presidentes franceses y, sobre todo, conocer si mantiene las escuchas.
La noticia trascendió en la noche del martes, cuando el diario "Libération" y la web "Médiapart" revelaron documentos obtenidos por Wikileaks que demuestran que Jacques Chirac, Nicolas Sarkozy y François Hollande fueron objeto de escuchas al menos desde 2006 hasta mayo de 2012.
El momento elegido para la exclusiva no es casual: como "Libération" recordaba en su editorial, coincidía con la votación hoy en el Parlamento francés de la nueva ley sobre los servicios de inteligencia, que exonerará al espionaje de la supervisión judicial y que ha sido muy criticada desde la izquierda.
Tampoco parece coincidencia el telón de fondo de estas nuevas revelaciones: las negociaciones para un acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y Estados Unidos.
Tras las revelaciones en octubre de 2013 sobre el espionaje estadounidense a la canciller alemana, Angela Merkel, no quedaban dudas sobre la amplitud del programa de escuchas de EEUU en suelo europeo, por lo que las autoridades francesas enfocaron hoy su respuesta a verificar si esas prácticas han terminado.
Hollande conversó durante quince minutos con el presidente estadounidense, Barack Obama, quien reiteró su compromiso de acabar con las prácticas de espionaje "que pudo haber en el pasado y que eran inaceptables entre aliados", según dijo el Palacio del Elíseo en un comunicado.
De acuerdo con la versión francesa, el diálogo entre los dos jefes de Estado sirvió para examinar "los principios que deben regir las relaciones entre aliados" en materia de servicios secretos.
Dentro de su batería de movimientos diplomáticos, París anunció el envío a Washington del coordinador de los servicios de inteligencia, Didier Le Bret, y convocó a la embajadora de EEUU en París, Jane D. Hartley.
El ministro de Asuntos Exteriores, Laurent Fabius, exigió a la embajadora "respuestas rápidas" sobre si las escuchas han cesado, y consideró "inaceptables" estas prácticas, "más aún viniendo de un país aliado y amigo como son los Estados Unidos".
Muy cerca del Palacio del Elíseo y del Quai d’Orsay -sede de la diplomacia francesa- se hallaba, según las revelaciones periodísticas, el epicentro del espionaje: la misma Embajada estadounidense.
En la azotea de la legación, fácilmente visible desde el exterior, un altillo con falsas ventanas y recubierto de una lona especial que permite pasar las señales electromagnéticas ocultaba (u oculta) una estación de telecomunicaciones dedicada a las escuchas.
Según fotos tomadas por satélite, la instalación se colocó en la embajada de EEUU entre 2004 y 2005.
Entre los documentos desvelados por ese espionaje -sin gran valor estratégico- destaca una reunión secreta del Gobierno que Hollande convocó en mayo de 2012 para abordar una posible salida de Grecia del euro.
Los partidos ubicados más a la izquierda y la derecha del arco parlamentario aprovecharon el escándalo para reclamar al Ejecutivo que se oponga al tratado de libre comercio entre la Unión Europea y Estados Unidos.
El partido ultraderechista Frente Nacional (FN) consideró que las escuchas de EEUU a los tres últimos presidentes franceses constituyen una "amenaza directa" contra el país.
"Esas escuchas, que se añaden a las ya conocidas sobre la vida privada de nuestros compatriotas, son una amenaza directa para nuestra independencia nacional, la soberanía de Francia y su seguridad", indicó en un comunicado la presidenta del FN, Marine Le Pen. EFE